Municipio de la provincia de Lugo atravesado de este a oeste por el Camino Francés. Limita al norte con el ayuntamiento de Guntín, al este con el do Páramo, al sureste con el de Paradela, al sur con el de Taboada y al oeste con el de Monterroso.

Consta de veinte parroquias: nueve jacobeas: San Xulián de Caborrecelle, Santa María de Castromaior, Santa María de Cortapezas, Santa María de Gonzar, San Cibrao de Nespereira, San Nicolao de Portomarín, San Pedro de Portomarín, San Mamede do Río y San Martiño de Vedro. Mientras, las parroquias que no son atravesadas por el Camino Jacobeo son: San Bartolomeu de Bagude, San Mamede de Belaz, San Martiño do Castro de Soengas, San Lourenzo de Fiz de Rozas, San Martiño de León, Santa María de Narón, San Pedro de Recelle, San Salvador de Sabadelle, Santiago de Soengas, San Pedro de Vilarbasín y San Pedro de Vilaxuste.

Su superficie, muy mermada por la construcción del embalse de Belesar en los años 50 y 60 del siglo XX, es de 115,1 km2. Tenía 1.471 habitantes en 2019 y su densidad era entonces de 12,7 hab./km2.

La principal vía de comunicación es la carretera N-540 que une Lugo y Ourense; de menor importancia es la carretera LU-612 que comunica Portomarín con Lugo y la C-535 que enlaza Palas de Rei con Sarria.

En el año 2016 la Xunta de Galicia declaró este municipio de interés turístico.

Caracteres ecológicos

Situado entre sierras de mediana altitud, llanuras y depresiones interiores, su término conserva numerosos depósitos sedimentarios antiguos. Comprende tres unidades geomorfológicas: la primera es la superficie de aplanamiento que se halla al noreste del término y que se extiende por Paradela y otros municipios cercanos; su génesis han sido los procesos erosivos, sus materiales son viejos y posee diversas elevaciones marginales. La segunda unidad la constituye la vertiente oriental de los montes de Vacaloura que se extienden al oeste del término, alcanzando cotas máximas de altitud en torno a los 800 metros; sus materiales son más resistentes, marca el límite entre las cuencas fluviales de los ríos Miño y Ulla. La tercera unidad la conforma el valle del río Miño, que ocupa un pequeño sector al este del municipio integrando la sub-cuenca del río Ferreira; el encajamiento del río Miño se produjo a la vez que se ocasionaba el levantamiento de los bloques cercanos, en su cuenca desaguan todos los ríos y arroyos que atraviesan el término.

El clima aquí es oceánico con influjos continentales, de dominio seco-templado: está alejado lo suficiente del mar para poseer propiedades distintas a las marinas, con inviernos más fríos que severos y veranos más cálidos que suaves. Las precipitaciones medias anuales son cercanas a 1.125 mm; cerca de cuatro décimas partes son recogidas en invierno, le sigue la estación otoñal con cerca de un cuarto, la primavera es la tercera estación con poco menos de un cuarto y por último el estío que no recibe ni una décima parte, habiendo una perceptible sequía en los meses de julio y agosto. La temperatura media anual ronda los 12º C; las mínimas en el mes enero están en torno los 7º C y en los meses más cálidos la temperatura media se aproxima a los 18º C, aunque se pueden dar máximas que superan los 30º C.

Elementos humanos y económicos

El sistema del asentamiento de la población se basa en pequeñas entidades concentradas que se sirven en su emplazamiento de elementos naturales, aprovechando las solanas y las áreas altas. Destaca un factor que ha alterado el hábitat: la construcción del embalse de Belesar; de hecho, el núcleo de Portomarín ha sido trasladado desde la orilla del Miño a un cerro cercano, situado a mayor altitud sobre el propio embalse. Otro elemento notorio es el proceso acusado y evidente de despoblamiento: con más pasado que futuro, desde comienzos del siglo XX la población ha decrecido entre seis y siete décimas partes. Como en otros municipios jacobeos, esa reducción demográfica no se encuentra a su fin, dándose el caso que incluso la cabecera municipal está perdiendo población. Los mayores de sesenta años son más de cuatro de cada diez habitantes y los menores de quince años son cerca de uno de cada quince habitantes; el envejecimiento es pues nítido. Los años centrales del siglo pasado fueron un período más de evolución que de ruptura: a partir de los años sesenta tanto por la emigración, como por el descenso de nacimientos, la despoblación avanzó con mayor firmeza y la población envejeció con mayor rapidez. Por otro lado, de la misma manera que fueron abandonadas varias casas e instalaciones, otras se construyeron ex novo en las cercanías de las principales vías de comunicación.

Se desencadenó por entonces el paso a una economía de mercado, dejando atrás una economía autárquica y decimonónica en la que destacaban las industrias relacionadas mayormente con la actividad agropecuaria, como la elaboración de harina y la fabricación de tejidos de lana y lino, despuntando los oficios artesanos como el de los herreros, los zapateros o los carpinteros.

En consecuencia, las actividades agrarias poseen ahora otros caracteres. Diversas clases de ganados han aumentado de manera patente, existiendo varias líneas de especialización: el número de cabezas de ganado bovino desde comienzos de los años ochenta casi ha sido triplicado; resultado del cambio hacia una economía de mercado ha sido la sustitución de la rubia gallega por la frisona para obtener mayores rendimientos con la venta de leche. La cabaña porcina aumentó en los años noventa algo más del doble, en ese mismo decenio las unidades de aves de corral fueron incrementadas entre seis y siete veces. Esta especialización ganadera ha causado efectos en el paisaje y en los modos de vida: las tierras dedicadas a forraje y cultivos herbáceos, aumentaron entre los años ochenta y los noventa del siglo pasado casi un 50%, en detrimento de los cultivos de la agricultura tradicional como el centeno, las legumbres, las castañas y las frutas, entre otros. Por otro lado, la construcción del embalse de Belesar tuvo otra secuela: una menor extensión de los viñedos que aprovechaban las terrazas de solana. En suma, el número de las explotaciones agrícolas vino a descender cerca de un cuarto desde los años sesenta del siglo XX y los agricultores jóvenes están en pequeña proporción.

En el año 2013 había 100 de empresas registradas en el término de Portomarín: 13 relacionadas con la industria, 14 con la construcción y 73 con el sector servicios; lo cierto es que la mayor parte de estas empresas no tenían asalariados y solo 12 de ellas empleaban entre 5 y 20 asalariados.

En total en el primer trimestre del año 2015 estaban en alta laboral 599 trabajadores: 223 en el sector agropecuario, 37 en la industria, 29 en la construcción y 310 en los servicios y en la administración, siendo este último sector el que reunía el mayor número de parados.

Fuentes y bibliografía

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