Entidad de población del Camino Francés en la parroquia de Santa María de Vilavella, municipio de Triacastela, provincia de Lugo. Está situada entre los lugares de Lamas, al este, y de Ramil y de Triacastela, al sudoeste. Su altitud es cercana a 750 metros. Tenía treinta y un habitantes en 2019.
Por Vilavella (antiguo burgo de Triacastela) pasa el llamado Camino Concejil” que hoy tan solo funciona para servicio de los vecinos, aunque originariamente fuese un tramo más del antiguo itinerario jacobeo que bajaba desde O Biduedo por los lugares de Lamas, A Lagúa, O Castiñeiro, Vilavella y Ramil. También es posible atajar distancias yendo do Biduedo a Vilavella por el lugar de Vilar.
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| Lugar de Vilavella. |
La población de Vilavella constituye en sí misma un conjunto de casas de labradores con sus construcciones auxiliares, que fueron edificadas al modo tradicional con muros de mampostería enlucida, carpinterías de madera y cubiertas de losa de pizarra. Entre las casas destaca la iglesia parroquial de Santa María, que conserva parte de su fábrica románica, aunque fue muy reformada en el siglo XVIII. La iglesia con su cementerio se encuentra encaramada en un repecho de la ladera que se alza en el extremo sudeste de la población, a la que domina desde esa altura. Al pie de la iglesia se localiza la Casa da Veiga, que fue casa rectoral y hoy en día está rehabilitada como alojamiento de turismo rural.
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| Iglesia parroquial de Santa María de Vilavella, vista desde la casa rectoral. |
Saliendo en dirección a Santiago de Triacastela, se localizan las ruinas de una antigua capilla de dedicada a san Lázaro. En dirección contraria se encuentra a orillas del río Teixido la llamada Veiga do Hospital, topónimo que en la actualidad se refiere a un despoblado donde hasta hace poco se podían ver restos de edificaciones en ruinas que los vecinos no dudan en identificar por tradición como un antiguo establecimiento hospitalario.
Al otro lado del valle y a unos 500 metros de distancia de Vilavella está la Casa Grande de Pacios, construida en la primera mitad del siglo XVII; los escudos heráldicos que forman las cimeras de los retablos laterales de la iglesia parroquial de Santa María de Vilavella pertenecen a las armas de los dueños de esta casa que fueron los Quiroga. La casa de Pacios, que fue recientemente rehabilitada y dedicada al turismo rural, se encuentra al pie del Castro de Lagares, uno de los tres que, según algunos autores, dieron nombre a la tierra de Triacastela.
Hasta del primer cuarto del siglo XIII cuando las fuentes documentales y bibliográficas se refieren a Triacastela, como entidad de población, lo hacen con toda probabilidad en relación al lugar de Santa María de Vilavella. Sabemos, gracias a la documentación del monasterio de Samos, que era ahí donde se emplazaba el antiguo burgo de Santa María de Triacastela, que podría haber sido la cabecera del territorio homónimo, antes de que en las primeras décadas del siglo XIII el rey Alfonso IX de León fundase la puebla de Triacastela nova, sita en la divisoria de las actuales feligresías de San Breixo da Balsa y Santiago de Triacastela.
En el libro I del Códice Calixtino (siglo XII) se cuenta que en Triacastela, igual que en Barbadelo y Portomarín, se presentaban los hosteleros compostelanos haciéndose los encontradizos con los peregrinos para recomendarles posadas en la ciudad de Santiago, donde acababan estafándoles en los precios por la venta de objetos, cambio de moneda y pupilaje. En el libro V del mismo códice se habla de Triacastela como término de la undécima jornada a Compostela, entre Villafranca del Bierzo (provincia de León) y Palas de Rei (provincia de Lugo); en otro capítulo del mismo libro se citan los pueblos y lugares más destacados del Camino de Santiago mencionándose Triacastela, de la que se dice que estaba ya en Galicia, al pie del mismo Monte do Cebreiro, donde los peregrinos cogían una piedra y la llevaban consigo hasta A Castañeda (Arzúa) para hacer cal con destino a la obra de la basílica del Apóstol; el texto alude sin lugar a dudas a las canteras de piedra caliza que se concentran en torno al lugar de Vilavella.
También a comienzos del siglo XII, en la Historia Compostelana se vuelve a mencionar Triacastela cuando se narran diferentes hechos y episodios acaecidos en vida del obispo de Santiago, Diego Gelmírez; los de más relevancia por lo que se refiere al lugar están relacionados con los dos primeros viajes que, tras la muerte de su padre, hizo la reina Urraca de Castilla a Galicia. En 1111 la reina se dirigía a Santiago para reprimir y castigar a los que, en contra de su voluntad, proclamaron rey a su hijo en la basílica compostelana; en esa ocasión Urraca reunió su ejército cerca de Triacastela y desde Melide envió mensajeros suyos al obispo Gelmírez. En su segundo viaje tan solo un año después, en 1112, el obispo Gelmírez la acompañó hasta Triacastela en la campaña emprendida contra su segundo marido Alfonso I de Aragón. Estos dos episodios ilustran la importancia del Camino de Santiago no solo como itinerario jacobeo, sino también como eje estratégico militar de primera magnitud, al ser una de las principales vías de entrada y salida de Galicia.
Los orígenes del lugar de Vilavella se encuentran en la fundación del monasterio de Santa María y de San Paio de Triacastela; en el año 989 el monje Menendo Emeteriz donó a dicho monasterio numerosos bienes y posesiones de su propiedad.
Un siglo más tarde, concretamente en el año 1098, nos volvemos a encontrar la heredad de sanctam Mariam de Triacastella, que era por entonces de Munio Núñez.
En el año 1119, la iglesia de Santa María y San Paio fue donada por Alfonso Muñiz al monasterio de San Xulián de Samos. Poco después, Santa María de Triacastela aparece en el inventario realizado en 1125 por el abad Pedro Froilaz de todas las heredades del susodicho monasterio acrecentadas desde el comienzo de su prelancia.
En el año 1149 encontramos una noticia referida a la iglesia de Santa María que deja clara constancia de su ubicación en el burgo de Triacastela, sobre la margen del Camino Francés hacia el lado del mediodía según se venía de Santiago: ecclesia nostra sita est in Burgo Triacastelle redeuntibus a sancto Iacobo a parte meridiana. Consta en el correspondiente documento que esta iglesia, que por entonces era propia del monasterio de Samos, le fue concedida por la comunidad al archidiácono de León, Pedro Giráldez a cambio de que, en cualquier momento, in eadem eclesia sancte Marie de Triacastella diese refacción al abad o a otra persona que el abad exigiese, y cada año, en el mes de noviembre por el día de san Martín, diese igualmente un yantar a los monjes en el monasterio de Samos. A la muerte del archidiácono la iglesia debía volver al monasterio libera et quieta. En otro documento fechado en el mismo año aparece el archidiácono Pedro con todos los feligreses de la iglesia de Santa María, como confirmante de una venta en el propio lugar de Triacastela.
En el año 1159 nos encontramos al concejo de Triacastela rubricando una carta en la que se da noticia del pleito sostenido por la posesión de la iglesia de San Salvador de Toldaos.
En 1175 aparece nombrada en Triacastela la ecclesiam Sancte Marie de Burgo entre las posesiones que eran del monasterio de Samos, concretamente en la confirmación que otorgó el papa Alejandro III a dicho monasterio de todos sus derechos jurisdiccionales y patronales.
En 1212 el abad de Samos, Egidius, donó a los monjes de Samos unas casas que él mismo había comprado en Triacastela.
Precisamente debió ser en estos primeros años del siglo XIII cuando el rey Alfonso IX fundó la nueva población de Triacastela, que fue emplazada a unos dos kilómetros y medio de distancia al oeste de la iglesia de Santa María. En 1228 la creación de la nueva población era ya un hecho consumado, ya que en ese año el rey concedió a la Orden de San Juan del Hospital la iglesia de San Xoán do Barrio de Trives a cambio de la iglesia que el propio rey les había donado anteriormente en la población que había hecho en Triacastela nueva. El éxito de la nueva fundación supuso que el burgo de Santa María quedase relegado a un segundo plano, perdiendo de forma progresiva su antigua importancia.
En 1260, en el testamento de Juan Pedro Bugarel, se habla ya de la iglesia de Sancte Marie de Triacastella de Villa Vétere y también de un sitio de su propio entorno llamado de Ospitale.
En el año 1285 por permuta realizada entre el monasterio de Samos y García Gonzálvez de Valboa, junto con su mujer Mayor Fernández, el monasterio recibió en la “Villa Vella” cuanta heredad allí tenían los dichos García Gonzálvez y Mayor Fernández. En los años 1295 y 1299 el abad Macia de Samos compró distintas heredades en Montono y Vilar su sino de Santa Maria de Villa Vella.
En una carta de foro hecha en 1422 se dice que Mendo da Ribeira, vecino de Triacastela, otorgó a Alonso de Villar y a sus herederos el fuero que le pertenecía por el lugar “do Conçello e na Vilabella suo sino de Santa María da Vilabella”. El traslado de esta carta se incluye en el expediente del pleito que en las primeras décadas del siglo XVII sostuvo el monasterio de Santa María de Penamaior contra Pedro López da Ribeira por el lugar y heredades de Vilavella. En el interrogatorio de este mismo pleito, efectuado en el año 1602, algunos de los testigos, remontándose en la memoria a los años finales del siglo XV o comienzos del siglo XVI, se refieren al conde de Lemos Rodrigo Enríquez Osorio diciendo que había tomado los lugares y casar dos Reguengos y Concello, que habían sido del lugar de Vilavella y su concejo.
Al concejo de Vilavella se alude también en el apeo del partido de Triacastela hecho por el abad Juan de Frómista en 1587, donde se dice de una determinada propiedad que por la parte de abajo delimitaba con la heredad de San Lázaro y por la parte de arriba con la heredad del concejo y de la iglesia de Vilavella. Consta en este mismo apeo que el monasterio samonense concentraba en el término de Santa María de Vilavella numerosos bienes y propiedades, que mayormente los tenía aforados.
Nos dice Arias Cuenllas, que en 1623 se celebraron las bulas de concordia entre el obispo de Lugo y el abad de Samos, por las que el abad cedía al obispo la presentación de dieciocho beneficios de que disfrutaba el monasterio fuera del coto de la abadía, si bien se reservaba el derecho de patronato de los mismos; entre las feligresías afectadas se cita Santa María de Vilavella.
En 1752 consta en el Catastro de Ensenada, que la mayor parte de lo comprendido en la parroquia de Santa María de Vilavella era señorío de la condesa de Lemos. Existían dentro del término 8 molinos hidráulicos y 3 tabernas temporales dependientes del vecindario. Había un tendero y tres arrieros; sin embargo, no se registraban mercaderes al por mayor. Por estas fechas, se dice que no había en Vilavella hospital alguno.
En la descripción del itinerario militar de Narón a Pedrafita por Portomarín del año 1866 consta que la aldea de Vilavella tenía 11 vecinos.
Amor Meilán nos dice en las primeras décadas del siglo XX, que este lugar de Vilavella junto con los de de “Castiñeiro, Chao do Monte, Fillobal, Teijo, Viduedo y Vilar”, eran los que estaban comprendidos en la feligresía de Santa María de Vilavella. En los años 70 de esta misma centuria consta, en la Gran Enciclopedia Gallega, que Vilavella tenía 46 habitantes.
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