PORTOMARÍN, parroquia de San Nicolao de

Feligresía del Camino Francés en el municipio de Portomarín, provincia de Lugo. Está situada entre las parroquias de San Pedro de Navallos, al norte, Santa María de Gondrame, al nordeste, Santiago de Ribas de Miño, al este, San Pedro de Portomarín y San Xoán de Loio, al sureste, San Martiño de Castro y San Salvador de Sabadelle, al sur, San Mamede de Belaz, al sudoeste, Santa María de Cortapezas, al oeste y San Martiño de León, al noroeste.

Consta de ocho entidades de población, tres jacobeas: Portomarín, San Roque y O Souto; las otras cinco por donde no transcurre el Camino Jacobeo son O Barco, Barreiro, Ferreiroá, San Miguel y San Pedro.

Diversas elevaciones bordeando el valle del río Miño y varios de sus arroyos configuran el término. Tenía censados 498 habitantes en 2019. El sector de los servicios ocupa con claridad a la mayoría de sus vecinos.

El primer domingo de julio se celebra la fiesta de Santa Isabel o do Ramallo y los días 6 y 7 de septiembre las del Santo Cristo de las Victorias. Otro carácter tiene la fiesta del aguardiente, que se organiza el domingo de Pascua. Los nueve de cada mes se celebran ferias y todos los domingos se hace mercado.

Historia

La villa medieval de Portomarín surgió y se expandió a orillas del río Miño, en torno al paso del Camino Francés. Comprendía dos burgos distintos: el de San Xoán, en la parroquia de San Nicolao, situado en la orilla derecha del río Miño y el de San Pedro, en la parroquia del mismo nombre, sobre la orilla izquierda. Ambos burgos han quedado anegados bajo las aguas del embalse de Belesar, construido entre las décadas de los años 50 y 60 de la pasada centuria.

En el siglo XII encontramos la primera noticia de la instalación de la Orden de San Juan de Jerusalén en lo que fueron los términos de la parroquia de San Nicolao; es así que en el año 1158 Fernando II donó al prior de la orden sanjuanista, don Ordoño, el monasterio de Santa Mariña de Portomarín, con Seixón y Riocabo. En el correspondiente documento se especifica que este monasterio estaba en la ribera del río Miño, en el territorio de Paradela. Además, el monarca dada a la misma orden la mitad del patrimonio real en Portomarín, cerca del citado monasterio, señalando que ello se añadía a la otra mitad del realengo del lugar que ya había donado su padre al Hospital. Se deduce de esto último, que la presencia de la Orden de San Juan en Portomarín se remontaría a cierto tiempo antes, en algún momento del reinado de Alfonso VII.

Al hacer su iglesia a finales del siglo XII, los sanjuanistas entraron en conflicto con el obispo de Lugo. Este hecho se desprende de la copia de un documento -transcrita y publicada por Mosquera Agrelo- en la que además de dar cuenta de un intercambio de propiedades acordado en el siglo XI entre los obispos de Lugo y Mondoñedo, se hace resumen de los diversos conflictos que la sede lucense mantenía un siglo después con otras diócesis, con el monasterio de Samos y con la Orden del Hospital. De este modo la Iglesia de Lugo dice que los hospitalarios habían construido un nuevo templo en Portomarín, en un lugar que le pertenecía por derecho de propiedad y que poseía de mucho tiempo atrás, manteniendo los débitos que el pueblo (plebecula) les satisfacía tanto en cera, como en ofrendas, como en otras cosas.

Señala D’Emilio que el rastro documental de esta controversia ha desaparecido, pero que es evidente que los hospitalarios respondieron llevando a cabo el programa de construcción de su propio templo y así tenemos constancia de que en el año 1195 las obras estaban en marcha, puesto que fue en esa fecha cuando el obispo Rodrigo de Lugo compró la mitad de una casa en Portomarín, de que se dice que estaba ubicada en los términos donde se estaba edificando la iglesia de San Xoán; Solís Parga nos ofrece el regesto de la correspondiente carta de venta, que hoy se guarda en el Archivo Histórico Nacional de Madrid.

A comienzos del siglo XIII los sanjuanistas debían tener ya la jurisdicción de Portomarín en virtud de las donaciones reales; la prueba de eso son los fueros que la Orden de San Juan dio a esta villa en el año 1212.

Desde entonces y lo largo de toda la Edad Media la orden no hizo más que afianzar su presencia en estas tierras. El llamado “Casco de San Nicolás de Portomarín” fue hasta el final del Antiguo Régimen el partido administrativo de la encomienda sanjuanista de Portomarín donde se encontraba la casa central, comprendiendo el territorio de su más inmediato entorno.

En las Relaciones de Vecindario del año 1571 se dice de Portomarín que era de la encomienda de San Juan y que tenía dos parroquias, reuniendo la de San Nicolao 100 feligreses.

En el Catastro de Ensenada figura que en 1753 esta feligresía y jurisdicción era de señorío perteneciente a la Encomienda de Portomarín, quien proveía de juez, escribano de número, alguacil mayor, ministros y carcelero, percibiendo el derecho de luctuosa de los lugares de Bagude, Bibuedo y Recesende, que era una cabeza de ganado mayor por cada cabo de casa que moría, lo que ascendía a 40 reales de vellón al año. Los diezmos de Bagude, O Barco y parte de la villa de Portomarín los percibía el prior, que era cura párroco y lo restante de la villa y feligresía no pagaba diezmo por andar éste incluido en las rentas que cobraba el comendador. El mismo prior recibía anualmente por derecho de ofrenda 1 real y 20 maravedís de cada casado y 8 maravedís de los viudos. El cabildo de la iglesia de Santiago por razón del voto al Apóstol percibía de cada vecino que labraba con bueyes o vacas, medio ferrado de centeno y de los que vendimiaban, la cuarta parte de un cañado; todo lo cual sumaba al año 20 ferrados de centeno y 18 cañados de vino.

En total estaban censados, por entonces, 116 vecinos; entre los que desempeñaban algún oficio se encontraban dos sastres, cuatro zapateros y un herrero. Había además siete clérigos, incluido el vicario general. Las casas habitables eran 121 y las arruinadas eran 6; existía un mesón, una tienda al por menor y un hospital dotado de rentas. No había convento alguno. En el Miño navegaban seis barquitas a las que se consideraban de utilidad para entrar en los canales de las pesquerías y tanto en él como en sus afluentes había 10 molinos harineros de agua corriente, aunque no todos funcionaban el año entero. Así mismo, había 48 colmenas en esta parroquia.

En la relación de los beneficios parroquiales contenida en el libro titulado Razón universal de todas las piezas eclesiásticas de este obispado de Lugo. Año 1755, que se guarda en el Archivo Diocesano, figura en el arciprestazgo de Ferreira-Ferreirúa “San Nicolás de Puertomarín” como colegiata cabecera de la encomienda sanjuanista, cuyo prior era el párroco.

En 1827 dice Sebastián Miñano que esta feligresía en la provincia y obispado de Lugo era colegiata de la encomienda de Portomarín, perteneciente a la Orden de San Juan de Jerusalén. Estaba servida por un prior y cuatro capellanes de provisión de la orden sanjuanista y sujetos a su autoridad, que en su nombre ejercía un vicario eclesiástico. Tenía por entonces 109 vecinos y 552 habitantes.

Poco después, la aplicación de las leyes de la desamortización supuso la supresión efectiva de los señoríos y con ello, el fin definitivo del poder temporal de los comendadores y la extinción de los antiguos dominios de la Orden de San Juan, cuyos bienes acabaron por ser enajenados, saliendo a subasta pública a partir del año 1848. También se previó el cese de todas las jurisdicciones privilegiadas y exentas, cuyos territorios se habrían de incorporar a las respectivas diócesis.

Así, en 1849 señala Pascual Madoz que “San Juan de Puerto-Marín” pertenecía al partido judicial de Chantada y al ayuntamiento de su mismo nombre. Reunía por entonces una población de 122 vecinos y 636 almas, que habitaban las 117 casas que componían los lugares de “Barco, Castro, Ferreiroá, San Roque y Tojiboo”. La iglesia parroquial era de patronato de la encomienda de Portomarín y el curato de primer ascenso. Se criaba preferentemente ganado vacuno y de cerda. La industria era la agrícola, produciendo centeno, patatas, lino, algún trigo, legumbres, castañas y otros frutos; había molinos harineros, telares para el lino y la lana y varios artesanos de primera necesidad. Se celebraba en el término una feria que era bastante concurrida. Los caminos eran medianos; sobre el río Miño, confinando con el término de San Pedro de Portomarín, se hallaba un puente de antigüedad y buena arquitectura.

A instancias de la bula papal expedida por Pío IX en el año 1873, el obispo de Lugo don José de los Ríos determinó que las parroquias que anteriormente habían sido de la encomienda de Portomarín debían pasar a la jurisdicción diocesana lucense, entre ellas ésta de Portomarín.

En los años treinta del siglo XX dice Amor Meilán que la parroquia era de término y reunía los lugares de “Aceña, Barco, Batán, Caneiros, Castro, Castro Livige, Ferreiroa, Perdigueira y parte de la villa de Puertomarín”; añade que el día 25 de marzo se celebraban en esta parroquia las romerías de Santa Isabel, San Roque y la de las Victorias. Había una feria anual por san Blas los días 2 y 3 de febrero y un mercado todos los domingos, traficándose en la feria con las carnes saladas y los capones y en el mercado con el ganado de cerda y los productos naturales del país.

Figura en la Gran Enciclopedia Gallega que en los años setenta de esta última centuria, cuando ya se había construido el embalse de Belesar que restó superficie al término, estaban censados en “San Nicolás de Portomarín”, en el arciprestazgo de Ferreira de Gomelle, 507 habitantes, correspondientes a las entidades do Barco, O Castro, Ferreiroá y Portomarín.

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