Municipio de la provincia da Coruña, atravesado de este a oeste por el Camino Francés. Limita al norte con el municipio de Boimorto y con el de Sobrado dos Monxes, al este con el de Toques, al sureste con el de Palas de Rei, al sur con el de Santiso y al oeste con el de Arzúa.
Consta de veintiséis parroquias, de las que seis son jacobeas: San Mamede do Barreiro, San Xoán de Furelos, Santa María do Leboreiro, Santa María de Melide, San Pedro de Melide y San Vicente de Vitiriz. Las feligresías que no son atravesadas por el Camino Jacobeo son: San Cosme de Abeancos, San Salvador de Abeancos, Santalla de Agrón, Santa María dos Ánxeles, Santiago de Baltar, Santa María de Campos, Santo Tomé de Castro, San Pedro de Folladela, San Xoán de Golán, San Martiño de Gondollín, Santa María de Grobas, Santiago de Xubial, San Pedro de Maceda, Santiago de Meire, San Martiño de Moldes, Santa Cristina de Orois, Santa Mariña de Pedrouzos, San Xoán de San Cibrao, San Martíño das Varelas y San Xiao de Zas de Rei.
Su superficie son 101,3 km2. Tenía 7.406 habitantes en el año 2019 y su densidad era 73,1 hab./km2.
Sus tierras pertenecen a las cuencas fluviales del río Furelos (la más extensa), del río Boente y del río Iso; todas tienen en común que desaguan sobre la margen derecha del río Ulla.
Posee dos unidades de relieve y dos sectores marginales: en primer lugar, las estribaciones meridionales de los montes del Bocelo, que se ramifican de las sierras occidentales galaicas y ocupan el tercio septentrional del municipio; son de pequeña altitud, superando apenas los 800 metros. En segundo lugar, el área centro-sur de mayor extensión y de menor altitud es el denominado bloque de Melide; está regado por varios ríos y por numerosos arroyos y posee una pequeña elevación en el centro. En tercer lugar, un sector de cierta altitud en el extremo sur-oriental; supera por poco los 700 metros. Por último, un sector noroccidental de menor altitud perteneciente a la cuenca fluvial del río Iso.
El clima de Melide es oceánico, las influencias continentales son tenues y adquieren mayor autoridad los caracteres húmedos, de ahí que el dominio o variedad sea muy húmedo y templado-cálido en las tierras bajas, e hiper-húmedo y templado en las tierras altas. En efecto, las precipitaciones son generosas: cerca de 1.400-1.500 mm. de media al año. La estación más lluviosa es la invernal, con poco menos de cuatro décimas partes; le siguen las estaciones intermedias con cerca de un cuarto cada una (algo más en el otoño) y en el estío aparece una clara sequía: recoge cerca de una doceava parte. De inviernos más suaves que rigurosos y de veranos más que cálidos, secos. La temperatura media anual es de 11-12º C; la temperatura del mes más frío es algo superior a 6,5º C de media y la temperatura del mes más cálido se encuentra entre 16 y 17º C, también de media.
Para algunos autores los asentamientos del término de Melide están más cercanos de ser concentrados que dispersos. Para otros, las entidades de población aparecen de manera diseminada y afloran con frecuencia casas aisladas.
Al igual que el resto de municipios jacobeos, ha habido un factor que interviene y modifica los asentamientos: la cercanía y el paso de las vías de comunicación; éstas, por ende, crean asentamientos laxos y lineales. La principal vía de comunicación que atraviesa el término de este a oeste es la carretera N-547 que une Santiago de Compostela y Lugo; corre en paralelo con el Camino Francés. De menor importancia es la C-540 que comunica Agolada y Vilasantar. Esta carretera está trazada sobre el antiguo Camino Real que, de norte a sur, ponía en comunicación los principales puertos marítimos del arco coruñés con las comarcas interiores de las provincias de Pontevedra y Ourense; en los arrabales de Melide confluye en esta vía el Camino Primitivo o Camino de Oviedo que, procedente de Asturias, va a Santiago pasando por Lugo.
Dentro de los caracteres de los asentamientos melidenses hay un hecho distinto y especial que altera el hábitat: el crecimiento de la cabecera municipal que tiene una población cinco veces mayor que a comienzos del siglo pasado. Mientras la cabecera crece, la población del resto del municipio disminuye; el municipio ha perdido un cuarto de la población de 1950. En consecuencia, el núcleo principal ha ido absorbiendo y atrayendo a la población de las aldeas y parroquias cercanas; no obstante, no ha sido capaz de frenar el despoblamiento. Así pues, la población municipal decrece de manera lenta y continua y proseguirá en los próximos decenios: los mayores de sesenta años son algo más de tres de cada diez personas y los menores de quince años son uno de cada diez habitantes.
En Melide sobresalen con claridad los empleados en el sector de los servicios: son algo más de la mitad; vienen después los ocupados en el sector de la industria y de la construcción con tres de cada diez empleados y, por último, los que se dedican a la agricultura son uno de cada seis trabajadores.
Ha sido lugar común en los municipios jacobeos el tránsito de una economía y unos modos de vida cerrados y autárquicos a una economía de mercado con una o varias especialidades; Melide es un caso más. Hasta mediados del siglo XX sus habitantes cultivaban los campos: ora cereales, ora patatas, pocas legumbres y algo más de maíz; criaban varias clases de ganado: bovino, porcino, aves de corral; se alimentaban de lo que cultivaban y criaban y poco más. Los mejores productos y las mejores crías eran vendidos en las ferias y destinados para el abastecimiento de los principales núcleos urbanos de Galicia; con los beneficios los habitantes de Melide compraban lo necesario.
Sin embargo, esos caracteres han evolucionado hacia otros objetivos y hacia una doble especialización: los ganados bovino y porcino. Este posee casi cuatro veces más unidades que a comienzos de los años ochenta y aquel ha doblado en el último cuarto de siglo su número de cabezas. Las tierras están ahora preparadas para la alimentación del ganado ya sean forrajeras y maíz, ya sean pastos y prados; la obtención de mayores ingresos con la venta de leche ha derivado en la sustitución de la raza rubia gallega por la frisona.
En rigor esta evolución, unida al despoblamiento y envejecimiento demográfico, ha tenido otros efectos: por un lado, el abandono de casas, cobertizos, cuadras y vaquerías (algunas han sido reutilizadas) y por otro, la construcción de instalaciones agrarias modernas. Otro aspecto ha sido la disminución en un tercio desde comienzos de los años sesenta del número de parcelas explotadas. Una última consecuencia ha sido el hecho de que apenas haya agricultores jóvenes.
A mediados del siglo XIX las industrias tradicionales en Melide eran la transformadora, las instalaciones para elaborar harina y la fabricación de telas y de tejidos. En cambio, siglo y medio más tarde, había 150 establecimientos comerciales y algo más de 700 empresas: tres de cada diez de industria y de construcción y el resto dedicadas a los servicios; menos quince, eran microempresas.
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