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Entidad de población del Camino Francés en la parroquia de San Pedro de Melide, municipio de Melide, provincia da Coruña. Está situada entre las entidades de población de Furelos, al sudeste y Santa María de Melide, al oeste. Su altitud oscila entre 440 y 470 metros. Tenía 4.544 habitantes en 2019. Es cabecera municipal y comarcal.

Melide figura como villa principal en numerosos itinerarios jacobeos y guías de viaje de todas las nacionalidades que describen los caminos de peregrinación a Compostela. La población, que constituye una encrucijada, se ha ido extendido en torno a las vías de comunicación. Aquí el Camino Francés se cruza con el llamado Camino Primitivo o Camino de Oviedo, que procedente de Asturias iba a Santiago pasando por Lugo. Confluye también la ruta del antiguo Camino Real que, de norte a sur, ponía en comunicación los principales puertos del arco marítimo del noroeste de la provincia da Coruña con las comarcas interiores de las provincias de Pontevedra y Ourense.

Viniendo por el Camino Francés en dirección a Santiago, se entra en Melide pasando antes por el antiguo Campo da Feira, donde se encuentra la capilla de San Roque; junto a ella, se alza un afamado crucero de cantería. En esta capilla se recolocó la portada tardo-románica traída de la antigua iglesia parroquial de San Pedro de Melide, que fue demolida en el siglo XX; también guarda en su interior los sepulcros medievales de Roi López, el de su mujer Inés Eanes y el del Diego García, procedentes igualmente de la iglesia de San Pedro. San Roque es abogado de la peste y males extraños; a su romería acudían en procesión muchos devotos y ofrecidos vestidos de peregrinos, lo mismo que la imagen del santo.

El Campo da Feira constituía una encrucijada; desde ahí, siguiendo el Camino Francés en dirección oeste, se entraba en el que fue el antiguo núcleo amurallado de Melide por el punto que aún conserva el nombre de Porta da Vila, donde antiguamente se cobraba un portazgo. De la Porta da Vila arrancaba la calle mayor, que era el eje principal entorno al cual se organizaba el llamado Burgo Vello. En esta calle se encontraba la iglesia de San Pedro, a la que aludimos más arriba, obra medieval originaria con toda probabilidad del siglo XII, con importantes reformas realizadas entre los siglos XIII y XIV y aun posteriormente; la fábrica de esta antigua iglesia en el momento en que se destruyó era básicamente renacentista, aunque conservaba elementos de épocas anteriores, como su portada lateral tardo-románica y la capilla mayor que era de estilo gótico; en el interior de la iglesia de San Pedro había pinturas murales del siglo XV. Junto a esta iglesia estuvo el hospital medieval de San Pedro para peregrinos y pobres, que en 1617 estaba ya en estado ruinoso. También estuvo en esta misma calle el primitivo convento de Melide, antes de que en 1372 se donase un solar en el Camino de Oviedo para edificar allí el monasterio del Sancti Spiritus.

Entrada del Camino Francés en el antiguo burgo de Melide por donde estuvo A Porta da Vila.

Enfrente a la iglesia de San Pedro había un grupo de casas que en el año 1497 fueron aforadas por los frailes de Sobrado al escudero Lope Conde de Aguiar; estas construcciones originarias fueron unidas, mejoradas y ampliadas hasta llegar a constituir uno de los mejores inmuebles de Melide conocido como el Pazo da Vila, en el que destacaba la puerta en arco y los escudos de armas. Este Pazo, que fue demolido, estuvo habitado por la familia de los Conde hasta mediados del siglo XIX.

La calle mayor desembocaba en una plaza ubicada frente al castillo de la villa. El barrio que se agrupaba en torno al castillo conocía como el Burgo Novo. Sabemos que en la Edad Media la mayor parte de las casas de ese barrio tenían pisos altos que albergaban los dormitorios, mientras que en los bajos se distribuían los portales, las tiendas, las cocinas y las cuadras. Algunas de estas casas tenían puertas con arcos y también tejados con aleros salientes. En la plaza del castillo había alpendres donde se ponían puestos de venta los días de mercado.

El castillo de Melide fue propiedad de los obispos compostelanos que fueron los antiguos señores de la villa; tenía una gran importancia estratégica, ya que era llave del señorío de Santiago y protegía las dieciocho feligresías del Camino Francés frente a los adversarios que acechaban las posesiones y derechos de la mitra compostelana en esta comarca. El castillo se erguía en la parte más alta de la población. Fue edificado a comienzos del siglo XIII sobre un antiguo poblado castreño. Constituía un reducto fortificado dentro del recinto amurallado de la propia villa. Estaba rodeado por una cerca con varias torres almenadas y había una barbacana defendiendo la puerta de entrada. Su edificio fue derrocado tras la revuelta irmandiña a finales del siglo XV y sus piedras se aprovecharon, primero en la fábrica de la capilla mayor de la iglesia monasterial del Sancti Spiritus y más tarde, en la edificación de la capilla del Nosa Señora do Carme, que fue levantada en el año 1750 en el solar del propio castillo.

El Camino Francés salía de Melide en dirección a Compostela por otra puerta que estaba situada en el extremo occidental de la villa, próxima al castillo. Esta puerta fue sacada a subasta pública por el ayuntamiento melidense en el año 1841.

Casas rústicas en Melide.

Volviendo al Campo da Feira y yendo en sentido norte, se podían tomar el Camino de Oviedo y también el antiguo Camino Real que llevaba hacia A Coruña. A pocos metros de distancia siguiendo en esa dirección, se llegaba al antiguo “casal do camiño do ovedo” que estaba situado extramuros, en los aledaños de la Porta da Vila. Allí se encontraba el monasterio del Sancti Spiritus, que se levantó en el último cuarto del siglo XIV; de él tan solo resta su iglesia, que actualmente cumple las funciones de templo parroquial. La iglesia es de una sola nave, con planta de cruz latina y capilla cuadrangular en la cabecera, que está cubierta por una bóveda de crucería tardo-gótica. El edificio fue muy reformado en los siglos XVII y XVIII, correspondiendo a esa época la mayor parte de lo que hoy puede verse de él, incluyendo la fachada barroca de la entrada meridional y la torre del campanario ubicada a los pies de la iglesia. En el interior se encuentran los sepulcros tardo-góticos de Leonor de Mendoza y de Inés de Castro.

Frente a esta iglesia se construyó en la misma época que el monasterio un hospital de peregrinos cuya edificación conserva todavía los blasones de los Ulloa y los Castro, que lo rehabilitaron en el año 1502, tal como consta en una inscripción que puede leerse en su fachada. Por acuerdo del concejo de Melide del año 1852 el mismo edificio del hospital fue destinado a cuartel. En la actualidad está restaurado y alberga el Museo Etnográfico e Arqueolóxico da Terra de Melide.

En la misma plaza en que se encuentra la iglesia del Sancti Spiritus está el Pazo do Marqués de Corbera, que en el siglo XVII acogió la Obra Pía de San Antón, fundada y dotada en el año 1671. Anexa al palacio y formando parte del mismo conjunto, está la capilla de San Antón, de estilo barroco. En su interior se encuentran los sepulcros del fundador de la obra, Mateo Segade, y de su primer patrocinador, Antón Varela, con sendas estatuas orantes esculpidas por Mateo de Prado. Hoy el palacio está habilitado como casa consistorial, en el interior del edificio ha sido totalmente renovado; es reseñable la fachada principal con una portada flanqueada por pilastras, y provista de un tímpano con hornacinas y pináculos culminados por los escudos de Antón Segade Varela y su mujer Mª Teresa Velasco, marquesa de Salinas.

Desde la segunda mitad del siglo XX, Melide ha venido experimentado una importante expansión urbanística que ha transformado por completo su fisonomía; aun así, permanece su carácter de villa jacobea. De la pasada centuria se conservan interesantes viviendas de pisos con galerías acristaladas, miradores y balcones que le confieren a la población cierto carácter urbano; algunas de estas casas son de estilo modernista o funcional.

Nuevas casas de pisos con galerías en Melide.

En la actualidad hay en Melide un moderno albergue de peregrinos, perteneciente a la red oficial de la Xunta de Galicia.

Historia

En un documento en que se detalla la demarcación del antiguo condado de Sobrado, encontramos una de las primeras menciones relativas al lugar de Melide que figura como hito delimitador; el documento en cuestión no tiene una fecha concreta, aunque Pilar Loscertales estima que puede datarse entre los siglos XI y XII.

Precisamente en el siglo XII, se narra en la Historia Compostelana cómo la reina doña Urraca había venido a Galicia en el año 1111, con la intención de reprimir y castigar a los que, en contra su voluntad, habían proclamado como rey a su hijo Alfonso VII en la basílica de Santiago; para ello la reina reunió a su ejército cerca de Triacastela y desde Melide envió mensajeros suyos al obispo Gelmírez.

Desde el año 1149 nos consta que el monasterio cisterciense de Santa María de Sobrado se hizo con varias casas, molinos, solares y heredades en el burgo de San Pedro de Melide, que cuando menos mantuvo hasta el final de la Edad Media. Estas propiedades estaban situadas, tanto in cima de ipsa vila, como in corredaria ipsius burgi, como in camino qui venit de Oveto. En la documentación correspondiente se describe la disposición urbanística de las casas, que estaban alineadas conformando las calles principales que se extendían en torno a los caminos que confluían en la población; algunas viviendas tenían hacia la parte de atrás sus propias huertas. Entre todos los inmuebles que eran del referido monasterio, destacaba una domun magna. No lejos de ella, se ubicaba otra casa que era propiedad de los frailes de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén sobre la que el rey Alfonso IX puso coto perpetuo en el año 1201, de este modo y a partir de entonces, ninguna persona en nombre del rey o del teniente de la tierra podría demandar algún tributo o carga a los que habitaran dicha casa por mandato de los hospitalarios. Más tarde, en 1242, esta misma casa fue donada por el comendador Alfonso Raimúndez para sostenimiento del hospital que la Orden de San Juan tenía en la población vecina de Furelos.

La villa de Melide fue repoblada por el propio Alfonso IX a comienzos del siglo XIII. Así, sabemos que en 1213 el monarca dio, con destino a la enfermería del monasterio de Sobrado, la décima parte de las rentas que cobraba en Melide; de la villa se dice entonces, que el rey la había “poblado de nuevo en el Castro”.

Al año siguiente, en 1214, Alfonso IX cedió a la catedral de Santiago la tierra de Abeancos con la población de Melide, a cambio de la fortaleza de San Jorge en Carnota. Desde ese momento y hasta la supresión de los señoríos en el siglo XIX, los obispos de Santiago fueron los señores temporales de Melide, dependiendo de ellos todas las cuestiones relacionadas con el gobierno y administración de la villa; mientras que en lo eclesiástico las feligresías de San Pedro y Santa María de Melide fueron de la sede obispal de Mondoñedo, que se hizo con ellas en el año 1285, tras pleitear largo tiempo con la Iglesia de Lugo que reclamaba igualmente su pertenencia.

En 1312 el rey Fernando IV mandó amparar y defender a todos los llevasen mantenimientos a Melide, así como a otras villas y ciudades que eran de la iglesia compostelana y del arzobispo Rodrigo de Padrón, no consintiendo que se produjese desabastecimiento al ser embargados los víveres en los caminos, por razón de impago de tributos u otras deudas que no fuesen contraídas ni por la mesa capitular, ni por el propio arzobispo.

En 1316 el mismo Rodrigo de Padrón dio en tenencia a Fernán Fernández de Abeancos y a Teresa Sánchez la villa de Melide, con la condición de cercarla de “muro bueno” como el que se estaba comenzado en dicha villa y cercar también el castillo y hacer en él una torre de tres pisos.

Poco después, en 1320, fue el rey Alfonso XI quien hizo merced al arzobispo Berenguel de Landoria, por seis años, de la “castellaje” que se cobraba en Melide por derechos de paso, para que amurallase la villa, ya que había alegado este último que por no estar cercada recibía muchos males, daños y robos de caballeros, escuderos y de otros poderosos.

Precisamente del tiempo de Berenguel de Landoria, son los fueros del concejo de Melide, que establecían los privilegios que el arzobispo tenía en la villa y las rentas que a él o a su mayordomo debían de darse. Más tarde se especificará en el llamado Tumbo Vermello de don Lope de Mendoza (1399-1445) que la mitad de lo que se cobraba por entrar en Melide era del arzobispo de Santiago, mientras que la otra mitad era del concejo.

En los siglos XIV y XV se produjeron varios hechos relevantes relativos a los establecimientos monásticos y hospitalarios de la villa. La primera noticia se refiere a una importante donación otorgada en 1325 por Álvaro Díaz de Deza al antiguo convento de Melide, que estaba situado cerca de la iglesia de San Pedro.

En el año 1372 el notario de Melide Fernán López y su esposa Aldara González donaron a fray Alonso de Melide de la Orden Terciaria de San Francisco, “nosas casas con sua cortiña que están a porta da vila de Mellide cabo da calzada contra a fonte que chaman de Feas […] en que fazan Iglesia e edificio en similitud de Mosteiro“. Fray Alonso de Melide comenzó entonces la construcción del monasterio del Sancti Spiritus en dicho emplazamiento, con el consentimiento del obispo de Mondoñedo. En el año 1396, el prelado mindoniense ordenó confirmar la fundación.

En 1375 el propio Fernán López había donado otros bienes a la misma Orden, mandando que se hiciera un nuevo hospital en la puerta de la villa correspondiente al Camino de Oviedo, junto al nuevo monasterio. La atención de los frailes terciarios a los pobres y peregrinos fue desde entonces uno de los fines prioritarios del monasterio melidense. En el mismo documento de donación se alude al antiguo hospital de San Pedro de Melide y a la malatería de Santa María: “Mais a mitade da outra casa qe. extrema e con qe. está por cume en qe. mora Lopo Rodríguez e outra metade e do Espital de Sn. Pedro”; por esta mitad de la casa que tenía el hospital de San Pedro, su procurador debía entregar cada año seis pares de zapatos a los leprosos de la malatería de Santa María de Melide.

En el año 1379 el rey Enrique II otorgó un privilegio confirmando los bienes del monasterio del Sancti Spiritus, al tiempo que lo acogía bajo su protección; en el documento respectivo se nombran conjuntamente monasterio y hospital. Este privilegio fue ratificado por varios monarcas que le sucedieron; la última confirmación regia la hicieron los Reyes Católicos en 1481.

También fueron protectores de esta misma institución varias familias nobles, entre las que destacan los Ulloa, que desde comienzos del siglo XV venían constituyendo el linaje de mayor preeminencia en Melide, siendo los dueños y poseedores de numerosas propiedades y bienes en la tierra de Abeancos y en la propia villa; así nos consta que en 1478 Inés de Castro (perteneciente a dicha familia) hizo una importante donación al monasterio melidense. En 1498 su hijo Sancho Sánchez de Ulloa, primer conde de Monterrey, reconstruyó en nombre de su madre la capilla mayor del templo monasterial, donde está el sepulcro de la propia Inés junto al de Leonor de Mendoza, que fue la primera esposa de Lope Sánchez de Ulloa, padre de Sancho. También fue el mismo Sancho Sánchez quien rehabilitó el hospital del monasterio en 1502; la inscripción con la fecha y los escudos con las armas de los Ulloa y los Castro pueden verse todavía en la fachada del edificio que albergó el antiguo hospital.

Por esa época el monasterio del Sancti Spiritus recibió numerosos legados y donaciones, de modo que sus posesiones se extendieron por una amplia zona de la que percibía primicias, rentas y contribuciones, que le permitieron con el tiempo contar entre otras cosas con una importante farmacia y una afamada biblioteca. El Sancti Spiritus de Melide llegó a ser cabeza de todos los monasterios de su orden en Galicia y de él dependió también el hospital de peregrinos de Santa Catalina sito sobre el Camino Francés, en el lugar de Fonfría (Pedrafita do Cebreiro).

En la segunda mitad del siglo XV se produjeron varios levantamientos contra los arzobispos compostelanos, que tuvieron gran relevancia para Melide y en las que tuvo protagonismo el propio conde Sancho Sánchez. En tiempos del obispo Rodrigo de Luna (1451-1460) varios caballeros habían tomado la villa causando desperfectos en el castillo y en la muralla del burgo. Posteriormente, el escudero García de Reçimil se metió en la fortaleza por orden del conde Sancho, reparándola y realizando varias obras en ella. El corregidor de Enrique IV, Juan Pareja, reclamó el castillo y la villa de Melide al conde Sancho, que finalmente dio orden a su alcaide de desembargarla. Luis de Azevedo se la tomó a Pareja por la fuerza, llevando preso al corregidor y causando graves daños a la fortaleza. Más tarde en el transcurso de la segunda revuelta irmandiña (1467-1469) Pedro Álvarez Osorio, conde de Trastámara, derrocó las murallas de Melide toda vez que le había tomado la villa al arzobispo Alonso de Fonseca II (1464-1506). Acabada la revuelta dicho arzobispo dio permiso al conde Sancho Sánchez de Ulloa para que demoliera lo que restaba en pie del castillo para utilizar sus piedras en la construcción que estaba haciendo en el monasterio del Sancti Spiritus.

De la ruina en que quedó Melide tras las revueltas, resulta ser muy revelador que en la guía alemana de Hermann Künig von Vach del año 1495, se refieran a ella llamándola die zübrochenestat: la ciudad destruida, añadiendo que se encontraba ahí un hospital que no tenía mucho valor. Asimismo, en el itinerario de Arnold von Harff que recoge el viaje que realizó por Egipto, Venecia y Santiago entre los años 1496 y 1499, se nombra la Villa rumpeta, situándola entre Furelos y Boente.

Por entonces, los arzobispos de Santiago tuvieron que preocuparse de recobrar las jurisdicciones de la Iglesia Compostelana que estaban enajenadas o usurpadas. Así en 1530, la dignidad arzobispal del Apóstol ganó la ejecutoria en el Supremo Consejo de Castilla, en virtud de cual les fue devuelto el señorío de la villa y jurisdicción de Melide.

A lo largo de esta última centuria, tenemos constancia del paso por Melide de personajes de la mayor relevancia; algunos cronistas que los acompañaban nos relatan sus impresiones y nos ofrecen escuetas descripciones de cómo era la villa. Así el señor de Montigny, Antoine Lalaing, en su relación del viaje de Felipe “el Hermoso” a España en 1502 habla del regreso de Compostela por el camino do Cebreiro; el cortejo se paró a comer en la segunda jornada en Melide, de la que dice que era villa hermosa pero pequeña, donde había un castillo. Por otra parte, en el itinerario seguido hasta Santiago por el emperador Carlos V en 1520, consta que el sábado 24 de marzo almorzó en Portomarín, comió en Ligonde y cenó en Melide, donde pasó toda la jornada del día siguiente, asistiendo a la romería que se celebraba en honor de san Lázaro. El emperador se hospedó con los franciscanos del Sancti Spiritus; el lunes 26 salió de Melide, fue a comer en Dúas Casas y durmió ya en Santiago. En 1575 fue el arzobispo de Santiago quien facilitó una descripción de Melide al rey Felipe II, diciendo lo siguiente: “que era un pueblo de unos cien vecinos, la mayor parte de ellos mesoneros, del señorío temporal de la mitra compostelana y jurisdicción eclesiástica de Mondoñedo”.

En el memorial de las iglesias del obispado de Mondoñedo, remitida por el obispo de dicha diócesis en 1587, se incluye la iglesia de “San Pedro de Mellid”, que tenía 70 vecinos. Así mismo en el censo de población de la corona de Castilla del año 1594 figura que en el partido de “Villamellid”, en la provincia de Santiago de Compostela, había 75 vecinos pecheros.

A comienzos del siglo XVII, concretamente en el año 1607, el cardenal Jerónimo del Hoyo giró una visita al arzobispado de Santiago de la que dejó constancia en una extensa memoria en la que dice: “La villa de Mellid con su jurisdicción está a nueve leguas de Santiago y en medio del reino: Tiene 400 vasallos. Vale como mil reales al Juez”; en otro punto, el mismo cardenal anotó: “Junto a la villa de Mellid, a un lado della como se va de Santiago a mano derecha, en un cerrillo, había una fortaleça. Está ya en el suelo y sólo ay los vestigeos della. Junto a estos vestigeos pretendió un vezino de Mellid edificar una casa y los ministros del arçobispo no lo consintieron, por lo que puede ofreçerse que no aya casa junto a la dicha fortaleça”.

A mediados de esa misma centuria se construyó en el solar del castillo de Melide la capilla del Carmen.

Algo más tarde, en el año 1671, Mateo Segade Burgueiro, arzobispo de Méjico, hizo escritura de fundación y dote de la Obra Pía de San Antonio con doce capellanías y cátedras de latín, matemáticas y escuelas de niños pobres; la fundación estaba en la misma casa de su familia, situada en frente del monasterio del Sancti Spiritus. Anteriormente, concretamente en el año 1561, la casa solar de los Bugueiro había sido aforada por dicho monasterio a Fray Domingo do Porto, con la condición de erguirla con su torre y planta alta.

Ya en el siglo XVIII, con poco más de medio centenar de vecinos, consta que había en Melide seis posadas para peregrinos y estudiantes, tres capillas y dos iglesias (la del Sancti Spiritus fue muy reformada y agrandada en este siglo). Existían, además, cinco cofradías: la del Santísimo Sacramento, Ánimas, Santa Catalina, San Roque y la de Nuestra Señora del Carmen. Las noticias de la cofradía de Santa Catalina se remontan al final de la Edad Media y su historia se prolongó hasta el año 1819, momento en que desapareció. Fue una de las que más importancia tuvo, ya que agrupaba el gremio de los zapateros, curtidores y demás profesionales de la piel, cuya industria tuvo un gran desarrollo en toda la zona; fue la cofradía de Melide la que aunó a los representantes de otras cofradías afincadas en distintas comarcas de Galicia.

Del hospital de San Pedro de Melide sabemos que en 1732 no tenía rentas, ni bienes y tampoco disponía de camas para los pobres. En el mismo año, el hospital del Sancti Spiritus tan solo tenía cuatro camas.

En 1753 se dice en el Catastro de la Ensenada que las poblaciones y términos de la “villa de Mellid” y de la “feligresía de Santa María del mismo nombre” eran señorío del arzobispo de Santiago como dueño que era de la jurisdicción de “Mellid”, al que le contribuían los vecinos con 73 reales y 18 maravedís de vellón al año, por el servicio que se llamaba de “mula y cuchara” y no le pagaban otra cosa, excepto algunas rentas forales; además -entre otros beneficios- el arzobispo tenía el derecho de portazgo que percibía en su nombre el procurador general de la villa. Se registraban en el término 64 vecinos. Las más de las casas en que vivían se hallaban cargadas de pensiones y entre la parroquia de San Pedro y la de Santa María de Melide se contaban 11 casas arruinadas. Entre los que desempeñaban algún oficio o se dedicaban a las “artes mecánicas” había dos cirujanos, dos escribanos, dos tenderos de paños, un mercero, cinco herradores (tres de ellos de “obra gruesa”), dos carpinteros, once zapateros, ocho curtidores y un maestro guarnecedor. Se celebraba una feria todos los domingos de cada mes donde se vendían todo género de ganados y otras cosas. Había una taberna, tres hornos propiedad de particulares y un estanco de tabaco al por mayor. Algunas posadas servían a los estudiantes de gramática. Existía un hospital que solo era para alojar a los peregrinos que iban al apóstol Santiago, con 12 camas, sin que en él se curase de enfermedad alguna y tenía de renta anual 162 ferrados de centeno y 150 reales de vellón; en su administración intervenía el “Convento del Santo Espíritu”. Había además una botica que corría a cargo de un religioso del mismo convento, que era de la Orden Tercera de San Francisco y acogía entonces a treinta y tres religiosos de misa, un novicio y tres legos.

Del estado de las comunicaciones y carreteras que se cruzaban en la villa, nos da idea la petición de resolución que en el año 1773 hizo el juez ordinario de Melide al intendente general “para redificar dhi Camino y vereda real […] por allarse muy arruinado yntransitable para las tropas, Carruajes y mas que ocurre del real servicio de S. M. y Correo Semanario que sirve la Carrera de la Ciudad de la Coruña a la de Orense y Villa de Chaves”.

A comienzos del siglo XIX, en la Descripción Económica de Galicia de Lucas Labrada, publicada en el año 1804, se dice de la industria de esta población que tenía algunos pilos de curtidos. Aparece también una reseña a la feria que se celebraba en Melide cada último domingo del mes; a ella se llevaban los mismos productos que a la de Arzúa, es decir: ganado vacuno y caballar, lechones, gallinas, huevos trigo y centeno. Al mercado que se hacía cada domingo se llevaba trigo, centeno y maíz. Con respecto a las comunicaciones dice Lucas Labrada que el camino que desde Melide pasaba por el lugar de Furelos y sus cercanías necesitaba ser reparado y hacer “algunos puentecillos de fácil construcción”.

En 1826 Sebastián Miñano anotó en su Diccionario que había en Melide un convento de terceros de San Francisco y un palacio bastante deteriorado, propio del marqués de Corvera, que se llamaba de San Antonio por estar en él la fundación pía de la capilla de este santo. Así mismo había un hospital ruinoso y una estafeta para la correspondencia de la provincia de Lugo y Santiago. Se celebraba mercado todos los domingos y feria todos los últimos de cada mes, en el cual se hacía bastante tráfico de ganados yeguar y vacuno, con algún comercio de paños, quincalla, herraje, jabón, sal y otros productos. Había administración subalterna de tabacos. Carecía de cárcel, pero cuando había algunos reos se les detenía por turno en casa de uno de los vecinos, que se titulaba alcaide carcelero.

Tras la desamortización de 1835 que trajo consigo la exclaustración de los monjes franciscanos, el monasterio del Sancti Spiritus quedó abandonado. En ese mismo año, en el transcurso de las guerras carlistas, el Gobierno ordenó acuartelar las fuerzas en el suprimido monasterio y dispuso que se fortificase, alzando barricadas en las calles que conducían al reducto. También se cerró la capilla de San Antonio para garantizar la seguridad de las tropas que igualmente estaban acuarteladas en el palacio anexo que había acogido la Obra Pía de San Antonio. Cuando esto sucedió, ese edificio estaba casi deshecho, albergaba ya las oficinas del concejo y los fines de la antigua fundación no se cumplían.

En 1836, en un informe dado por la Diputación Provincial sobre el destino que se podría dar a los edificios del convento de Melide se dice: “La iglesia del Convento de Mellid, podría tal vez quedar de parroquia, deshaciéndose la que se titula tal y el resto del monasterio, que podrá disponerse de su piedra y construir en el sitio de él una plaza con los tinglados”; fue precisamente esto lo que se hizo.

En el año 1842, la del el Sancti Spiritus pasó a ser iglesia parroquial en lugar del antiguo templo de San Pedro, que finalmente terminó por ser demolido. El hospital anexo al monasterio siguió funcionando aún después de la exclaustración, hasta que su edificio fue vendido por el Estado.

En 1848 dice Madoz que en la casa que había sido el hospital del Santo Espíritu, se había habilitado una pieza para servir de cuartel a un destacamento de infantería y en relación a la iglesia del mismo convento añade el autor, que una vez fue cedida a la villa, se había reparado con las limosnas de los fieles. Del patronato de la Obra Pía de San Antón anota Madoz que, aunque seguía percibiendo las rentas correspondientes, no cumplía con ninguna de sus cargas desde el año 1834; con ello la instrucción pública en Melide, había quedado reducida a una escuela privada y poco concurrida.

Según el propio Madoz, la villa junto con los arrabales del “Campo de San Roque”, del “Campo Grande” y de “Vista Alegre” reunían en su conjunto 150 casas; había muchos pozos de agua potable y solo una fuente llamada de Sabián, que se encontraba al sudoeste de la población, sobre la vereda que iba a Santiago; esta vereda y los otros caminos de Melide estaban en mal estado. Por entonces la industria y el comercio que predominaban aquí, eran la de artesanía, herrería e instalaciones para elaborar harina, también había panaderías, tabernas y abacerías. Existía una botica y algunos mecánicos denominados de primera necesidad. Las ferias se celebraban los días 15 y el último domingo de cada mes y se beneficiaba ganado vacuno, caballar, mular y de cerda, además se comercializaban paños, quincallería, herrajes, comestibles, frutas y pescados. A las ferias, así como al mercado que se celebraba en la plaza del convento todos los domingos, acudían vecinos de toda la comarca.

También fue en el siglo XIX cuando se derrumbó la muralla medieval y se proyectó el trazado de las carreteras generales de Santiago a Lugo y da Coruña a Ourense, que se cruzaban en Melide ante la antigua puerta de la villa, punto que se convirtió en el centro neurálgico del nuevo núcleo urbano.

En el itinerario militar de Lugo a Santiago del año 1866 se dice de la villa de Melide que tenía 166 vecinos.

Ya en las primeras décadas del siglo XX, nos dice Carré Aldao, que se contaban en Melide 975 habitantes de hecho y 1.013 de derecho; en el arrabal de San Roque eran 96 los de hecho y 97 los de derecho, mientras que en el Campogrande había 124 de hecho y 129 de derecho. La edificación en el casco de la población ascendía a 244 casas, había otras 20 en el “Campo de San Roque” y 26 en el “Campo Grande”; la mayor parte de estas casas tenían dos plantas, aunque había algunas de tres pisos. Las ferias y el mercado seguían celebrándose con la misma regularidad que en tiempos de Madoz y además de las fábricas de harinas, había otras de aserrar madera, de chocolates, de curtidos, gaseosas, zuecos, quesos, velas de cera y de tejas.

En los años setenta de esta última centuria figura en la Gran Enciclopedia Gallega que había en la capital del municipio de Melide 2.396 habitantes.

Fuentes y bibliografía

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