Municipio de la provincia de Lugo atravesado de este a oeste por el Camino Francés. Limita al este con los municipios leoneses de Vega de Valcarce y Barjas, al norte, con los de As Nogais y Cervantes, al sur, con el de Folgoso do Courel y al oeste con los de Triacastela y Samos.
Consta de doce parroquias; las jacobeas son seis, a saber: Santa María do Cebreiro, San Xoán de Fonfría, San Xoán de Hospital, Santo Estevo de Liñares, San Xoán de Padornelo y San Xoán de Louzarela. Entre tanto, las parroquias por donde no discurre el camino jacobeo son: San Vicente de Lousada, Santo Antón de Pedrafita do Cebreiro, Santa María Madanela de Riocereixa, Santa María de Veiga de Forcas y San Martiño de Zanfoga.
Su superficie es de 104,9 km2. Tenía 1.001 habitantes en 2019 y su densidad era de 9,5 hab./km2.
El término municipal se integra en su totalidad en el denominado bloque do Cebreiro sito en las sierras orientales de Galicia, que son prolongación de la Cordillera Cantábrica.
El bloque do Cebreiro consta de dos unidades de relieve: por un lado, las áreas menos elevadas que constituyen los accesos naturales de penetración y de comunicación con el exterior y, por otro lado, las áreas de montaña que superan los 1.200 e incluso los 1.500 metros de altitud. Dentro de esta segunda unidad, nos encontramos con la sierra del Piornal al norte, los montes de los Ancares al noreste, los del Courel al sureste y los de Lóuzara al oeste, todos ellos bordeando el término y con los montes do Cebreiro y la sierra do Rañadoiro, que lo dividen en varias cuencas fluviales.
Las montañas han sido modeladas por varios agentes erosivos: fluvial, glaciar y periglaciar que, dependiendo de la variedad litológica, han creado distintas formas dentro de un llamado complejo glaciar simple; esto es: valles en artesa y circos (pequeñas depresiones), morrenas (materiales trasportados por el glaciar), tills (materiales depositados por el glaciar), terrazas fluvio-glaciares y lagunas glaciares.
Los ríos y arroyos del municipio pertenecen a varias cuencas fluviales. La mitad meridional desagua en el río Lor, afluente del río Sil. Las áreas occidentales vierten en su mayor parte al río Louzarela, afluente del río Lor y un pequeño sector al río Santalla. Las áreas septentrionales discurren hacia al río Navia y unos pocos arroyos afluyen al río Valcarce, sub-afluente del río Sil.
El clima es oceánico de montaña de dominio hiper-húmedo y debido a su situación, posee atributos mediterráneos que se manifiestan especialmente en los veranos suaves y secos, mientras que los inviernos son rigurosos y largos. Las precipitaciones medias anuales son abundantes: de 1.250 a 2.100 mm. El invierno es la estación más lluviosa reuniendo algo más de un tercio del total de las precipitaciones, a menudo en forma de nieve; el otoño recibe poco menos de un tercio, la primavera algo menos de un quinto y el estío no recoge siquiera una décima parte. La temperatura media anual es de 8º C. La temperatura media del mes más frío no llega a 1º C y la media del mes más caluroso -en este caso agosto- ronda los 16º C.
Los asentamientos poblados del término municipal son concentrados; en general se podría decir que son pequeñas entidades que han aprovechado los factores naturales favorables, como son la orientación hacia el sur, los abrigos del viento y los emplazamientos a media ladera, fuera de fenómenos de inversión térmica y de la humedad de los fondos de valle. También cuentan los factores humanos, en cuanto a un mejor aprovechamiento del sistema de ayudas mutuas y para desarrollar la explotación comunal del monte.
Que el municipio esté situado entre sierras de difícil acceso y en tierras más olvidadas que deprimidas, ha originado una fuerte despoblación que comenzó con una persistente emigración. En efecto, esa decadencia demográfica ha sido tan severa y amplia, como grave y continuada: actualmente ha perdido tres cuartas partes de la población de 1910. Ocurre que esta situación de éxodo y abandono es más posible que continúe, que sea paralizada: entre cuatro décimas partes y la mitad de la población es mayor de sesenta años y los menores de quince años son uno de cada veinticinco habitantes (valor no igualado en el resto de municipios jacobeos). Estos hechos han influido en el hábitat: muchas casas y edificios han sido abandonados y, por contra, a lo largo de las vías de comunicación han aparecido viviendas que demuestran un hábitat laxo y lineal.
La principal vía de comunicación es la carretera N-VI, que atraviesa el ayuntamiento de este a oeste. Carretera secundaria es la que le comunica con Folgoso do Courel (LU-651) y la que le enlaza con Triacastela (LU-634), esta última sigue el trazado del Camino Francés.
En el año 2017 los afiliados en alta laboral eran 360, siendo 102 los empleados en la agricultura, 25 en la industria, 35 en la construcción y 198 en el sector de los servicios.
La economía, su explotación tradicional y sus modos de vida han evolucionado desde la segunda mitad del siglo pasado. Hasta esa fecha los caracteres agrarios estaban orientados hacia el autoconsumo a través de un sistema agro-silvo-pastoril. En cambio, el sistema ha ido modificándose hacia el abastecimiento del mercado urbano con carne vacuna y en menor medida con productos lácteos y con carne porcina; el ganado bovino ha alcanzado una presencia elevada y ha aumentado sus unidades en dos tercios desde comienzos de los años ochenta del siglo XX (sus quesos artesanos son Productos Gallegos de Calidad tras la denominación de origen do Cebreiro).
Si antes los campos se hallaban con cultivos tradicionales bien cereales y frutales, bien nabos y patatas, ahora cada vez más su presencia es menor y ora han sido abandonados (las tierras labradas han disminuido en los últimos treinta años, ocho décimas partes), ora han sido sustituidos por prados, por cultivos forrajeros y por maizales destinados a la alimentación de la cabaña ganadera; si hace años los huertos estaban en los entornos de los pueblos, hoy apenas quedan personas que puedan cultivarlos; si antes los sotos, las laderas, las cumbres y el resto de lugares tenían su función dentro del conjunto, ahora, tras haber sido abandonados y si no han sabido adaptarse a esa evolución, han sido recolonizados en principio por especiales arbustivas y después por especies arbóreas, añadidas a los procesos de plantaciones de especies alóctonas; si los rebaños lanares y los hatos bovinos pastaban en las solanas y en las cumbres en verano, ahora apenas hay cabaña ovina y la bovina, en vez de en las antiguas tenadas y majadas, es guarecida, en ocasiones, en nuevas instalaciones.
De todos modos, si la evolución de ese sistema ha tenido repercusiones en los caracteres ecológicos y en el paisaje, el sistema tradicional que había sido mantenido desde el medioevo tuvo consecuencias medioambientales negativas: por un lado, una degradación de los componentes edáficos, un ambiente más seco colonizado por plantas amantes de la sequedad y del fuego y una mayor fuerza erosiva y, por otro lado, hubo un descenso de las áreas forestales después de la instalación de herrerías -desde el siglo XVII hasta el siglo XIX- en los alrededores.
La industria destacada en el antiguo sistema era la agropecuaria que producía harina, quesos y manteca; había además varias instalaciones caseras de tejidos y los llamados artesanos de primera necesidad. En 2016, había 166 empresas: 104 dedicadas al sector agropecuario, 4 a la industria, 5 a la construcción y 54 al sector servicios; 160 de ellas tenían entre cero y dos asalariados, cinco entre tres y cinco asalariados y tan solo una, entre 20 y 49 asalariados.
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