O Cebreiro es una entidad de población del Camino Francés, en la parroquia de Santa María do Cebreiro, municipio de Pedrafita do Cebreiro, provincia de Lugo. Se halla entre los lugares de La Laguna de Castilla (León), al sureste y Liñares (Lugo), al este.
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| Altar de la capilla del milagro do Cebreiro. |
Su historia está íntimamente ligada al Camino de Santiago y al fenómeno jacobeo; tanto el puerto de montaña en que se emplaza, como la propia población con el monasterio de Santa María y su hospital de peregrinos, aparecen repetidamente señalados en los itinerarios de todas las épocas, desde que por primera vez se nombran en el Códice Calixtino (siglo XII).
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| Cáliz y patena que se guardan en la capilla del milagro. |
El milagro do Cebreiro, que supuestamente aconteció en torno al año 1300 y que algunos han relacionado con la leyenda del Santo Grial, dio fama internacional al lugar, que llegó a convertirse por sí mismo en un centro de peregrinación, al que todavía hoy acuden los devotos para ver el cáliz, la patena y las reliquias milagrosas que se guardan en una capilla de la antigua iglesia monasterial.
El primer dato documentado que conocemos sobre el milagro do Cebreiro, que supuestamente se produjo hacia el año 1300, procede de la bula expedida por el papa Inocencio VIII en el año 1487, donde se hace una extensa relación de lo acontecido (diciendo que habían transcurrido muchos años) y se establecen indulgencias para todos aquellos que visitasen el monasterio en determinadas festividades y que ayudasen con su limosna a la reparación y mantenimiento del hospital.
Igualmente se menciona el suceso milagroso en la bula papal de 1496 expedida por Alejando VI por la que Santa María do Cebreiro, San Vicente do Pino de Monforte de Lemos y el priorato de Valverde, quedaron anexionados a la congregación de la Observancia de San Benito de Valladolid.
La versión del milagro publicada por el licenciado Molina en 1550 se refiere a cierto “clérigo idiota”, que celebrando misa en la iglesia do Cebreiro le asaltó la duda en el momento de consagrar la sagrada forma sobre si en ella se contenía lo que sus palabras expresaban; al instante se le demostró “sin ninguna nube lo que estaba debaxo della”, pues “se convirtió la hostia en una perfecta carne y el vino en natural y verdadera sangre”.
Bartolomé Villalba y Estaña, en su Itinerario del Pelegrino Curioso y Grandezas de España de 1577, cuenta esta historia en términos más o menos parecidos. Nos dice además, que había en el lugar cuatro monjes que le trataron bien y le mostraron las reliquias.
A Comienzos del siglo XVII el padre Yepes hace un relato más extenso y detallado del suceso y dice: “otro tesoro ay en este Monasterio, que auian de yr de toda España á solamente verle, y admirarse, porque está la hostia (que consagró un sacerdote) convertida en carne, y el vino en sangre, mas ha de trecientos años sin corromperse. Contaré esto como aconteció que es caso digno de eterna memoria […]. Cerca de los años de mil y trescientos auia un vecino, y vasallo de la casa del Zebrero, en un pueblo, que dista media legua del llamado Barja mayor, el qual tenia tanta deuocion, con el Santo sacrificio de la Missa, que por ninguna ocupación, ni inclemencia de los tiempos recios, faltaua de oyr Missa. […] Vn día pues muy rezio, y tempestuoso, lidiô, y peleò el buen hombre, y forcejô contra vientos, nieue, y tempestades, rompiò por las nieues, y como pudo llegò a la Yglesia. Estaua vn clerigo de los capellanes diziendo Missa, bien descuydado, de que en aquel tiempo trabajoso, pudiesse nadie subir à oyr las Missa. Auia ya consagrado la Hostia, y el Caliz, quando el hombre llego, y espantandose quando le vio, menospreciole entre si mismo, diziendo: Qual biene este otro, con una tan grande tempestad, y tan fatigado, à ver vn poco de pan, y vino. […] que luego la hostia se conuirtio en carne, y el vino en sangre, queriendo su Magestad abrir los ojos de aquel miserable ministro, que auia dudado, como mostrò aquel buen hombre, viniendo à oyr Missa, con tantas incomodidades”.
Yepes continúa relatando que durante mucho tiempo estuvo la hostia vuelta en carne en su patena y la sangre en el mismo cáliz donde había acontecido el milagro, hasta que, pasando la reina Isabel en romería a Santiago y hospedándose en el monasterio do Cebreiro, quiso ver un prodigio tan raro y maravilloso y cuando lo vio, mandó poner la carne en una redomita y la sangre en otra, donde se mostraban. Añade que él mismo vio las reliquias y adoró el sagrado misterio cuando pasó por el lugar y que dichas reliquias se sacaban en procesión el día de Corpus y los de Nuestra Señora de agosto y de Septiembre; días en los cuales acudía mucha gente, por gozar del milagro y de las indulgencias.
También el peregrino Domenico Laffi dejó reseña en 1673 de su paso por O Cebreiro y del milagro allí acontecido, haciendo una narración semejante a la de Yepes, en la que incluye la relación detallada del esfuerzo realizado por el campesino devoto. Es quizá ésta la versión más extendida y conocida del hecho milagroso, a la que la tradición local añade otros pormenores, asegurando que la imagen de la Virgen de los Remedios presente en el santuario se inclinó en adoración en el instante que se producía el milagro, por lo que los habitantes de toda la zona sienten particular devoción por esta imagen.
El clérigo italiano Antonio Naia incorpora esta última tradición al relato de su estancia en O Cebreiro y cuenta lo siguiente: “Por la mañana, jueves 27 de enero de 1718, celebré por mis obligaciones en el altar donde se conserva el milagro de una Santísima hostia y la sangre […]. Con mis propios ojos vi dos ampollas de cristal: en una está una Santísima hostia convertida en un trozo de carne de Jesucristo, de color sangre, y tiene el tamaño de un pedacito de pan o de media nuez pequeña y en la otra está el vino, convertido en la santísima sangre de nuestro Señor Jesucristo y congelado en tres pequeñas piedras del color de la sangre. […] Luego vi el mismísimo cáliz y la patena en los que ocurrió el milagro. Vi también la cruz pectoral, adornada de piedras preciosas y con el leño de la SS. Cruz de Jesucristo: la dejó aquí un Pontífice como recuerdo cuando vino a ver este milagro, y esta cruz se sigue guardando en el tabernáculo. Encima del tabernáculo de dicho altar se encuentra la B. Virgen María con el Niño en brazos, ambos de estuco, y cuando ocurrió el milagro de aquella hostia tanto la B. Virgen como el Niño se inclinaron para ver el prodigio y todavía siguen milagrosamente encorvados mirando hacia el altar.”
Valiña Sampedro nos dice que en la segunda mitad de esta última centuria las reliquias del Santo Milagro eran todavía sacadas en la procesión del Corpus, lo que advertido por los visitadores del priorato les movió a prohibir semejante costumbre, ordenando que en adelante se sacase solo el Santísimo Sacramento.
Según el mismo autor, en el Libro de Costumbres de la Iglesia del Cebreiro, consta que el día once de julio de 1820 el párroco recibió un voto de todos los feligreses, por el que se obligan a guardar día festivo el nueve de septiembre. Lo hacían en honor del Santo Milagro, ya que el día ocho lo dedicaban a honrar a Nuestra Señora del Milagro.
Las fiestas de esos días han convertido O Cebreiro en uno de los santuarios marianos más importantes de Galicia y León, al que acuden en romería millares de peregrinos; por tradición el día ocho de septiembre es de los gallegos y el día siguiente es el de los leoneses.
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