CEBREIRO, iglesia parroquial de Santa María do

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Iglesia emplazada en el lugar do Cebreiro, municipio de Pedrafita do Cebreiro, provincia de Lugo; sobre el trazado del Camino Francés entre las entidades de población de La Laguna de Castilla (León), al sureste y Liñares (Lugo), al oeste.

Este templo junto con el mesón que levantaron los monjes benedictinos en el siglo XVIII, son las edificaciones que se conservan de lo que fue un monasterio cuya historia está íntimamente ligada al Camino de Santiago y, por lo tanto, al fenómeno jacobeo. El monasterio sostenía con sus rentas un hospital que sirvió de refugio a los peregrinos, donde encontraban refugio y asistencia tras cruzar uno de los puertos de montaña más difíciles de la ruta. Una vez desaparecido el monasterio, la iglesia de Santa María pasó a ser templo parroquial y, junto a ella, se construyó el cementerio de la feligresía.

Aquí se dice que aconteció durante la Edad Media el milagro eucarístico, por el que la hostia y el vino consagrados por un sacerdote incrédulo se convirtieron en carne y sangre verdaderas, sin que nunca llegasen a corromperse. Difundido por peregrinos y cronistas, el milagro dio fama internacional al lugar y convirtió al santuario en un centro de peregrinación mariana, al que acuden en romería gentes de toda la comarca. Algunos escritores han relacionado el milagro do Cebreiro con la leyenda del Santo Grial.

Iglesia de Santa María do Cebreiro.

Los edificios de la iglesia, del convento y del hospital estaban comprendidos dentro de los límites de un mismo recinto, cuyo muro de cierre se conservan hoy en día; Juan Uría cita una referencia documental del año 1734, que especifica que los monjes no podían salir sin licencia del prior fuera de la clausura señalada por los términos del cercado que discurría entre las fachadas del convento y de la iglesia, y por el camino que iba a «La Faba» y a «La Calera» y de ahí a la esquina del hospital que miraba a la «Barja Mayor».

El estado actual de la iglesia es el resultado de múltiples reformas y ampliaciones experimentadas desde su origen hasta la actualidad. A pesar de esto, y tal y como afirma Yzquierdo Perrín, mantiene el esquema base de su planta, en la que se siguió un trazado comparable a la de otras iglesias asturianas del siglo IX.

Planta de la iglesia de Santa María do Cebreiro con el Mesón a la derecha.(José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia,A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).
Sección longitudinal (derecha) y transversal (izquierda) (José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).

Se trata de una iglesia de planta irregular con tres naves, coro alto a los pies y ábside cuadrado en la cabecera, flanqueado en el lado norte por una capilla de idéntica planta. Esta disposición hace que la estructura de la iglesia conste no solo de los muros de carga exteriores, sino que las dimensiones y la configuración hace que cuente con arcos formeros que son los que separan longitudinalmente las naves; es decir, desde la cabecera hasta el presbiterio. Se trata de tres arcos de medio punto de amplia luz que descargan sobre columnas adosadas al muro en el encuentro con el testero y la fachada principal y exentos en los demás.

La nave lateral es más ancha y alta que las laterales, que están divididas en secciones por arcos fajones de medio punto que sostienen la estructura desde los correspondientes muros perimetrales hasta las arcadas de la nave central. En planta, la cabecera se extiende con respecto a la nave lateral del Evangelio. Además, está elevada con respecto a la línea de cota de las naves por medio de dos escalinatas intermitentes que conducen, en último término a la capilla mayor o principal.

La iglesia cuenta con un nártex a los pies que fue añadido al edificio en una reforma tardía. Desde este es posible acceder al coro alto, donde además cuenta con un órgano de reciente factura; también dispone de una gran pila bautismal que se atribuye a los primeros tiempos del monasterio; por último, desde el nártex, se accede a la torre del campanario.

Vista de la cabecera (izquierda) y pies de la iglesia.

La capilla mayor —que cuenta con dos tramos separados por un arco fajón de medio punto— ofrece la imagen de Cristo Crucificado —de talla reciente que copia de un original de estilo románico que actualmente se haya en Madrid— en su centro y está cubierta con bóveda de cañón, misma estructura que en las laterales. Completa la iconografía de la capilla la escultura dedicada a Santiago peregrino, ataviado con todos los elementos que lo identifican como tal.  En la actualidad, las capillas están liberadas de iconografía, situándose las imágenes en el espacio que las antecede. Así, puede verse la dedicada a San Benito, del siglo XVIII previsiblemente, flanqueando la capilla del lado de la Epístola, encontrándose en el opuesto a San Antonio.

Las dos capillas menores, a los pies de sus correspondientes naves, son —siguiendo a Yzquierdo Perrín— parte de lo poco que se conserva de la fábrica prerrománica del conjunto, aunque las bóvedas de cañón que las cubren parecen ser fruto de reformas llevadas a cabo en los últimos siglos de la Edad Media.

La capilla del lado del Evangelio, denominada del «Santo Milagro», tiene las mismas características formales que la anterior, tanto en planta como en estructura y está elevada con respecto a la altura de la nave por una serie de escalones que desembocan en el espacio en el que se conservan el cáliz y la patena relacionados con el suceso milagroso, además del relicario con las ampollas que contienen la sangre y la carne transformadas de Cristo. En el muro sur se abren dos arcosolios formados por arcos apuntados que acogen sendos sepulcros. En el lado contrario de la capilla, el muro está horadado con un arco que conecta con la capilla mayor.

Capilla del lado del Evangelio (izquierda), capilla mayor (centro) y capilla del Santo Milagro (izquierda).)

En la Capilla del Milagro se guardan tres objetos de orfebrería. El primero, el cáliz románico es de base circular y copa esférica ligeramente decorada, nudo con ornamentos vegetales y está fundido en plata dorada y tiene el pie abocinado. El pie es abocinado y tiene una inscripción nielada enmarcada entre líneas que dice: «In nomine nostri Ihesu Christi et beate Marie Virgine». Además de la inscripción en la boca que reza así: «Hoc sacratur quo cuntis vita parat». La patena que acompaña al cáliz tiene el contorno lobulado y en el centro está grabada la mano divina bendiciendo a la forma griega. Se estima que ambas piezas son de la segunda mitad del siglo XII.

En segundo lugar, un relicario, regalo de los Reyes Católicos. Se trata de una caja de plata con dos fanales en el interior que contienen las ampollas de cristal de roca guarnecidas en plata en las que se guardan las especies eucarísticas. Cada uno de estos fanales está coronado por un ángel de metal con el cáliz y la patena en sus manos. Por último, se ha de sumar el sagrario de plata repujada, una obra de orfebrería relativamente reciente, con una decoración narrativa sobre la escena del calvario en la que se representa un «pantocrator».

En el tramo de la nave lateral contiguo a esta capilla se ubica la figura de la patrona de la iglesia, la Virgen María. Se trata de una talla de madera policromada de estilo gótico que podría ubicarse entre los siglos XII y XIII, aunque su datación es complicada debido al alto número de intervenciones de restauración a las que se ha visto sometida la pieza. La Virgen está en posición sedente, con el Niño en brazos, que alza la mano derecha como bendiciendo mientras en la derecha porta una manzana. La Virgen cubre la cabeza y los hombros con un velo que se sujeta con la gran corona.

Talla gótica de la Virgen do Cebreiro.

En el exterior, la iglesia de Santa María está construida con sillarejos de pizarra propios de la zona. Su fachada principal presenta una notable asimetría debido a que al cuerpo de la nave se le adosa una torre para el campanario en el muro sur que interrumpe el lienzo principal. Asimismo, antecede a estos volúmenes un pórtico cubierto con acceso mediante un arco de medio punto. La torre del campanario se eleva sobre la línea de cubierta de y sus caras están horadadas por arcos de medio punto con campanas. La iglesia tiene cubierta a dos aguas, con grandes lajas de pizarra sostenidas por armaduras de madera. Sabemos por el Libro de Cuentas de la Sacristía del Cebreiro, que en el año 1804 se puso por vez primera losa para cubrir la iglesia, que anteriormente tenía cubierta vegetal igual que las pallozas de la zona.

Fachada principal de la iglesia.

 

Historia

La iglesia de Santa María do Cebreiro, hoy convertida en sede parroquial, es todo lo que resta de la fábrica de un antiguo complejo monacal que comprendía también los edificios del propio convento y de un hospital de peregrinos.

Por ser un enclave destacado del Camino Francés, tanto el puerto de montaña do Cebreiro como el propio monasterio de Santa María y su hospital aparecen repetidamente señalados en los itinerarios de todas las épocas. Así en el Códice Calixtino, escrito en el siglo XII, se describe la undécima etapa del Camino que iba de Villafranca a Triacastela pasando por el puerto do Cebreiro y se dice que desde este puerto se iba al hospital que estaba la cumbre del monte. Posteriormente Arnold von Harff cita Marie de Sebreo en el relato de sus viajes por Egipto, Venecia y Santiago que realizó entre los años 1496 y 1499.

Ya en la Edad Moderna Bartolomé Villalba en su Itinerario del Pelegrino Curioso y Grandezas de España del año 1577, pormenoriza sobre el milagro eucarístico que se produjo aquí, dando detalle de las reliquias que se conservaban y anotado también que “Nuestra Señora del Cebreiro” estaba “ahumada y deroyda”, diciendo que era priorato benedictino donde había cuatro monjes y que mucho se servía a los peregrinos en esa casa, “que aunque pequeña es grande la caridad que a todos se les hace y hay en ella muy buen hospital”. En 1673 Domenico Laffi, en la primera edición de la publicación de su segundo viaje a Compostela, se refiere igualmente al milagro eucarístico y a las reliquias do Cebreiro y en 1681, en la tercera edición de la misma publicación, dice: alla cima del monte, dov’è un convento di frati Benedettini, che danno la passada alli pellegrini di pane, vino e altre carità e vi è l’ospitale per li medisimi pellegrini. Más detallado es el relato de la estancia de Antonio Naia en O Cebreiro, que pernoctó aquí en enero del año 1718 dejando vívida constancia de las condiciones y costumbres de las gentes del lugar, no habiendo por entonces en el monasterio más que el prior y otro sacerdote y que estaban para ayudar diez seglares, cuatro de ellos hombres, tres mujeres y tres niños “que se atracan comiendo y bebiendo, juegan a echar el pulso y duermen todos en el convento”. Por último, diremos que O Cebreiro y el port Sebierou, son nuevamente reseñados por Guillermo Manier en 1726, por Martín Sarmiento en 1755 y por Jean Pierre Racq en 1790.

Desconocemos la fecha de la fundación de Santa María do Cebreiro, aunque la tradición le ha dado mucha antigüedad fijando su origen en el siglo IX. Así parecen corroborarlo los restos arqueológicos de una edificación prerrománica que fue descubierta bajo los escombros del viejo convento y también la morfología de las capillas laterales de la iglesia que se adscriben a la misma época.

La documentación que se conserva relativa este monasterio no se remonta más allá del siglo XII. No obstante, Yepes y Valiña Sampedro apuntan a que fue el rey Alfonso VI de León, gran simpatizante de los monjes benedictinos de Cluny, quien habría decidido poner los principales jalones de la ruta jacobea bajo la dirección de alguna de sus célebres abadías francesas. A la casa de Aurillac le ofrecería O Cebreiro, quizás al mismo tiempo en que se suprimió el portazgo de Valcarce en el año 1072.

Al parecer, Yepes llegó a leer y a transcribir parte de un privilegio, ya perdido, otorgado por el rey Fernando II de León confirmando las donaciones que su padre Alfonso VII de León y su bisabuelo Alfonso VI de León habían hecho al hospital del Monte Cebrero, cuyos frailes vivían sujetos a regla del beato Geraldo. Uría Ríu opina que de este privilegio se deduce la dependencia del establecimiento do Cebreiro de la abadía clunaciense de San Geraldo de Orleáns, puntualizando que tal dependencia sería explicable teniendo en cuenta la situación del hospital en el Camino Francés por el que tantos peregrinos de esa nación pasaban. Basándose en las indicaciones proporcionadas por Yepes, Uría Ríu data el privilegio en el año 1166, mientras que Valiña Sampedro y López Pombo lo llevan al año 1187. Por otra parte, González González lo considera como un diploma sin fechar. A tenor de las discrepancias habidas, nos dice Rodríguez de la Justicia que la inexistencia del texto original impide por completo salir de dudas.

Este último autor da a conocer la copia, que él considera verídica, de un documento del año 1186 por el que Alfonso IX León declaraba su protección al hospital de Santa María de O Cebreiro y le confirmaba los cotos que le había concedido su padre Fernando II de León en Zanfoga, Perexe, Santa María de Bercianos y Riocereixa, permitiendo a sus ganados la libertad de pasto y declarando exentas de la fiscalidad regia a unas casas que el hospital poseía en Villafranca.

En ese mismo año nos encontramos, en un documento pontificio de Urbano III, al prior del Monte Febrero en pleito con el monasterio de Santa María de Cluny de Villafranca por razón de una iglesia que O Cebreiro había levantado en el coto de Perexe, contraviniendo con ello los derechos del monasterio de Villafranca por estar dicha iglesia dentro de sus términos parroquiales. Dos años más tarde comparecieron ante la viuda de Fernando II de León, la reina Urraca López de Haro, los priores de Santa María de Villafranca y de la Orden del Hospital de Cebrero para liquidar sus desavenencias, que se resolvieron por medio de arbitrales.

Ya en el siglo XIV, concretamente en 1352, Pedro I de Castilla confirmó los privilegios concedidos a O Cebreiro por Fernando II de León y por su hijo Alfonso IX de León. Más tarde, su sucesor Enrique II de Castilla eximiría del pago de tributos a los vecinos y moradores de los cotos do Cebreiro y de Perexe, merced esta que haría al priorato y hospital do Cebreiro en el año 1369. El incumplimiento de la carta de confirmación de estos privilegios expedida por este último monarca en 1373 dio lugar a recurso y a nuevas cartas confirmatorias del mismo Enrique II en 1375, de Juan I de Castilla en 1379, de Enrique III en 1393 y de Juan II en 1420.

Por esa época figura Gonzalo Lopo como “prior ospitaleiro de la casa hospital de Santa María de Zebrero”. La información está contenida en un traslado del año 1372 en el que se recogen también las indulgencias que anteriormente había otorgado el obispo Juan de Lugo al monasterio do Cebreiro para ayuda y reparación de los romeros que pasaban. El obispo rogaba a los moradores de la tierra y a los propios peregrinos que diesen limosna a la casa y al hospital a cambio de determinados días de perdón, indicando que los que entrasen en la cofradía del lugar obtendrían la absolución de los pecados tal como había sido otorgada por el Padre Santo en el concilio de Burgos, y los que contrariasen o embargasen serían malditos.

Apunta Yepes que las abundantes rentas cedidas por entonces para sustentar el monasterio y el hospital acabaron por verse muy mermadas por la mala administración y las intromisiones de los “Caballeros ricos y poderosos de aquellas montañas” que usurpaban los derechos y los dominios del priorato. Esto último quedaba patente en la carta del rey Juan I de Castilla fechada en el año 1381, por la que mandaba a los señores que dejasen el hospital y los cotos do Cebreiro y Perexe que tenían en encomienda y que le pagasen al prior y a los monjes los daños que les habían hecho, todo ello después que se hizo la ley en unas cortes de Soria por la que se mandaba que ningún caballero tomase en encomienda los vasallos de los monasterios que habían sido fundación de los reyes o de sus progenitores. De esta carta también se hace eco Uría Ríu y posteriormente Valiña Sampedro, quienes dicen que tales caballeros eran Pedro Fernández de Bolaño y García Rodríguez de Valcarce.

Por esos mismos años uno de los grandes magnates del reino, Pedro Enríquez, ostentaba el título de conde de Trastámara, Lemos y Sarria ejerciendo un gran poder hegemónico en toda Galicia y en esta zona en particular. De él nos dice el cronista Malaquías de la Vega que hizo una importante donación al hospital do Cebreiro anotando textualmente: “este condestable por su carta hiço donaçión al hospital de Sancta María del Çebrero para el prior y raçionero con cargo que le digan cada día una missa cantada. Dales la felegresía de Sanctistevan de Lynares en el alfoz de la Puebla de Triacastela con los vasallos y derechos y señorío y jurisdicción y la presentaçión del benefiçio con las rentas y jantares”. La carta fechada en 1391 fue confirmada por el rey Enrique III de Castilla en el año siguiente. Añade Valiña Sampedro que entre lo contemplado en esta donación se ordenaba que los de Triacastela no impusiesen cosa alguna de pechos, pedidos, yantares o servicios, ni les pudiesen emplazar, pero que todos sus vasallos ayudasen a Nuestra Señora do Cebreiro y guardasen esta carta bajo pena de diez marcos.

A comienzos del siglo XV O Cebreiro se hallaba todavía sujeto a la abadía de Aurillac y aunque en 1403 aparece el abad francés otorgando el nombramiento del prior do Cebreiro, parece ser que dicha abadía se hallaba ya en franca decadencia y que fue por esos años cuando los abades de la Vega de Espinareda del Bierzo se hicieron con la administración do Cebreiro en régimen de encomienda.

En 1443 figura Arias de Courel como prior hospitalero do Cebreiro, presidiendo una comunidad compuesta por Afonso López y Fernán Domínguez, “clérigos capellanes da dita casa et espital y por Arias Gonçalles, espitalleiro”.

En el año 1483 fue el abad de Espinadera, Francisco de Noya, quien se quejó ante el gobernador de Galicia, Fernando de Acuña, de que el conde de Lemos, Rodrigo Enríquez Osorio, le tenía tomada la alcabala de la renta del portazgo do Cebreiro. Tal queja demuestra como la situación de intromisión de los nobles en los dominios do Cebreiro, lejos de solucionarse, se venía perpetuando a pesar de los sucesivos requerimientos regios. Es así que en el año 1486 los Reyes Católicos, estando de paso en Santa María do Cebreiro camino de Compostela, tuvieron que expedir un seguro a favor de los vasallos del monasterio que eran del lugar del Hospital de la Condesa ya que estos temían a Pedro Bolaño. La reina Isabel ordenó entonces dar a Marina Alonso y a su marido, vecinos del Hospital de la Condesa, mil maravedís porque les “les derrocaron unas casas sin razón e Su Alteza las mandó cumplir de justiçia y mandóles dar más en limosna”. Así mismo, tras su estancia en O Cebreiro, los mismos monarcas hicieron nuevas donaciones y privilegios al hospital confirmando sus posesiones anteriores.

A fin de restablecer de nuevo la vida regular y defender las instituciones monásticas de las influencias del exterior, de las injerencias de los obispos y grandes señores, y sobre todo de los abades comendatarios, los reyes Isabel y Fernando fueron partidarios de reformar y agrupar los monasterios benedictinos bajo la autoridad del superior general de Congregación de la Observancia de San Benito de Valladolid. En este sentido promovieron la desmembración del priorato do Cebreiro de la obediencia debida a la abadía francesa de Aurillac, aplicando sus rentas bajo la dirección y administración de los monjes benedictinos españoles.

A instancias de los propios monarcas, el papa Inocencio VIII despachó en 1487 una bula que iba dirigida a los obispos de Ávila y León comisionados para visitar y llevar a cabo la reforma de la vida regular en O Cebreiro. En la bula se exhortaba a Francisco de Noya, a que cediese la administración del priorato do Cebreiro en las condiciones determinadas por los Reyes Católicos. El papa concedía también indulgencias a los que visitasen O Cebreiro en determinadas festividades y ayudasen a la reparación del hospital. En este mismo documento se hace por primera vez una extensa relación del milagro eucarístico que aconteció en este lugar, especificando que había ocurrido muchos años antes.

Muestra del mal gobierno de entonces la encontramos un documento fechado en 1494, por el que los Reyes Católicos encargaron al bachiller de Liñares que tuviese el monasterio de Santa María do Cebreiro cuya administración a cargo de Alonso de Astudillo presentaba grandes deficiencias, ya que los romeros que en él habían de hallar abrigo no eran bien acogidos y morían de hambre y frío, por lo que se mandaba poner remedio.

Nuevamente a petición de los mismos reyes, el papa Alejandro VI unió en 1496 O Cebreiro al monasterio de San Vicente del Pino de Monforte y al priorato de Valverde, a la vez que todo ello quedaba anexionado a la Congregación de San Benito de Valladolid.

Al año siguiente nos consta que los monarcas requirieron al gobernador y alcaldes mayores de Galicia, al contador del reino, Juan Arévalo, y a sus recaudadores, que se cumpliese con el privilegio otorgado por Enrique III de Castilla por el que se concedía la exención de pagos de tributos a los labradores que vivían en el Hospital de Santa María do Cebreiro.

A partir del siglo XVI O Cebreiro fue perdiendo importancia y su hacienda decreció notoriamente. Según Valiña Sampedro esto fue debido en gran parte a la sangría que supusieron los numerosos pleitos y litigios en que se vio envuelto el priorato. Por su parte, Hipólito de Sá apunta que la anexión a Valladolid tuvo como consecuencia que las rentas que se cobraban en O Cebreiro sirviesen para cubrir las necesidades generales de la congregación vallisoletana abandonando las propias.

Todavía se expidieron en ese siglo algunos privilegios reales a favor do Cebreiro, como la confirmación que en 1520 hizo el emperador Carlos V de todo lo que sus antecesores habían concedido al priorato.

Sabemos algunas cosas referentes al estado de cosas a mediados de esa misma centuria por lo dicho en el Libro de Visitas de la Congregación Benedictina del año 1541 (extractado por Valiña Sampedro), donde por ejemplo se deja constancia de la obligación que los vasallos do Cebreiro tenían de suministrar leña y paja para cubrir el hospital y el monasterio y que a cambio se les proporcionaba comida el día en que traían los materiales. El monasterio mantenía plena jurisdicción civil y criminal en su coto y lo mismo ejercía en el coto de Perexe. Además de la presentación del beneficio de Zanfoga, también tenía la de Riocereixa, Hospital de la Condesa, Liñares y la mitad de la de Balboa. La renta anual era de 4.000 maravedís; recibía en centeno 580 fanegas y su renta anual de vino (proveniente fundamentalmente de Villafranca) era de 300 cántaros.

A comienzos del siglo XVII el rey Felipe III confirmó nuevamente los privilegios, exenciones y franquezas de Santa María do Cebreiro. Poco después, el monasterio entro en pleito con sus iglesias filiales sobre la paga del servicio ordinario y extraordinario debido a su Majestad, ya que la villa do Cebreiro estaba exenta de dichos pagos para que sus habitantes pudiesen servir al hospital y no desamparasen las viviendas de un lugar tan inhóspito. Los vecinos de los otros lugares de la misma feligresía, y también los del coto de Perexe, pretendían tener esos mismos privilegios, mientras que los vecinos de las feligresías anejas lo que perseguían era que todos los lugares (excepto la villa do Cebreiro) entrasen en el reparto de los pagos impuestos al concejo y al partido del priorato. En el correspondiente memorial del pleito, fechado en el año 1611, se dejaba constancia entre otras muchas cosas de que los pobladores de la feligresía do Cebreiro acudían a ayudar a los peregrinos en sus necesidades y a reparar el Camino francés y la casa del priorato. Esta contienda aminoró sensiblemente los recursos del monasterio.

Yepes describe de manera muy gráfica la dureza de la vida en O Cebreiro en esos años: “Es aquella tierra combatida de todos los ayres, y suele cargar tanta nieve, que no solo se toman los caminos: pero se cubren las casas, y el mismo Monasterio, Yglesia, y hospital suelen quedar sepultados, y allá dentro viven con fuegos, y luzes de candelas, porque la del Cielo en muchos dias no se suele ver, y si la caridad (a quien no pueden matar Rios, ni yelos) no tuviese alli entretenidos a los monjes, para servir a los pobres, parece imposible, apetecerse aquella vivienda”. Para colmo de males, en 1641 un incendio asoló el priorato quemando todo a fundamentis.

Ya en el siglo XVIII vemos al monasterio continuamente endeudado y solicitando préstamos a Valladolid. Por entonces el hospital do Cebreiro vivía de algunos ingresos decimales para atender a los pobres y peregrinos y aun así había dificultades para hacer la recaudación. Los pueblos de la zona que pagaban rentas a O Cebreiro se oponían con frecuencia a los cobradores por lo que era necesario hacer fuerza por vía judicial, siendo esto muy oneroso. En otras ocasiones los cobros no se podían efectuar por venir mal las cosechas.

Al mediados de este mismo siglo consta en el Catastro de Ensenada que los curas que había en la feligresía del “Hospital de Nuestra Señora del Cebrero” se reducían a tres: el párroco que era el padre prior fray Manuel Ruiz, administrador y primer cura del hospital, el padre predicador fray Gaspar Quixano y su ayudante fray Francisco Estevez, todos de la orden benedictina.

En las primeras décadas de la siguiente centuria se recuerda, en las actas de las visitas que los abades de Valladolid hicieron a O Cebreiro, que uno de los principales destinos de las rentas de este priorato y hospital era la asistencia material y espiritual de los peregrinos y de los pobres y por lo tanto había que evitar todo “espontáneo y voluntario convite de personas extrañas”. A causa de la ruina en que se encontraba el hospital se había otorgado concesión a un mesonero para que recibiese a los peregrinos en su casa, cobrando por ello del priorato una renta anual de trescientos reales. A los peregrinos enfermos se los recogía en el propio convento y además de atender a las necesidades de estos, se debía tener especial cuidado de los pobres de la parroquia. Para cumplir con todas estas obligaciones y también con el cuidado de la iglesia sabemos en 1826 residían en el priorato dos monjes, un mozo, dos criados, una pastora, un cirujano y un barbero y había dos mulas de servicio.

En 1847 nos recuerda Pascual Madoz que la jurisdicción do Cebreiro comprendía las feligresías do Cebreiro, San Xoán de Hospital, Liñares, Riocereixa, Veiga de Forcas y Zanfoga y que el señorío lo ejercían el monasterio de San Benito y otros partícipes, por quienes se nombraba juez ordinario.

No mucho después, en 1858, tras la aplicación de las leyes de desamortización y exclaustración, los monjes de San Benito se vieron obligados a abandonar el lugar. A partir de entonces Santa María do Cebreiro pasó a ser una más entre las feligresías de la diócesis de Lugo bajo la dependencia del obispo.

Los establecimientos do Cebreiro fueron cayendo en la ruina hasta que más de un siglo después, en el año 1962, la Dirección General de Arquitectura acometió las obras de restauración de la iglesia, del mesón y de la totalidad del poblado.

En 1964 el obispo de Lugo procedió a la consagración de la iglesia, ahora convertida en uno de los santuarios marianos más importantes de Galicia y de la provincia de León al que acuden en romería millares de devotos. El ocho de septiembre, festividad de Nuestra Señora, es por tradición el día de los gallegos y el día siguiente, dedicado a honrar el Santo Milagro, es el de los leoneses. Las celebraciones de estas fiestas señaladas se documentan al menos desde el siglo XVII.

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