MELIDE, iglesia parroquial do Santo Espíritu de

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La iglesia está en la población de Melide (ayuntamiento del mismo nombre, parroquia de San Pedro de Melide, provincia da Coruña), siguiendo el trazado del Camino Francés en dirección hacia Santiago de Compostela se entraba en Melide pasando por el antiguo Campo da Feira o de San Roque, que constituía una encrucijada donde confluía el Camino Primitivo o Camino de Oviedo que, procedente de Asturias, conducía a Santiago pasando por la ciudad de Lugo. Desde el campo de San Roque, a pocos metros de distancia siguiendo en dirección norte, se llegaba al antiguo barrio del «casal do camiño do ovedo» que, en la Edad Media, estaba situado extramuros, en los aledaños de la llamada Porta da Vila de Melide. Allí se encontraba el antiguo monasterio del Santo Espíritu, que se levantó en el último cuarto del siglo XIV. De él tan solo resta su iglesia que, en la actualidad, cumple las funciones de templo parroquial.

Hoy, el edificio forma parte de la Plaza do Convento, lindando con el que fue el antiguo hospital de peregrinos, que dependía del propio monasterio (actualmente es la sede del Museo da Terra de Melide). En la misma plaza están ubicados el palacio y la capilla da Obra Pía de San Antón, que comenzaron a construirse en el año 1671. La casa rectoral está adosada al muro norte de la nave de iglesia, sobre lo que fue el antiguo claustro (del que tan solo se conservan algunos restos, como son los capiteles y canecillos que están depositados en el museo local).

Plaza do convento de Melide y fachada meridional de la iglesia do Santo Espíritu.

Si bien la fachada principal de la iglesia se ubica hacia una calle estrecha y presenta un sencillo acceso adintelado (al que le sigue un segundo para la iluminación de la parte superior del templo correspondiente al coro alto), la fachada que da a la plaza presenta una revalorización de su acceso secundario a través de la ornamentación que se genera en torno a él.  Se trata de una portada organizada en tres tramos verticales. En el primero se abre un acceso adintelado enmarcado por un grueso baquetón que se despliega sobre las esquinas superiores del vano. La puerta está flanqueada por dos pilastras cajeadas decoradas con placas de pequeñas dimensiones en el remate superior. Dichas pilastras reciben un entablamento que remata en una cornisa sobre la que se eleva el segundo tramo.

Mantiene la estructura del tramo inferior, acotando el espacio entre pilastras cajeadas. En el lienzo se ubica una hornacina que alberga una escultura de bulto redondo de San Francisco. Se trata de una hornacina articulada en torno a un arco de medio punto que descarga sobre pilastras, enmarcada a su vez por pilastras que sostienen un frontón triangular partido en cuyos extremos superiores se posan sendos pináculos.

Portada meridional de la iglesia y detalle de la imagen de San Francisco en el segundo cuerpo.

A los pies de la iglesia se levanta la torre, obra del siglo XVIII.  Cuenta con un gran cuerpo macizo de tres pisos que rematan en una cornisa volada y moldurada sobre la que se alza el campanario. Este cuerpo, de planta cuadrada, es de menor volumen, y presenta las esquinas en chaflán, así como cuatro vanos con arcos de medio punto que permiten el volteo de las campanas. Bajo los balaustres se muestran las esferas de un mismo reloj. Sobre los arcos discurre una cornisa con un pináculo en cada uno de sus cuatro vértices y, sobre esta, se alza un pequeño tambor cajeado coronado por una cúpula ochavada rematada con un pináculo y una cruz de hierro sobre él.

La iglesia tiene planta de cruz latina con los brazos del crucero no muy pronunciados y cuenta con una cabecera elevada sobre una triple plataforma adosada en el muro este, esta de planta rectangular. En el lado norte de la cabecera se anexa la sacristía. El estado actual que hoy presenta responde a esta descripción y es fruto de la reforma integral a la que se vio sometido el templo en el siglo XVIII (momento en el que también se añade la fachada con la portada barroca). Al muro norte de la cabecera se adosan los cuerpos de la nueva sacristía, construida en el siglo XIX, y de la capilla do Santo Cristo, mientras que al muro del lado contrario se adosa la capilla do Carme, donde antes estaba la sacristía del viejo convento y una parte del antiguo claustro monacal.

 

Plano del emplazamiento; planta de la iglesia y construcciones anexas. (José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).

La nave longitudinal cuenta con coro alto en forma de «L», donde se ubica el órgano del siglo XVIII, espacio al que se accede por las escaleras construidas para tal fin. El coro está sostenido por dos grandes arcos torales apoyados sobre pilastras cuadrangulares, con ménsulas molduradas y fustes cajeados. La nave se divide en cuatro tramos separados por los arcos fajones de medio punto que son los encargados de reforzar la bóveda de cañón con la que se cubre. Cada arco descarga sobre grandes ménsulas voladas de granito —al igual que la rosca de los arcos— mientras que la bóveda descarga sobre los muros.

Interior de la iglesia: vista de los pies de la nave longitudinal (izquierda) y vista de la cabecera (derecha).

En el brazo izquierdo del crucero está la capilla de los Dolores y cuenta con un retablo procedente del taller de Gambino, en el que se intuye la mano de su yerno Ferreiro, datado un poco antes de 1790. Se trata de un conjunto de madera policromada
Es de madera policromada, imitando el veteado de distintos mármoles y se adornado con variados elementos decorativos de estilo rococó. El retablo consta de una predela, un cuerpo principal y un ático. En el centro del cuerpo principal aparece un camarín con arco rebajado que está enmarcado por ornamentos de tipo vegetal en dorado. Lo flanquean dos ángeles y presenta en el remate un corazón en medio de una orla de llamas. El camarín alberga la imagen de la Virgen de los Dolores, cuya autoría se discute entre los escultores Gambino y Benito Silveira.

A los lados del camarín se disponen dos pares de columnas de fustes lisos con hojas de acanto en sus bases y capiteles corintios dorados. Los paños de los intercolumnios se decoran con motivos que aluden a la Pasión de Cristo. El ático tiene hornacina entre alerones decorados con grandes rosáceas y cuenta con una hornacina que acoge la imagen de san Antonio con el Niño en brazos. Sobre ella se alza un frontón partido con el escudo franciscano en el centro. En la parte baja del retablo, sobre la predela y tras la mesa del altar, se introdujo una urna de cristal con la imagen de Cristo yacente, que es obra de finales del XVIII.

Retablo de la Virgen de los Dolores, brazo izquierdo del transepto.

En el brazo derecho, en el lado sur del crucero, se ubica la capilla antes denominada como de «Santa Catalina» cuya fábrica original data de finales del siglo XIV o comienzos del siglo XV, ya que en 1419 (según Carro, Camps y Fernández Oxea) Alfonso Vázquez de Insua donó a este monasterio la mayor parte del coto de Moreda, con la condición de que le dijeran misas cantadas y rezadas en esta capilla de Santa Catalina, que él había fundado.

La capilla sufrió una reforma integral en el siglo XVIII, cuando se agrandó el cuerpo de la iglesia, y fue entonces cuando pasó a llamarse do Nazareno. Se abre al crucero a través de un gran arco formero de medio punto que se apoya sobre pilastras de sección cuadrangular con fustes cajeados, al igual que el intradós del arco. Las pilastras tienen impostas molduradas que se prolongan en los muros, diferenciando las distintas alturas en el interior de las capillas. Bajo las impostas se labraron placas ornamentales que recuerdan el barroco compostelano.

En el muro oeste de la capilla se halla un sarcófago cobijado en un nicho con arco de medio punto. El frontal del sarcófago presenta seis escudos cargados de flores de lis que no corresponden con sus apellidos, sino con el grupo familiar Aldao-Aldán-Maldonado y por derivación los Chariño y los Gres. Por su estilo, el sarcófago podría datarse a mediados del siglo XV. Los escudos con las flores de lis del sarcófago se interponen entre columnitas que sostienen una arquería de medio punto adornada con palmas, entre las que despuntan una serie de pequeños torreones. La arquería enmarca vanos calados y lobulados, de estilo tardo-gótico. Sobre la tapa del sepulcro se encuentra la figura yacente del caballero, vestido con armadura completa y cota de maya que solo deja la cara al descubierto. Sostiene la espada entre las manos y apoya el torso y la cabeza sobre almohadones con ricas borduras; al lado de la cabeza un ángel arrodillado lee un libro de oraciones que porta entre las manos. A los pies se acuesta un perro que simboliza fidelidad.

Sepulcro de la capilla de Santa Catalina o do Nazareno.

El retablo, de inspiración barroca, cuenta con un pequeño sotabanco y un banco tallado. Es de madera policromada, aprovechando el color y todas sus posibilidades para simular materiales nobles como el mármol, que se utiliza tanto en las columnas de tipo salomónico que forman los guardapolvos y entrecalles de ambos pisos como los paneles que dan respaldo a estas y a las imágenes que en el conjunto se ubican. El primer piso cuenta con tres calles verticales, situándose en la hornacina central la imagen del Nazareno, flanqueado por el «Salvator Mundi» y San José con el Niño en brazos.

Retablo del Nazareno, en la capilla del Nazareno del brazo derecho de la cruz.

La capilla mayor de la cabecera de la iglesia se comunica con el crucero a través de un arco triunfal apuntado, con arquivoltas de gruesos baquetones moldurados, que se apoyan en pilastras de sección semicircular. La cabecera de la iglesia, que alberga la capilla mayor, es producto de las obras de reconstrucción del antiguo templo monasterial que hizo el conde Sancho Sánchez de Ulloa en el año 1498. Por esas fechas el conde obtuvo permiso del arzobispo compostelano, para demoler definitivamente el castillo de la propia villa y aprovechar sus piedras en la construcción de la nueva fábrica de esta capilla, que fue edificada toda ella con buena cantería de granito. De la etapa anterior, se conservó (oculto tras el retablo barroco del altar mayor) el sepulcro del notario Fernán López, que fundó el monasterio en el año 1372. El sepulcro tiene cubierta de tejadillo a dos aguas y presenta una inscripción que ofrece los datos referidos al difunto, seguidos de la fecha.

Retablo de la capilla del altar mayor.

La capilla mayor es mucho más baja que la nave que fue levantada posteriormente. Tiene planta rectangular y se cubre con una bóveda tardogótica de esbeltos arcos apuntados que, entrecruzándose, conforman una estrella con nueve claves; las nervaduras de la bóveda arrancan de cuatro ménsulas encastradas en las esquinas de la capilla a dos tercios de la altura de sus muros. Exteriormente la bóveda está protegida por un tejado a tres aguas y se ve reforzada por dos contrafuertes situados en los ángulos del muro testero; bajo el alero del tejado se suceden una serie de canecillos moldurados que rodean el contorno de la construcción.

El interior de la capilla recibe luz a través de dos ventanas que se abren en los muros laterales, la del lado norte aprovecha el vano adintelado de una vieja puerta por la que se accedía a las dependencias altas del antiguo convento. La correspondiente al lado sur se abre por debajo de la bóveda, lo que constituye un amplio ventanal por el que entra abundante luz cenital, tiene arco de medio punto y acusado derrame interior. En el muro sur se abren, además, dos puertas de arcos rebajados que ponen en comunicación la cabecera de la iglesia y los cuerpos adyacentes de la sacristía nueva y de la capilla do Santo Cristo. La puerta que da a la capilla do Santo Cristo tiene frente a ella —en el muro norte— una puerta idéntica, por la que hoy se accede a la capilla do Carme y que anteriormente daba paso al claustro del monasterio y a la sacristía vieja.

Sección longitudinal de la iglesia. (José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).

Fue en torno al año 1691 cuando se colocó el retablo que actualmente ocupa todo el testero de la capilla mayor. Es una obra de gran calidad firmada por Francisco de Castro Canseco en madera dorada, con profusión de motivos decorativos a base de palmas, vides, racimos, girasoles, granadas, frutas, ovas, puntas de acantos y roleos calados que responden al más puro estilo barroco. Toda la fábrica del retablo se yergue sobre una predela que, a su vez, se apoya en un banco de piedra. En los entrepaños de la predela hay dos tablas pintadas por Castro Canseco, que representan a un santo ermitaño y a las almas del purgatorio. Ante la predela se adelanta la mesa del altar, cuyo frente está actualmente adornado por un cordobán del siglo XVIII, que procede de la capilla da Obra Pía de San Antón.

El retablo consta de un cuerpo principal y un ático. El primero está dividido en tres calles separadas por columnas salomónicas con bases áticas y capiteles de orden corintio. En la central se encuentra un camarín con arco de medio punto que alberga la imagen de la Inmaculada Concepción rodeada de querubines (una pieza del siglo XVIII atribuida al escultor Gambino). A los pies de la Virgen se encuentra el Sagrario sobredorado con pequeñas columnas salomónicas a los lados y, en el centro, la figura del Espíritu Santo en forma de paloma con las alas extendidas. Sobre el camarín de la Virgen se adelanta una peana en la que está colocada una pequeña talla que representa a san Pedro (posterior a la fábrica del retablo). En las calles laterales se alzan sobre sendas peanas, las imágenes de San Francisco y Santo Domingo. Por encima del cuerpo principal del retablo discurre un entablamento quebrado que, a su vez, sostiene el cuerpo del ático.

Esculturas del primer piso que se corresponden a San Francisco, la Virgen, Santo Domingo en el retablo de la capilla mayor.

En el centro del ático se representa la escena del Pentecostés tallada en bajorrelieve y ricamente policromada. La disposición de las figuras que componen la escena es piramidal. En el vértice superior se encuentra la sagrada paloma, que aparece en medio de una orla de nubes de la que irradian haces de luz y lenguas de fuego. Bajo la paloma, la Virgen sentada al final de una corta escalinata presidiendo la reunión con los apóstoles que se agrupan en torno a ella, distribuyéndose a un lado y a otro de la escalinata, mientras dirigen sus miradas a lo alto, reflejando en sus rostros la intensidad del milagro acaecido. Corona todo el conjunto el escudo franciscano sostenido por pequeños angelotes y surmontado por una corona volada. Los alerones laterales del ático, adornados con rocallas, volutas y pináculos, fueron añadidos tardíamente.

Centro del retablo en la capilla mayor.

El muro testero de la capilla mayor conserva ocultas tras el retablo barroco pinturas murales del siglo XVI que representan en el centro de la composición la escena del calvario con el crucificado, la Virgen y san Juan y en los laterales las figuras de santa Isabel de Hungría y de santa Isabel de Francia. Sobre estas representaciones se hallan también pintados, los escudos con las armas de los Castro y Ulloa.

Alzado frontal de la iglesia.

(José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).

El presbiterio está cubierto por una bóveda estrellada de consolidadas nervaduras que se encuentran en claves, ahora desprovistas de cualquier ornamento. Sin embargo, es posible reconstruir las imágenes con las que contó en origen gracias a una serie de dibujos, depositados en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid realizados en el año 1705. Forman parte del expediente incoado con motivo de un pleito mantenido entre el convento del Santo Espíritu de Melide y Antonio Varela Sotomayor y Ulloa por razón del patronato de la capilla mayor de dicho convento (Broz Rei publica una copia del escrito correspondiente que se guarda en el Archivo del Reino de Galicia). Los dibujos registran minuciosamente algunos de los elementos más destacados de esta capilla, como son los arcosolios con sus escudos. Sobre ellos se detalla de forma esquemática cómo en tres de las cuatro claves —que se alinean en el centro de la bóveda— se disponían otros tantos medallones o tondos que aludían a la Pasión de Cristo. En el primer medallón se representaba la columna de la flagelación, en el segundo la cabeza coronada de espinas de Jesucristo tal como debió quedar marcada en el paño de la Verónica y, en el tercero, los tres clavos de la Crucifixión.

En las claves que se sitúan en lado norte de bóveda (sobre el sepulcro de Inés de Castro), se encontraban dos escudos con las armas de los Castro y Guzmán (padres de Inés) y en la clave del lado sur (sobre el sepulcro de Leonor de Mendoza) otros dos escudos más, con las armas de los Sotomayor y Ulloa (abuelos de Sancho Sánchez de Ulloa). También se dibuja la reja de madera que cerraba la capilla mayor (que en el centro tenía el escudo de la Orden Tercera Franciscana) y se detallan otros enterramientos que todavía hoy pueden verse en el suelo de la misma capilla, ante la grada del altar mayor.

Bóveda que cubre la capilla mayor de la iglesia.

Junto a la cabecera de la iglesia se ubican sendas capillas. La dedicada al Santo Cristo está en la parte más antigua del conjunto edificado, remontándose a la época de la fundación del monasterio en el siglo XIV. El espacio tiene planta rectangular y está cubierto con una bóveda apuntada construida con sillares de granito. Esta se apoya en los muros laterales, arranco desde la imposta corrida que diferencia las distintas alturas. La capilla cuenta con dos vanos de acceso de arcos rebajados, uno abierto en el muro este (que la comunica con la nueva sacristía) y otro abierto en el muro norte (en comunicación con la capilla mayor de la iglesia). En origen, la capilla se dividía en dos tramos separados por un arco triunfal del que, en la actualidad, solo se conserva uno de los capiteles correspondientes a las columnas que debieron sostener el arco. Este capitel está encastrado en la pared oriental de la capilla y presenta decoración a base de cintas que se entrecruzan.

La advocación del Santo Cristo se remonta al año 1661, cuando Mateo Segade Bugueiro fundó aquí una capellanía sujeta al patronazgo de su familia. La dotación de dicha fundación incluía un retablo de estilo barroco (hoy desaparecido), al que probablemente perteneciese el crucificado que hoy está en el altar mayor de la capilla da Obra Pía de San Antón, fundada por el propio Mateo Segade años más tarde. El retablo que actualmente ocupa la capilla do Santo Cristo (antes en el lateral derecho de la nave) data de finales del siglo XVIII y presenta elementos rococós. En el ático está ubicado el escudo de la Orden Tercera Franciscana, flanqueado por rocallas y surmontado por una corona volada. El cuerpo principal del retablo tiene una sola hornacina con dos grandes columnas de orden corintio a los lados. En la hornacina se encuentra la imagen de Virgen de la Soledad, que es una imagen procesional de vestir.

Imagen de la Soledad en la antigua capilla do Santo Cristo.

También en los muros laterales de la capilla mayor, en la zona del presbiterio, se abren —uno en frente del otro— sendos arcosolios gemelos de estilo tardo-gótico. Los arcosolios que cobijan ambos sepulcros están formados por arcos de medio punto con arquivoltas molduradas decoradas con guirnaldas y brotes florales. Bajo las roscas de las arquerías se descuelgan cresterías caladas; mientras las arquivoltas del trasdós se visten con palmetas que flanquean pináculos de forma conopial. Estos están coronados por florones que se elevan sobre las claves de las arquerías. A los lados resaltan —sobre lienzo de las paredes— dos pares de pilastras de orden toscano que sostienen pináculos de forma apuntada que están profusamente ornamentados con motivos vegetales.

Estos cobijan los sepulcros de las dos esposas que tuvo Lope Sánchez de Ulloa: Inés de Castro y Leonor de Mendoza. El destinado a la primera se ubica en el lado norte, el muro de la Epístola y es que Inés fue la madre del conde Sancho Sánchez, quien quiso levantar esta capilla en su recuerdo. El del lado contrario, el correspondiente al muro del Evangelio, en el muro sur, está dedicado a doña Leonor. En el frente del sarcófago de Inés de Castro —labrado en granito— figura una inscripción con letra gótica del siglo XV, que reza:

Aq[uí] iase doña Ines de Castro, fija de do[n] Alfo[n]so de Castro e de doña Maria de Gusman, fue muger segunda de Lope Sanches de Ulloa, madre de don Sancho de Ulloa, primero conde de Monte Rey, el qual mando faser esta iglesya e monesterio en el año de mil e CCCC e XC VIII años. Fallecio esta señora q[ue] aia gloria, en el año de mil CCCC XC.

En la cubierta del sarcófago se encuentra esculpida en bajorrelieve la figura sedente de la difunta, que se vuelve ligeramente hacia el lado del espectador; tiene apoyada la cabeza sobre dos cojines rematados con cuatro borlas en las esquinas y reposa sobre el pecho sus manos, de las que pende un rosario de voluminosas cuentas. La dama viste el hábito franciscano que se pliega en grandes dobleces, dejando tan solo la cara al descubierto.

Arcosolio con el sepulcro de Inés de Castro (izquierda) y Arcosolio con el sepulcro de Leonor de Mendoza (derecha).

Sobre el sarcófago de Leonor se encuentra una escultura muy similar a la de Inés de Castro, aunque se pueden apreciar diferencias en los rasgos faciales como en el frontal de su sepultura donde hay una inscripción con el mismo tipo de letra, que dice así:

Aquí yase doña Leonor de Mendoça, fija de Jua[n] de Mendoça e de doña Ynes Melgarejo, fue muger primera de Lope Sanchez de Ulloa, madre de Vasco Lopes de Ulloa el qual ovo por fijo en doña Ynes de Moscoso, su muger, a don Lope Sanchez de Moscoso, prymero conde de Altamyra. Fallecio esta senora año de M CCCC XXX VI años.

El conjunto arquitectónico y escultórico de la capilla levantada por el conde Sancho Sánchez se completaba con una serie de representaciones heráldicas e iconográficas realizadas en madera policromada, de las que tan solo se mantienen cuatro escudos, los ubicados sobre los arcosolios de la capilla (dos por cada enterramiento). Estos portan las armas correspondientes a Inés de Castro y a doña Leonor de Mendoza.

A los pies de la nave, bajo la tribuna, se ubica el sepulcro de una dama, identificada como Teresa Rodrígez, señora de Viladefrancos, esposa de Alfonso Vázquez de Insua. Del sepulcro original, trasladado de la capilla de Santa Catalina en el año 1887, solo se conserva la cubierta con la figura yacente de la dama que apoya el torso y la cabeza sobre almohadones. La dama junta las manos en actitud orante. Su cuerpo se cubre con una capa perfilada por una rica bordura, bajo la que asoma un vestido talar con falsos pliegues formando bandas adornadas con rosetas en círculos, flores hexagonales y bandas de líneas en zig-zag. A los pies de la cama se acuestan dos perros enfrentados con la talla muy desgastada.

Cubierta del sepulcro de Teresa Rodríguez, señora de Vilardefrancos.
Sepulcro de la capilla de Santa Catalina o do Nazareno.

A la misma época y al mismo estilo podría adscribirse el sepulcro de una dama que ha sido identificada como Teresa Rodríguez, señora de Vilardefrancos, esposa del susodicho Alfonso Vázquez de Insua. De este sepulcro solo se conserva la cubierta con la figura yacente de la dama, que hoy está colocada totalmente fuera de lugar a los pies de la nave, bajo la tribuna alta de la iglesia; al parecer la pieza fue sacada de la capilla de Santa Catalina en el año 1887. Al igual que en el caso anterior, la dama apoya el torso y la cabeza sobre almohadones con hechura y adornos semejantes a los del sepulcro del caballero y del mismo modo tiene un ángel lector arrodillado junto a su cabeza. Sobre los pies de la dama se acuestan dos perrillos que aparecen enfrentados. La dama junta las manos en actitud orante. Su cuerpo se cubre con una capa perfilada por una rica bordura. Bajo la capa asoma un vestido talar, con falsos pliegues formando bandas adornadas con rosetas en círculos, flores hexagonales y bandas de líneas en zig-zag.

 

Cubierta del sepulcro de Teresa Rodríguez, señora de Vilardefrancos.

Historia

López Ferreiro da cuenta de un documento que contendría la primera noticia conocida referente a la existencia del convento del Santo Espíritu en la villa de Melide; en concreto se trata de la donación que Álvaro Díaz de Deza hizo a la comunidad de Sancti Spirtus de lo que tenía en el lugar de “Villamor”, a condición de que lo sepultasen en su iglesia. El autor fecha el documento en el año 1363 y añade que por entonces el convento debía encontrarse junto a la desaparecida iglesia de San Pedro, dentro de las murallas de la villa. Años más tarde, Carro, Camps y Fernández Oxea puntualizan que, en el memorial de un pleito que sostuvo el monasterio con los señores de la casa de Corbelle, consta que dicha donación se hizo en la era de 1363, siendo por tanto en el año de 1325.

La fundación del monasterio del Santo Espíritu de Melide en el emplazamiento que hoy ocupa su antigua iglesia se remonta al año 1372, cuando el notario de Melide Fernán López y su esposa Aldara González donaron a fray Alonso de Melide de la Orden Terciaria de San Francisco, “nosas casas con sua cortiña que están a porta da vila de Mellide cabo da calzada contra a fonte que chaman de Feas […] en que fazan Iglesia e edificio en similitud de Mosteiro”. Fray Alonso comenzó la construcción del monasterio en dicho emplazamiento con el consentimiento del obispo de Mondoñedo (dado que hacía casi un siglo que las feligresías de San Pedro y Santa María de Melide pertenecían a ese obispado). Poco después, en el año 1375, el mismo Fernán López donó otros bienes a la Orden Terciara mandando que hicieran un hospital en la puerta de la villa correspondiente al camino de Oviedo.

En ese mismo año de 1375 el conde de Trastámara, Pedro Enríquez de Castro, concedió a este monasterio el coto de Basadre y lo que la Orden del Temple había tenido en “Mellid, tierra de Abeancos y Ventosa”. Esta última cesión, que fue vital para el afianzamiento del monasterio, suscitó un pleito con Vasco Gómez das Xeixas a quien Pedro Enríquez, tras haber cambiado de parecer, había concedido las mismas tierras; el pleito, en el que medió el arzobispo García Manrique, se resolvió en el año 1384 a favor del monasterio.

En el año 1379 el monarca Enrique II otorgó un privilegio confirmando los bienes de este monasterio y acogiéndolo bajo su protección; en el documento respectivo se nombran conjuntamente monasterio y hospital: “por facer bien e merced e limosna al monasterio e ospital de Sant spiritus de Mellid”. Este privilegio fue confirmado por Juan I, en el año 1381, por Enrique III en 1391, por Juan II en 1407 y por los Reyes Católicos en 1481. En su confirmación Juan I eximió al monasterio y hospital de todo tributo y pecho, lo mismo que a sus labradores y servidores, ordenando a los señores y autoridades que los amparasen; el monarca dispuso que se defendieran las limosnas que se habían hecho en el pasado para cumplir las siete obras de misericordia y demás beneficios que se hacían en dicho monasterio y hospital “a los romeros y peregrinos que van de romería a Santiago de Galicia en cuyo camino yaz el dicho monasterio y ospital”.

La sanción papal llegó de mano de Benito XIII, quien el 27 de febrero de 1396 ordenó al provisor de Santiago la confirmación de la fundación.

En 1478 Inés de Castro hizo una importante donación al monasterio del Sancti Spiritu. Poco después, en 1498, su hijo el primer conde de Monterrey, Sancho Sánchez de Ulloa, reconstruyó en memoria de su madre la capilla mayor del templo monasterial con piedra del derrocado castillo de Melide. El mismo Sancho Sánchez fue protector del hospital del monasterio, cuyo edificio fue rehabilitado por iniciativa suya en el año 1502; la inscripción con la fecha y los escudos con las armas de los Ulloa y los Castro, pueden verse todavía en la fachada del hospital. En la capilla mayor del monasterio están los sepulcros de las dos mujeres que tuvo Lope Sánchez de Ulloa, padre de Sancho Sánchez.

En 1547 el papa Pablo III confirmó al Sancti Spiritu de Melide las posesiones de varias iglesias y en 1565, el papa Pío IV expidió una bula confirmando otras bulas y privilegios que otros papas, reyes y señores habían concedido anteriormente a dicho convento.

A lo largo de esta última centuria y también en la siguiente, los frailes terceros de Melide recibieron numerosos legados de particulares y señores de la comarca que fundaron diversas capellanías en su iglesia, donde fueron enterrados. Los bienes y propiedades del monasterio se extendieron por una amplia zona geográfica donde se percibían numerosas primicias, rentas y contribuciones. El monasterio del Sancti Spiritu fue, por entonces, cabeza de todos los de la misma orden en Galicia y de él dependió también el hospital de peregrinos de Santa Catalina, sito sobre el Camino Francés, en el lugar de Fonfría (Pedrafita do Cebreiro). Así, en 1577 Bartolomé Villalba dejó anotado en su Itinerario del Pelegrino Curioso y Grandezas de España que en Melide había “un monasterio de terceros razonable, cabeza de los de Galicia; ahora están sujetos á los mínimos; tiene quince frailes; la iglesia es pequeña, aunque proveida de sepulturas antiguas”.

Ya en el siglo XVIII, la iglesia del monasterio fue muy reformada y agrandada; de épocas anteriores solo quedó en pie la cabecera de la iglesia y la capilla anexa do Santo Cristo.

En los primeros años de esta centuria, concretamente en 1718, el carmelita italiano Antonio Naia dejó constancia de su paso por Melide camino de Compostela, comentando lo siguiente: “En Melide me hospedé donde los Padres de San Francisco de la 3ª orden, que son 30, incluido su Caporal, que es como ellos le llaman al Provincial. Éstos se visten de un color casi negro, y con un paño más fino que los otros Padres de San Francisco. Este Padre Caporal me acogió con mucha caridad, y en el refectorio hubo gran abundancia de pan, buen vino, carnes, buen fuego y buena cama”.

En 1753 consta en el Catastro de la Ensenada que en el convento de la Orden Tercera de San Francisco de Melide había treinta y tres “religiosos de misa”, un novicio y tres legos. Uno de los religiosos de dicho convento corría a cargo de la botica que había en la villa; la botica estaba regulada por unas normas fijadas por los cirujanos que habían sido nombrados a tales efectos. También corría a cargo del convento la administración del hospital de la villa, que era solo para “alojar a los peregrinos que vienen al apóstol Santiago”; por entonces el hospital tenía doce camas “sin que en él se cure enfermedad alguna”.

Desde la desamortización de 1835, que trajo consigo la exclaustración de los monjes franciscanos, el monasterio del Santo Espíritu quedó abandonado. En ese mismo año, en el transcurso de las guerras carlistas, el gobierno ordenó acuartelar las fuerzas en el suprimido monasterio y dispuso que se levantase un fuerte en la puerta principal de la iglesia y otros dos en la fachada y parte posterior de la casa rectoral, alzándose barricadas en las distintas calles que conducían al reducto.

En 1836, en un informe dado por la Diputación Provincial sobre el destino que se podría dar a los edificios del convento de Melide se dice: “La iglesia del Convento de Mellid, podría tal vez quedar de parroquia, deshaciéndose la que se titula tal y el resto del monasterio, que podrá disponerse de su piedra y construir en el sitio de él una plaza con los tinglados”. Fue precisamente lo que se hizo; en el año 1842, el Sancti Spiritu pasó a ser la iglesia parroquial de Melide en lugar del antiguo templo de San Pedro, que finalmente fue demolido.

En 1848 dice Madoz de la iglesia del Santo Espíritu que el ayuntamiento había solicitado el edificio para establecer en él la casa consistorial, la escuela pública y la cárcel. Añade el autor que una vez fue cedida la iglesia a la villa, se había reparado con las limosnas de los fieles.

Fuentes y bibliografía

ÁLVAREZ CARBALLIDO, Eduardo, “Antiguas pinturas en la iglesia de Santi Espíritus en Mellid”, Galicia Diplomática, 4, 7 (1889), pp. 55-56.

ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE VALLADOLID, Planos y Dibujos, Desglosados, 768, 769.

ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS, Dirección General de Rentas, Primera Remesa, Catastro de Ensenada, Respuestas Generales, Libro 244, fols. 339v, 350r, 355r.

BROZ REI, Xosé Manuel, A Terra de Melide, [Melide], Xosé Manuel Broz Rei, D.L. 2001.

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