SANTIAGO DE COMPOSTELA, catedral de

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Vista de Santiago de Compostela con la catedral al fondo.

Foto de Manuel Chicharro Bisi (1849-1927). Archivo Fotográfico Chicharro del IEGPS.

LOS ORÍGENES

El sepulcro apostólico

La Historia Compostelana, escrita a mediados del siglo XII a instancias del arzobispo Diego Gelmírez, sitúa el descubrimiento del sepulcro jacobeo en las primeras décadas del siglo IX durante el reinado de Alfonso II de Asturias, siendo el obispo Teodomiro de la diócesis de Iria el que, inspirado por la gracia divina, encontró entre los arbustos de un bosquecillo una pequeña casa que tenía dentro una tumba de mármol. A la vista de los sucesos celestiales que allí acontecían, el obispo consideró que esta tumba era la de Santiago Apóstol, por lo que se dirigió enseguida a dar tan gran noticia al rey, que fue en persona hasta el lugar y levantó allí una iglesia.

Lo que había en el bosque de la Historia Compostelana eran las ruinas de un asentamiento romano que se extendía entorno a lo que hoy es la Praza da Quintana de la ciudad de Santiago. Por los restos arqueológicos encontrados, sabemos que los primeros momentos de su existencia se encuadran entre la segunda mitad del siglo I d.C. y principios del siglo III d.C.  Tuvo continuidad en época bajo-imperial, siendo abandonado en el siglo V d.C., aunque los estudiosos del tema no descartan la incidencia en la zona de cierta actividad antrópica en el transcurso de los siglos VI y VII d.C.

Al oeste de este asentamiento transcurría una vía que llevaba a la población de Iria Flavia, ubicada muy cerca del antiguo puerto de Padrón donde, según la tradición, arribó la barca que trajo a Galicia los restos del Apóstol. En las márgenes de la vía y a las afueras del núcleo habitado se extendía la necrópolis en la que estaba integrada el mausoleo funerario que Teodomiro identificó con la tumba de Santiago. La cripta que hoy permanece abierta bajo el altar mayor de la catedral, donde se guarda el arca apostólica, corresponde al cuerpo bajo de este antiguo mausoleo.

Arca del sepulcro apostólico.

La iglesia de Alfonso II

Los reyes asturianos fueron los primeros interesados en promover el culto jacobeo y la peregrinación a Santiago. El hallazgo de la tumba del Apóstol supuso un hecho transcendental, que fue utilizado por la monarquía astur como instrumento aprobatorio de su ideario político y religioso, reafirmando sus aspiraciones de constituirse como herederos del antiguo orden visigodo y legítimos representantes de la organización eclesiástica. Santiago Apóstol se convirtió en el patrón de la institución monárquica, siendo su principal avalador en la lucha mantenida contra el islam.

La iglesia que levantó Alfonso II en Compostela era de estilo prerrománico asturiano y tal y como se especifica en la documentación medieval, se trataba una obra pequeña de piedra y barro, en la que destacaba el dintel esculpido de la portada principal. Por los restos conservados sabemos que el templo constaba de una nave rectangular, de unos veinte metros de largo por siete de ancho, estando el edículo sepulcral integrado en su cabecera orientada al naciente. El conjunto pudo haberse completado con un atrio en el lado occidental, precediendo a la entrada, y con un baptisterio exento dedicado a San Juan Bautista situado, con toda probabilidad, junto al muro norte de la iglesia.

Alfonso II estableció una comunidad de doce monjes guiados por el abad Idelfredo para que se hiciesen cargo del culto jacobeo. Demarcó entonces un área de unas tres hectáreas delimitada por cercas que comprendía tanto la iglesia y la residencia del obispo como el terreno asignado a la comunidad monástica; este núcleo primigenio es lo que trascendió como Locus Sanctus o lugar santo del beato Jacobo.

La iglesia de Alfonso III

La creciente afluencia de peregrinos, junto con los planes de reorganización de la urbe compostelana llevada a cabo por el obispo Sisnando I en los tiempos del rey Alfonso III de Asturias, propiciaron que a finales del siglo IX se construyese un nuevo templo en sustitución de la iglesia levantada por Alfonso II. Este segundo edificio fue consagrado el 6 de mayo del año 899, pero apenas un siglo después —en el año 997— sufrió la destrucción a manos de las tropas de Almanzor. Hacia el año 1103, el obispo Pedro de Mezonzo se encargó de su reconstrucción, permaneciendo en pie hasta el año 1112 cuando fue definitivamente derribado al estar ya muy avanzada la construcción de la catedral románica.

La iglesia de Alfonso III, también de estilo prerrománico asturiano, contaba con inusuales proporciones y una insólita riqueza ornamental basada en piedras marmóreas procedentes de Coria, ciudad musulmana que recientemente había sido tomada por los cristianos. Según consta en el Acta de Consagración este templo contaba, además de con un altar ofrecido a Santiago, con otros tres dedicados al Salvador, a San Pedro, y a San Juan Apóstol. Sus muros eran de mampostería trabada con argamasa y barro para después ser enlucidos con revoco blanco de cal y arena y se utilizó el granito para ennoblecer algunas de sus partes como vanos, peldaños y esquinales. Las ventanas presentaban arcos de herradura con baquetones o con un sencillo alfiz. El pavimento (usado en otros templos asturianos de la época) era de hormigón rojizo compuesto por argamasa de cal con pequeños trozos de ladrillo sobre el que se aplicaba una capa de grava menuda de cuarzo de no menos de cinco centímetros de espesor. La techumbre se resolvió con madera.

En planta, el edificio contaba con un ábside de cabecera rectilínea que acogía en su interior el primitivo mausoleo. Al ábside le seguían tres naves de unos veintitrés metros de longitud, separadas por siete pilares y dos pilastras de sección cuadrada en cada lado encardadas de dividir el espacio en ocho tramos. El ancho desigual de las naves otorgaba singular preminencia a la central, de ocho metros, quedándose las laterales en un ancho de tres metros. Adosado a la fachada occidental, en línea con la nave central y con su misma anchura, se desarrollaba un pórtico, abierto por tres lados. Este estaba dividido por pilares cuadrados en dos tramos y su pavimento se encontraba ligeramente más bajo que el del resto del templo. Además de la puerta principal, abierta en el pórtico, había otra en el lado sur y dos flanqueando la capilla-baptisterio de San Juan Bautista. Esta capilla, a la que se accedía desde la iglesia, estaba adosada al lado norte, tenía planta rectangular e interiormente medía siete metros con sesenta centímetros de largo por seis metros de ancho.

EL CONJUNTO CATEDRALICIO

El románico y el proto-gótico (ss. XI-XIII)

Durante los mandatos del rey Alfonso VI de León y del obispo compostelano Diego Peláez dio lugar el inicio de la construcción de la catedral románica de Santiago que todavía hoy conservamos en gran parte. Se iniciaron las obras en el año 1075, tal y como consta en un epígrafe hallado en un capitel de la capilla do Salvador, siendo sus primeros maestros Roberto y Bernardo el Viejo (a los que alude el Códice Calixtino en el siglo XII), que trabajaron en la construcción de la cabecera de la iglesia entre los años 1077 y 1088.

En el año 1093, Diego Gelmírez fue nombrado administrador de la diócesis por el recién designado conde de Galicia, Raimundo de Borgoña. Este hecho inició una etapa de esplendor en la que la sede compostelana fue elevada a metropolitana y las peregrinaciones recibieron un impulso definitivo, abriendo también una nueva fase constructiva que duraría hasta el año 1140. Ese frecuente relacionar esta etapa con el maestro Esteban entrando en contradicción contra aquellos que prefieren hablar de un maestro de Platerías, ya que Esteban estaba trabajando en la catedral de Pamplona hacia el año 1101. Durante este período se terminó el deambulatorio, se elevaron las tres naves del transepto con las capillas absidiales de los muros orientales y también se hicieron las fachadas norte y sur del crucero, llamadas do Paraíso o da Acibecharía y de Praterías, respectivamente. En la construcción de todo ello intervinieron además del maestro de Praterías (también llamado maestro de la puerta Francígena) los maestros conocidos como de las columnas entorchadas, de las puertas do Cordeiro y da Traición.

El acabado de las naves, las tribunas, y el cierre occidental definitivo, tuvo lugar durante la fase constructiva que dirigió el maestro Mateo, documentado en estos trabajos a partir del año 1168, y fue quien colocó los dinteles del Pórtico da Gloria en 1188. Finalmente, el templo fue consagrado en el año 1211, aunque la fachada occidental estuvo sin terminar durante toda la Edad Media, con una de las torres más alta que la otra. La obra que realizó Mateo en la catedral compostelana revela formas arquitectónicas y escultóricas que suponen la iniciación estilística del gótico.

De dimensiones muy superiores a las construcciones que la precedieron, la fábrica románica sigue el esquema de iglesia de peregrinación, con otros ejemplos en Francia, que estaban pensadas para facilitar en su interior la acogida y el tránsito fluido de un gran número de peregrinos, con múltiples capillas y altares donde celebrar los diversos actos litúrgicos que se celebraban diariamente.

El templo románico de Compostela tiene planta de cruz latina y tanto los brazos como el pie de la cruz disponen de tres naves, la central más alta y ancha respecto a las laterales, con tribunas altas que se prolongan en la cabecera, permitiendo recorrer todo el perímetro del edificio y sirviendo de cobijo a los muchos peregrinos que dormían en el interior de la catedral. El alzado de las naves centrales lo componen un cuerpo bajo con arcos de medio punto peraltados y doblados, así como de un cuerpo alto —el de la tribuna— con arcos de medio punto dispuestos a pares que se cobijan bajo otros arcos mayores. Separando cada tramo se disponen gruesos pilares compuestos. Mientras las naves centrales se cubren con bóvedas de cañón reforzadas con arcos fajones, las laterales lo hacen con bóvedas de arista.

La cabecera del templo es de forma semicircular y acogía en el centro la capilla mayor, que tenía el altar dedicado a Santiago Apóstol situado sobre el mausoleo romano. La capilla mayor se encontraba delimitada por una arquería de medio punto sostenida por ocho columnas exentas, que hoy permanecen ocultas por la decoración barroca. En torno a la capilla mayor transcurre el deambulatorio que conforma la girola, cubierta por bóvedas de arista. Sobre la girola se construye la tribuna alta, cubierta bóveda de medio cañón, abierta a la capilla mayor a través de arcos de medio punto idénticos a los de las tribunas de las naves laterales.

En el muro que cerraba la cabecera se abrían al deambulatorio cinco ábsides que, de norte a sur, albergaban las capillas dedicadas a la Santa Fe, a San Juan Evangelista, al Salvador, a San Pedro y a San Andrés. Las únicas que se conservan casi intactas son las del Salvador y San Pedro. La primera —correspondiente al ábside central— es más amplia, presentando por dentro forma semicircular con dos pequeños absidiolos laterales, mientras que el cierre exterior presenta muros rectilíneos que conforman un pequeño rectángulo. Esta capilla se llamó más tarde da Madalena o do Rei de Francia, en ella los extranjeros podían comulgar y confesarse con los clérigos lenguajeros que hablaban distintos idiomas. En ella se les entregaba a los peregrinos un buleto de cómo vinieron a romería a esta Sancta Iglesia y de cómo confesaron y comulgaron en ella. Las capillas de San Xoán y de San Pedro, que se encontraban a ambos lados, eran las dos de planta semicircular y se cubrían con bóvedas de cascarón o de media naranja, mientras que la capilla da Santa Fe y la de Santo André, ubicadas en los extremos norte y sur de la girola, eran de planta poligonal. Para las columnas de las capillas se realizaron interesantes capiteles con decoración de animales reales y fantásticos, motivos vegetales, entrelazos e incluso alguno historiado y con carácter hagiográfico, que representan escenas alusivas a las distintas advocaciones y vidas de santos. Los espacios entre las capillas tenían paramentos articulados con una ventana y un óculo sobre una puerta. En el Calixtino se citan los pórticos pequeños de Santa María, de la vía Sacra, de San Paio y de la Canónica, todos ellos abiertos en la girola, siendo el de San Paio —situado a la derecha de la capilla do Salvador— el que se convertirá en el siglo XVI en la llamada Puerta Santa que únicamente se abre cuando se celebra el año santo compostelano.

Capilla do Salvador.

A la construcción de cabecera le siguió la obra del transepto que conforma los dos brazos transversales del edificio. En los muros orientales del transepto, se abrían cuatro capillas (hoy perdidas o sumamente modificadas) que estaban dedicadas en el brazo norte a San Nicolás y a la Santa Cruz y a San Martín y a San Juan Bautista, las del brazo sur. Todas ellas tenían planta semicircular y se cubrían con bóvedas de cascarón, cuyos arcos que las articulaban descargaban sobre columnas con capiteles decorados con diferentes tipos de hojas, aunque había alguno historiado, destacando entre ellos el que representa la condena del avaro que se encuentra en el lado norte y es atribuido al llamado maestro de Conques.

En las fachadas de los extremos del transepto se abrían dos grandes portadas conocidas como Francígena o do Paraíso, la del norte, y de Praterías, la del sur, de las que se conserva tan solo ésta última, muy transformada por la adición posterior de relieves esculpidos y de nuevos cuerpos edificados. Ambas fachadas poseían una cuidada iconografía, de hecho, constituían un programa único que narraba la historia de la humanidad según los escritos sagrados, de modo que en la fachada norte —que se mantiene en la sombra, de espaldas al sol— se representaba la creación, la caída, el pecado y la promesa de la redención, mientras que en la fachada del sur —en lado de la luz— se representaba el cumplimiento de dicha promesa, centrándose en la Vida y Pasión de Cristo. El programa iconográfico terminará de completarse con la posterior construcción de la fachada occidental de la catedral, en cuyo pórtico se representaron las escenas de Juicio Final y de la Gloria. Así pues, todo el conjunto mostraba los contenidos del Antiguo Testamento, de Los Evangelios, y del Libro del Apocalipsis.

Plaza de Praterías. Foto de Manuel Chicharro Bisi (1849-1927). Archivo Fotográfico Chicharro del IEGPS.

La disposición de las fachadas do Paraíso y de Praterías era similar, respondiendo a la estructura y organización interna del transepto. En el centro de cada una de ellas se abrían las puertas de entrada bajo dos arcos de medio punto abocinados que abarcan la anchura de la nave del centro. Estos arcos disponían de arquivoltas que se apoyaban en pares de columnas acodadas, algunas de mármol con los fustes ornados con estrías helicoidales. En las jambas, impostas y ménsulas se disponían distintas figuras. Los tímpanos de los arcos mostraban relieves que desarrollaban el programa iconográfico preestablecido. Sobre las arquivoltas de las puertas estaban dispuestos dos frisos donde se multiplicaban las representaciones escultóricas. Dos cornisas corridas -apoyadas sobre una serie de canecillos- transcurrían por encima de los frisos contribuyendo a diferenciar las distintas alturas del edificio. Arriba, en los cuerpos altos de cada fachada, se abrían dos ventanas parejas con arcos de medio punto enmarcados por pequeños lóbulos.

La disposición de las fachadas do Paraíso y de Praterías era similar, respondiendo a la estructura y organización interna del transepto. En el centro de cada una de ellas se abrían las puertas de entrada bajo dos arcos de medio punto abocinados que abarcan la anchura de la nave del centro. Estos arcos disponían de arquivoltas que se apoyaban en pares de columnas acodadas, algunas de mármol con los fustes ornados con estrías helicoidales. En las jambas, impostas y ménsulas se disponían distintas figuras y los tímpanos de los arcos mostraban relieves que desarrollaban el programa iconográfico preestablecido. Sobre las arquivoltas de las puertas estaban dispuestos dos frisos donde se multiplicaban las representaciones escultóricas. Dos cornisas corridas —apoyadas sobre una serie de canecillos— transcurrían por encima de los frisos contribuyendo a diferenciar las distintas alturas del edificio. Arriba, en los cuerpos altos de cada fachada, se abrían dos ventanas parejas con arcos de medio punto enmarcados por pequeños lóbulos.

Según el Códice Calixtino, cada una de las fachadas tenía sendas torres a los lados. Las puertas de la fachada septentrional estaban flanqueadas por tres pares de columnas, conservándose de estas algunos de sus fustes decorados con diferentes temas entre los que hay vides con vendimiadores alados, ramas estériles con seres demoníacos y motivos épicos. En el tímpano de la izquierda se mostraba el tema de la Anunciación. Las ménsulas que sostenían los tímpanos de las dos puertas tenían esculpidas cabezas de bueyes y en las cuatro jambas estaban colocadas las figuras de los apóstoles Pedro, Pablo, Juan y Santiago. En el centro del friso superior aparecía un cristo en majestad (hoy en el contrafuerte occidental de Praterías) rodeado por los cuatro evangelistas. A su derecha se mostraba el momento en que el Señor reprende a Adán y Eva por el pecado cometido y a la izquierda se representaba la expulsión del Edén. Alrededor de estas escenas se repartían numerosas imágenes de flores, santos, hombres, mujeres, ángeles, bestias y otras criaturas. La parte baja del friso estaba ocupada por las representaciones de los meses del año y otras alegorías. Situados sobre impostas, a derecha e izquierda de la portada, se encontraban dos leones que miraban hacia la entrada.

La fachada de Praterías se describe también en el Calixtino, donde se dice que enmarcando las dos puertas existían once columnas en cuyos fustes estaban talladas diversas figuras de hombres y animales. En el tímpano de la derecha aparecía la curación del ciego, diferentes escenas de la Pasión y una epifanía. El tímpano de la izquierda mostraba las tentaciones de Cristo y la figura de una mujer sosteniendo la cabeza putrefacta de su amante que, según el Calixtino, representaba el castigo de la mujer adúltera. En las jambas de las puertas estaban colocadas las figuras de otros dos apóstoles. Se ubicaban dos leones en sendas impostas a cada lado de la entrada y otros dos encima del pilar que hay entre las dos puertas. Las cuatro enjutas de los arcos estaban ocupadas por ángeles con trompetas anunciando el día del Juicio. El espacio sobre los arcos de entrada estaba en principio cubierto por piedras de mármol blanco. En el centro estaba colocada la imagen del Señor de pie, con San Pedro a su izquierda y Santiago a la derecha entre dos cipreses junto con su hermano San Juan, figuras a las que seguían, de derecha a izquierda, los demás apóstoles.

Cripta del pórtico da Gloria o Catedral Vieja.

Hacia el año 1105 empezaron las obras del extremo oeste de la catedral. El pronunciado descenso del terreno dificultó la elevación de los últimos tramos de la nave y la fachada occidental, obligando a construir una cripta para salvar el desnivel y poder construir sobre ella el pórtico de la entrada principal, cripta que se conoce como catedral vieja. Su cronología no está muy clara, ya que para algunos autores fue construida en buena parte antes de la llegada del maestro Mateo, que sólo la remodelaría, pero otros no dudan de su origen mateano.

La cripta del pórtico occidental posee una planta peculiar, con dos tramos principales y una especie de ábside-girola con pequeñas capillas. Cuenta con un único acceso abierto al oeste y, el primer tramo, formado por varias crujías rectangulares, se cubre con bóvedas de arista. El segundo tramo se compone de cuatro crujías cubiertas con bóvedas de crucería y, en sus extremos, se abren dos angostas escaleras que suben a las naves de la catedral. Un gran pilar central, al que se adosan ocho columnas, separa los dos tramos y sirve como apoyo de los arcos y bóvedas que lo circundan. Pasado el segundo tramo, con un pilar más pequeño como separación, se encuentra el ábside que se cubre con bóvedas trapezoidales. En el centro de este se ubica una capilla rectangular mientras que en su muro testero se encuentran dos arcos en mitra que flanquean un pequeño arco de medio punto peraltado. A los lados de esta capilla central, hay dos absidiolos semicirculares, seguidos de otros dos nichos rectangulares. En cuanto a la decoración, destacan las dos claves centrales de las bóvedas del crucero, con dos ángeles que portan un disco solar y un creciente lunar, respectivamente.

Sobre la cripta se alza el pórtico da Gloria, obra realizada por el taller del maestro Mateo. De granito policromado, el pórtico está organizado en tres enormes arcos abocinados de medio punto que se corresponden con las tres naves del templo. Sus apoyos son dos gruesos pilares que separan los tres vanos y dos pilares adosados a las paredes laterales. El arco central es más grande y posee un imponente tímpano apoyado sobre un parteluz. Según una inscripción en sus dinteles, el maestro Mateo los colocó el 1 de abril del año 1188. Sobre los arcos laterales se abren sendos óculos.

Antecede al pórtico, un nártex que se cubre con bóvedas de crucería cuadripartitas de arcos ligeramente apuntados, moldurados y decorados con motivos vegetales, de idéntica forma que las nervaturas de las bóvedas. Originalmente este nártex estaba abierto al exterior.

Pórtico da Gloria. Foto de Manuel Chicharro Bisi (1849-1927). Archivo Fotográfico Chicharro del IEGPS.

La figuración inunda casi la totalidad del pórtico y, aunque de estilo románico, Mateo introduce un naturalismo en sus imágenes que supone ya un germen del gótico. Los basamentos muestran animales monstruosos; en el parteluz está representado un hombre abriendo las fauces a dos leones, personaje que se identificó con Sansón o Adán. Sobre esta figura se alza una columna tallada en mármol que representa el árbol de Jesé, desarrollado en su decoración la temática de las genealogías humana y divina de Cristo.

Sobre su capitel se encuentra una imagen de Santiago sedente que destaca por su naturalismo y calidad. El santo sujeta una cartela en una mano y apoya la otra sobre un báculo. Una aureola de bronce con cabujones de vidrio orla su cabeza. Al otro lado de la columna del parteluz, se encuentra una figura arrodillada que podría representar al maestro Mateo y que es conocida popularmente como el santo dos Croques. Tras él se ven las letras FE, resto de un fecit que se completaría con la inscripción architectus de la cartela que sostiene; con todo, se considera bastante incierta la identificación con el maestro de obras.

Imagen de Santiago en el parteluz del pórtico da Gloria.

Las estatuas-columna de los pilares del arco central representan a profetas, apóstoles, y otros personajes del Antiguo Testamento. Dado que varias cartelas están borradas, la identificación de algunos de los personajes es problemática. No obstante, sí conocemos a los ubicados del arco central. En el pilar de la izquierda, desde el centro hacia el exterior del arco, están Moisés, Isaías, el sonriente Daniel y Jeremías. Un ángel situado sobre la cabeza de Moisés sostiene una cartela aludiendo a los profetas como anunciadores del nacimiento de Jesús. En el pilar derecho, ordenados buscando un emparejamiento con cada uno de los profetas que tienen enfrente, vemos a cuatro apóstoles: Pedro, Pablo, Santiago y Juan. En la cartela del ángel situado sobre la cabeza de Pedro se lee: Estos son los triunfadores que se hicieron amigos de Dios. Dos de las columnas arrimadas a estos pilares tienen fustes de mármol entorchados y ornados con motivos vegetales, figuras e incluso alguna escena. En el fuste que está en el pilar del lado izquierdo, bajo el arco central, se muestra el sacrificio de Isaac y en el fuste que está enfrente, arrimado al pilar derecho, destaca la escena de la resurrección de los muertos. Una última columna de mármol, en este caso gris, está también acodada al pilar del lado izquierdo, ubicada bajo el arco lateral del pórtico. Su decoración se basa en motivos vegetales, soldados, centauros y otros animales.

Pilar izquierdo del Pórtico de la Gloria (izquierda) y pilar derecho del Pórtico de la Gloria (dercha). Foto de Manuel Chicharro Bisi (1849-1927). Archivo Fotográfico Chicharro del IEGPS.

El tímpano del arco central es de gran tamaño. Ocupa su parte central un cristo sedente que muestra sus llagas. Aparece coronado y con el nimbo crucífero; tras su cabeza surgen ángeles turiferarios y flanqueándolo, en dos registros, están los cuatro evangelistas escribiendo sobre sus animales simbólicos, a excepción de San Mateo, que lo hace sobre un pupitre. Sobre el dintel varios ángeles portan los instrumentos de la pasión, algunos con las manos veladas. Encima, ocupando el espacio irregular que resta hasta la arquivolta, la multitud de bienaventurados que cita el Apocalipsis. En la propia arquivolta se encuentran los veinticuatro ancianos que se corresponden con las veinticuatro clases de cantores y sacerdotes del antiguo templo de Jerusalén, que ejecutan la alabanza divina con sus instrumentos colocados en posición sedente y organizados por parejas, a modo de asamblea de notables que rodean como una corona celestial a Cristo Redentor. Algunos portan redomas, que quizá sean las copas de oro llenas de perfume que cita el Apocalipsis.

Tímpano central del Pórtico de la Gloria. Foto de Manuel Chicharro Bisi (1849-1927). Archivo Fotográfico Chicharro del IEGPS.

Entre el arco central y los dos arcos laterales dos ángeles trasladan las almas de los bienaventurados enlazando visualmente las tres arcadas. El ángel de la izquierda los corona, mientras que el de la derecha los lleva en el regazo o de la mano. La interpretación de la arcada izquierda, aunque con matices, es hoy prácticamente unánime: la arquivolta superior tiene un grueso bocel que aprisiona hojas de col y diez personajes con largas cartelas anepigráficas y la inferior está decorada con más figuras entre follaje. Se trataría de una representación de la ley mosaica que oprime al pueblo judío, al que simbolizan las diez figuras de la arquivolta superior correspondientes a las tribus de Israel, mientras que las figuras de abajo corresponden a las otras dos tribus israelitas, a patriarcas y caudillos y a Noé, Adán y Eva. En el centro de la arquivolta menor aparece una figura joven e imberbe, coronada, bendiciendo con su diestra y sosteniendo un grueso volumen con su mano izquierda que representa a Cristo en su descenso al limbo para liberar al pueblo judío, fiel a la promesa mesiánica. Por otro lado, en el arco de la derecha, se representa el Juicio Final. En el centro de la arquivolta mayor aparece la cabeza de Cristo Juez, aureolada por el nimbo crucífero y flanqueada por dos cartelas que sujetan sus manos. Debajo, en la clave de la arquivolta menor, un busto también con cartelas es el arcángel San Miguel. A la izquierda, como niños desnudos y asexuados llevados por ángeles, los bienaventurados, y a la derecha, atormentados por horribles diablos, los condenados.

A la unidad conceptual del espacio del pórtico y del nártex contribuyen las estatuas-columna de la contraportada y los serafines que adoran al Cordero Divino desde allí. Sobre el nártex se eleva una tribuna, constituyendo un tercer nivel que, según algunos autores, representaría a la Jerusalén celeste. La tribuna se cubre con bóveda cuadripartita que tiene en la clave un Agnus Dei. La bóveda se sustenta sobre cuatro ángeles turiferarios situados en cada esquina. Dado que esta estructura tenía más altura que el resto del edificio tuvo vanos abiertos hacia el exterior en todos sus muros, aunque tras el derrumbe de la antigua fachada se perdió el gran rosetón que había en ese lado. En el muro que da hacia la nave mayor existen todavía dos vanos de doble arco, tal como sucede en todo el recorrido de la tribuna. Sobre ellos, se abre un gran óculo entre dos vanos tetralobulados. El intradós del óculo tiene arquitos de herradura y lo ciñe un círculo con decoración de billetes. El fin de tan amplios vanos en esta zona, además de dejar pasar la luz, era aligerar el muro para que el peso sobre el tímpano central del pórtico fuese menor.

El maestro Mateo realizó también el coro pétreo que ocupó los primeros tramos de la nave central hasta principios del siglo XVII y que hoy podemos ver en buena parte reconstruido en el museo catedralicio. Gran parte del coro lo ocupaban los sitiales, pero disponía además de una tribuna elevada desde donde podían efectuarse las lecturas litúrgicas. Doce de las figuras que se encontraban en las fachadas del coro fueron reutilizadas en el lienzo exterior de la puerta Santa que mira a la plaza da Quintana.

El Gótico (siglos XIII-XV)

Entre los siglos XIII y XV algunos artistas iniciaron la remodelación de ciertas partes de la catedral románica en un nuevo estilo: el Gótico. Como parte de estas intervenciones, durante el mandato del arzobispo Juan Arias (1238-1266) se emprendieron las obras del desaparecido claustro y se inició la construcción de una nueva cabecera de mayores proporciones que la de la iglesia románica, siendo este proyecto finalmente abandonado, conservándose tan solo los cimientos.

Las obras góticas del siglo XIII que se conservan, aunque con adiciones posteriores, son las capillas funerarias do Espíritu Santo y la de Nosa Señora A Branca o dos España. La primera fue fundada a mediados del siglo XIII por el burgués Pedro Vidal, se levantó entre las capillas románicas de San Nicolao y da Santa Cruz, en lado este del brazo norte del transepto. Tiene planta rectangular cubierta con bóveda apuntada y en sus muros se encastran siete sepulturas correspondientes a distintos personajes de diversas épocas. Las correspondientes al lado norte (incluyendo la del fundador) corresponden al gótico y tienen en el frente piezas trilobuladas con ángeles turiferarios, que denotan la influencia del maestro Mateo. La capilla dos España se levantó a finales de la misma centuria, entre la do Salvador y la de San Xoán, en la cabecera de la catedral, presentando planta irregular que se cubre con bóveda de crucería cuatripartita.

Capilla do Espíritu Santo.

Del episcopado de Berenguel de Landoira (1317-1330) destacan las obras de fortificación y encastillamiento de la catedral. A esta etapa pertenece la base de la torre da Berenguela o do Reloxo, en la que actualmente hay encastradas varias figuras de filiación gótica. La torre se levantó sobre el ángulo sudeste del brazo meridional del templo, entre las plazas da Quintana y Praterías.

A finales del siglo XIV comenzó a levantarse el cimborrio sobre el crucero de la catedral, obra concluida a mediados del XV y, posteriormente, remodelado en época barroca y constituye un ejemplo de los pocos elementos estructurales de estilo gótico que posee el edificio. Tiene tambor octogonal sostenido por trompas y cubierto con bóveda de crucería. Los nervios de la bóveda se apoyan en columnas acodadas en cada uno de los ángulos del tambor, abriéndose entre ellas grandes ventanales. En el arranque de las trompas se colocaron las figuras de cuatro ángeles trompeteros y sobre estas, se hallan los escudos de Castilla y León y del arzobispo Lope de Mendoza (1399-1445).

El propio Lope de Mendoza mandó construir en el lado norte de la nave principal una capilla para acoger su túmulo funerario labrado en alabastro. Esta capilla fue derruida en 1770 para levantar en su lugar la capilla da Comunión. De la capilla del arzobispo Mendoza quedan escasos restos, entre ellos el dintel de una de las puertas que se abrían en el muro occidental del brazo norte del transepto. Durante años, y hasta su demolición, la universidad concedió en esta capilla los grados de maestro y licenciado.

Al gótico y al taller de Mateo pertenecen imágenes de piedra policromada como la del emblemático Santiago sedente que preside el altar mayor del templo desde su consagración en el año 1211. El santo porta en su mano una cartela escrita en latín en la que reza: Hic est corpus divi Iacobi Apostoli et Hispaniarum Patroni. En los siglos XVI, XVII y XVIII enriquecieron los ropajes de esta figura tallándole profusión de adornos, agregándole la aureola que corona su cabeza, el báculo de peregrino que sostiene en la mano izquierda y la esclavina de plata sobredorada que tiene hoy en día.

El Renacimiento (siglo XVI)

La conciencia de Compostela como importante centro de peregrinación, junto con el buen momento económico de la basílica gracias al voto de Santiago, propiciaron que en el transcurso de la Edad Moderna se hiciesen importantes remodelaciones en la catedral y se emprendiesen nuevas obras.

En el siglo XVI muchas capillas del interior del templo fueron renovadas o bien recibieron nuevos retablos y sepulcros. En algún caso los cambios afectaron a las advocaciones, como ocurrió con la capilla da Santa Fe que pasó a ser de San Bartolomeu. El maestro Arnao realizó para esta capilla un retablo, así como el sepulcro de Diego de Castilla, maestrescuela de la catedral. En 1532 se instaló en la capilla do Salvador un nuevo retablo debido a Juan de Álava. Más drástica fue la intervención en la capilla de San Nicolao, cuya cabecera fue derribada en 1577 para abrir un corredor de comunicación con la iglesia da Corticela que se encontraba fuera de la catedral.

Otros espacios se construyeron desde cero, así pues, en el deambulatorio, entre las antiguas capillas de San Pedro y de Santo André, se levantó la capilla da Piedad, también llamada da Santa Cruz o dos Mondragón cubierta con bóveda de crucería que, además cuenta con su sacristía anexa. Fue fundada en 1521 por el canónigo Juan de Mondragón y obra de Jácome García, con probables trazas de Juan de Álava. En el testero tiene un retablo de terracota con la escena de la lamentación sobre Cristo muerto realizado por el escultor Miguel Perrín en 1526. La reja de la entrada está realizada en torno al año 1522 y se atribuye si no a Juan Francés, a un discípulo suyo. En el lado oriental de la nave norte del transepto los clérigos del coro edificaron la capilla Prima o da Concepción, en sustitución de la capilla románica da Santa Cruz. Hizo la obra Jácome García sobre un proyecto de Juan de Álava trazado en 1523. En el lado derecho de esta capilla se encuentra el mausoleo del canónigo Antonio Rodríguez Agustín realizado por Cornielles de Holanda en 1526.

Capilla da Piedad.

En la misma centuria el arzobispo Alonso II de Fonseca patrocinó la construcción del claustro que hoy ocupa el ángulo sudoeste del conjunto catedralicio. Esta obra, que mantiene elementos góticos, introdujo nuevas concepciones propias del Renacimiento. Construido entre 1521 y 1590, las trazas son del arquitecto Juan de Álava al que le sucedió en 1537 Rodrigo Gil de Hontañón. El claustro está dedicado a la Virgen María y se trata de una edificación de grandes proporciones con tiene un cuerpo bajo y desván bajo cubierta que aparece coronado por una crestería calada de estilo plateresco. Sus crujías miden treinta y cuatro metros de largo por seis de ancho, cada una de ellas se divide en cinco tramos que se cubren con bóvedas estrelladas y se abren al patio por medio de arcos de medio punto rebajados, también por arcos apuntados. Los contrafuertes de la arquería están coronados por pináculos enriquecidos con decoración plateresca.

Al claustro se adosan diversas dependencias correspondiendo al período del Renacimiento la antesacristía, la sacristía, el tesoro o capilla de San Fernando, el antetesoro, la capilla das Reliquias y la capilla da Alba, ubicadas todas ellas en el lado norte del claustro. En el lado del naciente se encuentran las estancias capitulares, con la torre do Arquivo o do Tesouro que se alza en el extremo sudeste.

Claustro renacentista (izquierda) y bóveda de las crujías del pórtico (derecha).

Tanto la sacristía como la antesacristía muestran la influencia estilística del taller de Juan de Álava en sus bóvedas de crucería. La antesacristía comunica directamente con el brazo sur del transepto de la iglesia a través de una portada retablo de estilo plateresco que tiene decoración escultórica del maestro Arnao, colaborador de Álava. Esta portada es gemela de otra que se encuentra a su lado y que comunica directamente el claustro con el templo.

La estancia del tesoro, más tarde llamada capilla de San Fernando, estaba ya construida en 1527, sigue igualmente las pautas de Juan de Álava. Es de planta rectangular y se compone de una pequeña nave a la que se adosa la cabecera. Conserva decoración mural del segundo cuarto del siglo XVI representando la ascensión y la asunción, atribuibles a Pedro Noble. A esta estancia le precede a modo de vestíbulo el antetesoro, cubierto con bóvedas bajas nervadas. El antetesoro sirvió también como antecabildo ya que igualmente comunicaba a través de una puerta de estilo plateresco con la antigua sala capitular, convertida más tarde en la capilla das Reliquias. Desde este vestíbulo se accedía también a la nave meridional del templo a través de una portada del siglo XVII y al claustro por otra puerta hoy desaparecida.

La capilla das Reliquias se cubre con bóveda calada que se relaciona con el último gótico burgalés. En su retablo se expone un conjunto de relicarios de gran valor histórico y cultural, con piezas fechadas entre los siglos XI y XVI. Así mismo esta capilla acoge en su interior los sarcófagos del panteón Real, que fueron trasladados aquí desde su antiguo emplazamiento en la capilla de Santa Catalina, sita el extremo noroeste del crucero; constituyen una importante colección lapidaria y de esculturas yacentes que corresponden a reyes y reinas de la corona castellanoleonesa de los siglos XII, XIII y XIV, desde Fernando II de León a la esposa de Pedro I de Castilla, Juana de Castro.

La capilla da Alba se encuentra en el ángulo noroeste del claustro. Fue fundada en 1529 por el canónigo Gómez Ballo; es panteón familiar de los Ribero de Aguiar. Tiene un retablo del siglo XVIII con el tema de la transfiguración de Jesucristo, obra del taller de José Gambino, que sustituyó a otro retablo realizado por Cornielles de Holanda en 1534.

Torre do Tesouro.

En el lado oriental del conjunto claustral lo más destacado es la fachada y la llamada torre do Tesouro que miran a la Praza de Praterías, que fue proyectada en 1540 por Rodrigo Gil de Hontañón, habiéndose inspirado en el palacio salmantino de Monterrey. Se articula en torno a una planta baja, donde se abren las tiendas de los plateros cobijadas bajo arcos de medio punto, junto a dos pisos altos que están coronados con crestería plateresca. Entre los vanos se disponen los escudos de la ciudad, del cabildo y del rey Carlos I de España, así como diversos medallones que contienen los bustos de personajes bíblicos e históricos. La torre do Tesouro, que se alza en el ángulo sudeste de la fachada, llama la atención por el remate escalonado que algunos autores relacionan con las pirámides mayas, mientras que otros sostienen que se inspira en tratados de arquitectura italianos.

El barroco (siglos XVII-XVIII)

Las obras que se efectuaron en la catedral compostelana durante los siglos XVII y XVIII la transformaron notablemente, contribuyendo a darle el aspecto que presenta hoy en día, especialmente en lo que se refiere a su configuración exterior. Las fachadas del edificio que se levantaron en estos momentos fueron planificadas teniendo en cuenta los espacios públicos que las rodeaban, de modo que, conforme a los criterios del barroco, se integraron en el renovado trazado urbano transmitiendo con su monumentalidad un mensaje que habla del poder eclesiástico.

En 1611 Jácome Fernández y González de Araujo reformaron la Puerta Santa que mira a la Praza da Quintana, reutilizando para ello figuras del antiguo coro pétreo del maestro Mateo. Más tarde, el canónigo Vega y Verdugo (1660) concibió un proyecto de remodelación integral de la plaza, que incluía el cierre que se levantó en torno a la antigua cabecera románica con tres grandes entradas practicadas a través del pórtico Real, la Puerta Santa y la Puerta de Abades. En el ángulo que sobresale entre el pórtico y la puerta se ubicaban originalmente dos arcadas con acceso a una capilla donde se daba la comunión en los años jubilares. El cierre se coronó con una balaustrada barroca provista de pináculos terminados en bola, que se repitió sobre los muros de la antigua girola, de la capilla mayor y del cimborrio. En la realización del proyecto de Vega Verdugo trabajó el arquitecto José Peña de Toro, que amplió el lienzo exterior de la puerta Santa. El arquitecto Domingo de Andrade intervino en el trazado del cuerpo alto de esta misma puerta, donde se colocaron las imágenes de Santiago Peregrino y de sus dos discípulos, que fueron esculpidas por Pedro del Campo en 1694.

Fachada da Quintana

Domingo de Andrade diseñó también el pórtico Real, que se abre a la izquierda de la puerta Santa. El pórtico fue pensado para dar salida a las procesiones que recorrían la ciudad, por fuera ostenta el escudo real y está decorado con sartas de frutas y trofeos militares, coronado por una imagen de Santiago Matamoros, hoy desaparecida. Dentro de la catedral, en el lado oriental del brazo sur del transepto, destaca la portada interior de este mismo acceso trazada entre 1696 y 1700.

Junto al pórtico Real, sirviendo de transición entre las plazas da Quintana y de Praterías, se alza la torre da Berenguela o do Reloxo. En 1680 Domingo de Andrade levantó los dos últimos cuerpos de esta torre que tienen templetes colocados en las cuatro esquinas, balaustradas de piedra y profusa decoración barroca. Corona el conjunto una pequeña cúpula provista de linterna.

A la rúa de Fonseca y a la plaza do Obradoiro miran las fachadas sur y oeste del edificio claustral. En el último cuarto del siglo XVI Juan de Herrera, el Trasmerano, y Gaspar de Arce diseñaron la fachada oeste que mira a la Praza do Obradoiro. En 1614 Jácome Fernández añadió a esta fachada la galería con la solana del piso superior, levantando sobre su extremo sudoeste la torre da Vela, inspirada en la vecina torre do Tesouro. Las estancias interiores fueron reconstruidas por Lucas Ferro Caaveiro tras verse afectadas por un incendio ocurrido en el año 1751.

Desde la Praza do Obradoiro se accede a la catedral subiendo por una escalinata monumental de doble tiro diseñada por Ginés Martínez a principios del siglo XVII. Las rejas de la escalinata fueron colocadas a finales del siglo XVIII, se deben a Antonio García. En el frente de esta escalinata se abre la entrada de la cripta sobre la que se eleva el pórtico da Gloria.

El mismo Ginés Martínez realizó el estribo de la torre das Campás que se encuentra a la derecha de la escalinata, flanqueando la fachada principal de la catedral. La balconada que corona el estribo es de los tiempos de Vega y Verdugo y se relaciona con el arquitecto Peña de Toro que, además, elevó sobre la antigua torre medieval un nuevo cuerpo para el campanario que fue concluido en 1671. Más tarde se le hizo a esta misma torre otro remate, siendo definitivamente terminada en el año 1732. La torre gemela del lado izquierdo, llamada torre das Carracas, se terminó de construir en 1751. Los últimos dos cuerpos que les confieren a estas torres su forma piramidal se deben al arquitecto Fernando de Casas Novoa que realizó también el retablo de la fachada barroca do Obradoiro, otorgando a todo el conjunto una unidad formal. El diseño se caracteriza por una marcada verticalidad, que se ve acrecentada al quedar el frente de la catedral encajado entre los edificios más bajos del palacio episcopal y del claustro.

Fue en 1738 cuando Casas Novoa derribó la fachada medieval del Pórtico da Gloria sin afectar a sus bóvedas. En su lugar concibió un frente espectacular a modo de un gran retablo que se divide en tres calles separadas por grandes columnas, en las que se abren amplios ventanales que dejan pasar al interior raudales de luz. La fachada barroca está presidida desde el edículo superior por la imagen de Santiago vestido de peregrino ante la que se arrodillan los monarcas hispanos. Bajo el santo se encuentran sus discípulos Atanasio y Teodoro que flanquean el arca de la tumba apostólica. En el arranque de las torres aparecen sus padres, santa Salomé y el Zebedeo y en los estribos de las mismas torres las figuras de otros santos. Las esculturas fueron labradas, entre 1746 y 1748, por Gregorio Fernández, José Gambino, Antonio López, Francisco Lens y Antonio Nogueira. El programa iconográfico se complementa con los emblemas del escudo real, del arzobispo y del cabildo y además con una rica decoración de guirnaldas, placas recortadas, volutas y pináculos. En 1749, tras la muerte de Casas, le sucedió en la obra arquitecto Lucas Ferro Caaveiro que concluyó la fachada en 1750.

Fachada do Obradoiro.Foto de Manuel Chicharro Bisi (1849-1927), Archivo Fotográfico Chicharro del IEGPS.

Por último, en 1757 se decidió rehacer la fachada da Acibecharía correspondiente al pórtico norte de la catedral. Para ello en 1758 se derribó la portada medieval de este lado y no mucho después se comenzó la nueva construcción. El proyecto se debe a Lucas Ferro Caaveiro, siendo su aparejador Clemente Sarela. En 1765 fue admitido como maestro de obras Domingo Antonio Lois Monteagudo que terminó la fachada en 1769. En la decoración escultórica trabajaron José Gambino y Máximo Salazar. La puerta de la fachada responde todavía a las pautas del barroco final, mientras que el resto de su fábrica tiene ya un aire neoclásico.

Fachada da Acibecharía.

En el interior de la catedral destaca la remodelación barroca de la capilla mayor iniciada a partir de los años 1656 y 1657. En un primer momento Vega y Verdugo acometió la dirección del proyecto y a partir de 1672 Domingo de Andrade desenvolvió el diseño del baldaquino con ocho ángeles sustentando el artesonado piramidal, en cuyo cuerpo central destaca la aparición de Santiago en Clavijo, obra de Mateo de Prado. A finales del siglo XVII el propio Domingo de Andrade, junto con Gabriel de Casas y los orfebres Juan Pose, Antonio de Montaos y Juan de Figueroa intervinieron en la realización del altar mayor, del Sagrario, del expositor y del camarín del Apóstol, ubicado sobre la primitiva tumba, con su correspondiente trono argénteo. En el altar y en el camarín se desarrollaron dos temas iconográficos relacionados con la eucaristía y el culto jacobeo.
Durante este período también se intervino en las capillas de la girola, realizando transformaciones e incorporando nuevos elementos como en el caso de la capilla de San Xoán, que fue ampliada en la segunda mitad del siglo XVIII por el arquitecto Simón Rodríguez, o derribándolas para edificar nuevos espacios en su lugar como en el caso de la capilla do Pilar que, situada en el extremo suroeste del deambulatorio, supuso la desaparición de las capillas románicas de Santo André y de San Fructuoso. La capilla do Pilar fue promovida en 1665 por el cabildo con la función inicial de sacristía y fue levantada en lo fundamental por Domingo de Andrade. Más tarde el arzobispo Monroy consiguió reconvertirla en una capilla funeraria donde ubicó su propio sepulcro; el arzobispo falleció en 1715 sin que la obra estuviese finalizada. De completar el espacio para sus nuevos fines se encargó Fernando de Casas y lo hizo con la capilla de planta rectangular cubierta con una gran cúpula octogonal profusamente decorada con escudos y motivos jacobeos, que alberga un retablo mariano ejecutado en 1721 por Miguel de Romay con mármoles y jaspes cuya imaginería se debe a Diego de Sande.

Junto al extremo noreste del brazo norte del transepto se encuentra la capilla de Santo André fundada en 1674 por el arzobispo Andrés de Girón, que fue proyectada por Vega y Verdugo y Peña de Toro llevó a cabo la obra. Esta cuenta con un retablo mayor obra de Fernández Espantoso en 1707. Junto a esta capilla se encuentra la de San Antonio, con un retablo mayor del año 1729 de la mano de Manuel de Leis.

Adosada a la nave septentrional de la catedral se localiza la capilla do Cristo de Burgos, fundada por el arzobispo Pedro Carrillo y realizada por Melchor de Velasco y Agüero entre los años 1662 y 1664. Tiene planta de cruz griega, con cúpula semiesférica sobre el crucero y el retablo que alberga es obra de Mateo de Prado, que lo hizo con la colaboración de Bernardo Cabrera. El bulto funerario orante de la tumba del fundador es obra de Pedro del Valle.

El Neoclásico (siglo XVIII)

La capilla da Comunión, que se adosa a la nave norte, constituye una de las últimas intervenciones de envergadura realizadas en la catedral compostelana. Fue, además, una de las obras que mayor relevancia tuvieron para el desenvolvimiento del estilo neoclásico en Galicia. Es obra de Domingo Lois promovida por el arzobispo Bartolomé Rajoy y Losada, cuya intención era levantar un comulgatorio y un panteón funerario. Se comenzó a construir en el año 1768 tras ser demolida la capilla gótica del arzobispo Mendoza, que anteriormente ocupaba su lugar y de la que solo queda su antigua puerta. En 1770 el arquitecto Ferro Caaveiro asumió la dirección de la obra acabándola en 1782.

Esta capilla, también conocida como do Sagrado Corazón, tiene planta circular y dispone de un nártex de entrada. Ocho grandes columnas de orden jónico sostienen una gran cúpula semiesférica; en los entrepaños se intercalan el retablo mayor, los dos mausoleos que acoge la capilla y distintas puertas adinteladas a las que se sobreponen hornacinas coronadas por arcos de medio punto. En las hornacinas están colocadas imágenes que representan a los doctores de la iglesia que fueron realizadas por Juan da Vila y Gregorio Español entre los años 1603 y 1608. El retablo mayor es obra del siglo XVIII debida a Manuel de Leis. Los mausoleos los hizo Ramón Constenla entrando ya el siglo XX.

El camino hasta la actualidad (siglos XIX, XX y XXI)

El siglo XIX fue un siglo de crisis sociopolíticas y económicas en la ciudad y esto afectó a la catedral. El hallazgo de la tumba apostólica la noche del 29 de enero de 1879 del cardenal Payá reinició el tránsito de peregrinos al templo, un primer resurgir que no hubiese sido posible sin la Bula Deus Omnipotens que otorgó el papa León X en el año 1884.

Un resurgir en las peregrinaciones que recibió las visitas de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI que intensificó la celebración de los años santos, inaugurándose así una etapa de esplendor vinculada a los caminos y de la propia catedral que, gracias al apoyo institucional, se ha visto sometida a un programa rehabilitador de los espacios y los símbolos que en ella se hallan. Las obras han tenido un largo recorrido y el estado actual de la catedral se debe a ellas y a su factura.

La catedral se abre paso entre las calles de la ciudad una vez iniciado el camino en el casco antiguo. Visible desde múltiples ángulos, ofrece a Santiago de Compostela diferentes perspectivas, distintas caras de un mismo edificio que concentra en su interior el esplendor decorativo barroco y la iconografía acumulada a lo largo de siglos de convivencia con la fe y la peregrinación.

Vista de la catedral desde Rúa da Moeda Vella.

El resultado de toda la evolución descrita de la catedral con las diferentes intervenciones que ha sufrido da como resultado la configuración actual que es necesario describir desde dos perspectivas: la exterior y la interior. Comenzando por la exterior, exhibiendo cuatro singulares fachadas orientadas a sus correspondientes plazas, como la que se corresponde a la fachada de la Azabachería, a la fachada del Obradoiro, Fachada de Platerías y el lienzo que se ubica hacia la Plaza de la Quintana. Las tres primeras se corresponden con los brazos de la cruz y la fachada principal; mientras que la Quintana se genera entre los diferentes edificios que rodean a la catedral y que tiene como reclamo el acceso a la Porta Santa.

Reformada en el siglo XVIII, la fachada de la Azabachería, en el brazo norte de la cruz, presenta trazas barrocas y neoclásicas en su factura.  Presenta un cuerpo vertical central que se eleva sobre las azoteas laterales con balaustradas de piedra. El tramo principal dibuja en planta una línea sinuosa que se desarrolla en alzado en tres calles a través de entrantes y salientes que dinamizan la arquitectura creando sombras y enmarcando elementos, como los que resultan de la ubicación de las columnas adosadas al muro del registro inferior entre las que se ubican sendos accesos adintelados sobre los que se elevan sendos frontones horadados de tipo semicircular. En el registro superior, las calles laterales se estructuran como portadas, elevando sobre altos plintos las columnas de orden toscano que recogen el entablamento y el frontón triangular que las corona; en ellas se ubican vanos con arco de medio punto, igual que en el tramo central, encontrando correspondencia con los accesos del registro inferior. En medio de estos vanos se encuentra una escultura exenta de la Fe; sobre ellos, sobrevuela un entablamento corrido que recoge un frontón semicircular partido sobre un alto plinto al que se adosan las esculturas de cuatro atlantes. El frontón alberga un conjunto iconográfico presidido por Santiago peregrino flanqueado por los reyes Ordoño II y Alfonso III. Entre la ornamentación empleada en esta fachada ofrece medallones, trofeos militares, frontones y jarrones acróteros.

Continuación de la fachada de la Azibachería en la capilla de Santa María de Corticela (izquierda) y Fachada de la Azabachería  (derecha).

La fachada de la Quintana muestra la cara barroca de la catedral. Es necesario dedicar atención a la portada pétrea que se presenta a modo de retablo obra del maestro Mateo. Este espacio da acceso a la Porta Santa, un lugar significativo, más, en los años jacobeos. El grupo escultórico forma parte de la estructura y, a la vez, funciona como ornamento, estructurándose en tres cuerpos: el central, en la parte baja, es un vano adintelado flanqueado por sendas pares de calles separadas por pilastras adosadas sobre zócalo. En cada una de las calles se hallan seis esculturas que representan figuras de apóstoles y personajes del Antiguo Testamento. Este cuerpo remata en una cornisa moldurada y las pilastras de los extremos se extienden sobre esta a través de pináculos que alternan formas prismáticas, piramidales y esféricas. Sobre este cuerpo se eleva un segundo organizado de forma simétrica por un espacio central definido a través de un arco de medio punto que comienza en la línea de imposta, extendiéndose esta hasta los laterales y rematan en volutas de las que cuelga un gran racimo de uvas tallado. Flanquean a la figura central de Santiago peregrino, sus discípulos Atanasio y Teodoro, obra de Pedro del Campo.

El cuerpo superior de la fachada está rematado con una balaustrada de piedra que da lugar a una secuencia de elementos verticales divididos en segmentos por plintos sobre los que se ubican pináculos, obra de José de la Peña de Toro.

 

Fachada da Quintana.
Conjunto escultórico que flanquea la puerta enrejada en la fachada de la Quintana.

En la plaza de la Quintana, en un volumen retranqueado con respecto a la fachada principal de la plaza está ubicada la torre del Reloj. Un cuerpo barroco reconstruido en el siglo XVII que también se ve involucrado desde la plaza de las Platerías. Consta de dos cuerpos prismáticos, siendo de mayores dimensiones en planta el primero, que remarca su verticalidad con pilastras estriadas adosadas al muro, cinco por cara, que rematan en una cornisa ornamentada cuyos vértices se marcan con templetes de base circular cubiertos con cúpulas y rematados por pináculos. Estos enmarcan el segundo cuerpo horadado en sus cuatro caras por arcos de medio punto que generan en el interior un espacio abovedado para el volteo de las campanas. La estructura anterior (templetes de pequeñas dimensiones en los vértices de la planta encerrando el volumen) se replica en el siguiente tramo: un cuerpo octogonal horadado en cada una de sus caras, también por un arco de medio punto con pequeñas campanas y ricamente ornado con sartas de frutas y trofeos militares, que remata en una cúpula con linterna. Entre el cuerpo principal y el segundo, está ubicada la esfera del reloj que se replica en cada una de las cuatro caras del prisma. Se trata de una esfera de mármol con un dibujo calado dispuesto de forma radial.

Torre del Reloj en la Plaza de la Quintana.

La fachada de Platerías es la más antigua de la catedral y la única que conserva, a pesar de las reformas, las trazas románicas. Presenta tres calles verticales coronadas en la cumbre por una balaustrada en la que se alternan pináculos sobre altos plintos, idénticos a los de la fachada de la Quintana. Una doble puerta determina el foco de atención principal de la fachada. Esta se articula dentro de un programa iconográfico y estructural que se resuelve con esta doble portada de arco de medio punto con triple arquivolta, arcos que descargan sobre columnas de sección circular que presentan diferentes ornamentaciones: fuste liso, con estrías helicoidales o historiadas. Estas cuentan con capiteles esbeltos, sobre todo corintios cuyas hojas de acanto se pliegan en diferentes direcciones, con figuración antropomorfa o enrejados de piedra.

Los tímpanos de las portadas son semicirculares, están historiados y apoyados sobre mochetas ornamentadas con figuras antropomorfas. Las placas talladas de los tímpanos muestran escenas como la Adoración de los Reyes Magos y el Prendimiento de Cristo. Ambas arcadas confluyen en un espacio central en el que se ubica la imagen de la Virgen, una talla que reposa sobre un crismón sostenido por dos leones enfrentados.

Sobre estos arcos se despliega un repertorio iconográfico que divide los dos principales registros de la fachada con relieves de niños que portan cartelas, elementos procedentes del taller del maestro Mateo. La cornisa que divide ambas partes reposa sobre canecillos cuya base está decorada con elementos florales. En el registro superior se encuentra una correspondencia con las arcadas inferiores para vanos de ventana que iluminan el interior de las naves del brazo sur. Horadado el muro con un arco de medio punto al que rodea una chambrana polilobulada a la que le suceden tres arcos con aristas en bocel y una línea decorativa dentada, con hojas de acanto y florones en el intradós de los arcos, respectivamente y amparados por una chambrana decorada con festones.

Colindante con la fachada de las Platerías se desarrolla la fachada sur del claustro de la catedral conocida como el edificio del Tesoro. Con una marcada horizontalidad apenas interrumpida por la torre del extremo, presenta una sucesión de vanos, correspondiéndose a arcadas de medio punto en la planta baja, vanos adintelados coronados con frontones triangulares sin un patrón aparente en el primer registro y la sucesión de vanos de medio punto en el inferior, siendo estos correlativos. Todo el tramo horizontal está rematado con una crestería calada de piedra entre pináculos del mismo material y remata en una torre con remate piramidal.

Fachada sur del claustro, edificio del Tesoro.

La fachada del Obradoiro, orientada a la oeste, está antecedida por una escalera simétrica doble descrita en cada lado por dos tramos en diagonal unido por un tramo recto. La fachada presenta una estructura tratada a modo de retablo que se articula en torno a las dos torres que la flanquean y al cuerpo intermedio, en correspondencia con las naves del cuerpo longitudinal en planta.

Fachada del Obradoiro.

El lienzo central está dividido en dos registros por un entablamento con gran presencia, diferenciando así las zonas de acceso de las de iluminación de las naves. Entre las primeras, cabe mencionar la doble portada adintelada envuelta en un arco de medio punto sobre columnas de orden corintio que toma el protagonismo en el paño central. sobre los dinteles de ambas puertas se enmarca en medio de la ornamentación vegetal un cuerpo circular con rocalla. Divide la parte superior del arco una cruz de Santiago esculpida. Este cuerpo se divide de los laterales mediante columnas de orden gigante y fuste estriado elevadas sobre altos plintos que rematan en capiteles corintios que reciben el entablamento.

La estructura escalonada del segundo registro mantiene la división por calles con el mismo sistema divisorio y con un uso de la ornamentación mayor. En el centro se abre un gran vano en forma de arco de medio punto con amplia luz que acoge un sistema de iluminación con dos pisos de arcos con grandes ventanales y pequeños paños entre los huecos laterales. De idéntica factura son las ventanas que iluminan la parte inferior de las calles laterales. Sobre el gran arco se ubican tres hornacinas, situándose en la central el relieve de la tumba del apóstol rodeado por ángeles dispuestos de forma radial; en las hornacinas laterales se acogen a las esculturas de Teodoro y Atanasio. Este cuerpo está rematado por otro de pequeñas dimensiones encajado entre roleos y líneas ondulantes de un frontón partido en cuyos extremos se encuentran pináculos rematados en una forma esférica coronado por una cruz de Santiago metálica acompañada por sendos ángeles. El templete pétreo describe un cuerpo sinuoso horadado por un arco de medio punto que recibe la escultura de Santiago peregrino. Se despliegan dos lienzos que continúan este cuerpo central superpuestos a las torres laterales.

Detalle del primer registro del cuerpo central en la fachada del Obradoiro.

El cuerpo central está flanqueado por dos torres de igual altura: la de las Campanas a la derecha y la de la Carraca a la izquierda. Ambas siguen un esquema similar en el que los cuerpos que las forman, tres, se ordenan en sentido decreciente, acentuando así la verticalidad. De tal forma que al prisma principal, cuajado en sus cuatro lados por pilastras estriadas de orden gigante, le sucede un segundo horadado de forma doble en todos sus lados por arcos de medio punto que albergan sus respectivas campanas. Tanto este cuerpo como el siguiente está rodeado por una balaustrada pétrea que resalta sus vértices mediante pináculos estilizados. El último cuerpo tiene planta cuadrada con un vano cuadrado por cara y está envuelto por roleos y volutas en un despliegue de ornamentación que acompaña a la arquitectura, adaptándose a ella en sus formas. Por último, se alcanza el volumen de pequeñas dimensiones y planta octogonal que remata en una cúpula con linterna.

Detalle de las torres de la fachada de la catedral en la fachada del Obradoiro.

El interior de la catedral

La catedral se presenta con una planta de cruz latina con cabecera semicircular que integra una girola. El tramo longitudinal de la cruz se articula en torno a tres naves de diez tramos, siendo la central más ancha que las laterales. Los brazos transversales cuentan con una estructura similar con tres naves de cinco tramos con una diferencia evidente en el ancho de las centrales con respecto a las laterales, siendo las primeras de mayor anchura.

En el centro del transepto se eleva una cúpula sobre pechinas de base octogonal horadada cada una de sus caras por vanos de medio punto que iluminan el interior. Desde las naves laterales y el transepto es posible acceder a la girola, el espacio que permite circular alrededor del transepto. Tanto en torno a los brazos de la catedral como de la nave longitudinal y la girola, se articulan capillas anexas en los laterales, abriéndose espacios ante el paso de los visitantes y peregrinos.

Planta de la catedral de Santiago de Compostela. Jesús Freire Pedreira, Juan José López Díaz y Francisco Borregueiro Villanueva (1996). Proxecto de levantamento gráfico da arquitectura monumental de Galicia. Dirección Xeral do Patrimonio. Departamento de representación e teoría arquitectónicas. Escola Técnica Superior de Arquitectura. Universidade de A Coruña.

El cuerpo longitudinal de la nave que conduce al transepto está dividido en tres naves por una secuencia de arcos formeros de medio punto que descargan sobre columnas adosadas a los pilares dispuestos entre arcos con capitel de hojas de acanto y alta basa. Sobre este primer cuerpo se eleva un segundo para dar espacio a la tribuna con vanos de medio punto que se abren a la nave ubicados en las mismas posiciones que los del tramo inferior. Esta parte central está cubierta con bóveda de cañón divida en tramos por arcos fajones cuyos apoyos coinciden con los correspondientes a las arcadas laterales y se materializan en esbeltas columnas que se deslizan por el tramo de muro. Los órganos son del siglo XVIII, entre 1705 y 1709, y en su construcción participaron Miguel de Romay y Antonio Alfonsín junto a Domingo de Andrade.  Están ubicados en el espacio destinado al coro catedralicio.

Interior de la catedral: nave longitudinal (izquierda) y detalle de los órganos enfrentados en la misma nave

El tramo del transepto, tanto el norte como el sur, siguen la misma estructura que la longitudinal, por lo que se dividen en tres calles mediante arcos formeros de medio punto, igualmente cubiertas por bóvedas de cañón dividida en secciones por arcos fajones del mismo estilo que los anteriores.

Naves centrales del transepto: brazo norte (izquierda) y brazo sur (derecha).

En el tramo sur se ubican algunas portadas que dan acceso a espacios de diverso uso en la actualidad precedidas por portadas de diferentes estilos donde predomina la talla escultórica. En todos los casos se articulan en torno a un vano, bien sea adintelado o en arco de medio punto, a partir del cual se disponen las columnas o pilastras adosadas y, sobre ellas, un entablamento que recibe la mayor carga decorativa rematados en frontones curvos, triangulares o partidos.

Portadas de acceso a estancias laterales en el brazo sur de la catedral.

La cabecera de la catedral está formada por las capillas que anexas en los muros este del transepto dedicadas a la Santa Cruz en el brazo norte y a San Martiño en el brazo sur. Concentrándose la carga devocional, emocional y artística en el centro del espacio debido a la ubicación del altar mayor de Santiago y a la Capilla de la Magdalena, el deambulatorio se abre en forma de pequeñas capillas de planta semicircular: capilla de la Santa Fe, Capilla de San Juan, Capilla del Salvador, Capilla de San Pedro y Capilla de San Andrés. Los pilares de origen medieval están adornados por un zócalo de jaspes y mármoles y fustes profusamente decorados y ennoblecidos con dorados que, resplandecientes, muestran sinuosas formas orgánicas de ornamentación fundamentalmente frutal y vegetal que inunda de forma grácil el espacio.

Deambulatorio con detalle de la decoración barroca.

El baldaquino barroco enmarca el espacio del altar mayor dedicado a Santiago en un despliegue de ornamentación y elementos que forman un programa iconográfico rico en el que predomina la figura de Santiago Peregrino datada en el siglo XIII, sometida a los añadidos barrocos que le dan el aspecto que tiene en la actualidad. Santiago Peregrino está rodeado por los reyes Alfonso II, Ramiro II, Fernando II y Felipe IV, esculturas de la mano de Pedro del Valle. Adelantado al espacio del apóstol, se ubica el sagrario coronado con la figura de la Inmaculada. El baldaquino dorado, diseño de Domingo de Andrade y Vega y Verdugo está sostenido por ángeles de grandes dimensiones que funcionan también como columnas descargando las cargas hacia los laterales que acotan el espacio del altar mayor.

Remata el conjunto el escudo real acompañado de las Virtudes Cardinales que anteceden al conjunto escultórico que representa a Santiago Caballero de Clavijo sobre su caballo blanco y los personajes en batalla que lo rodean.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

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