Feligresía del Camino Francés en el municipio de Paradela, provincia de Lugo. Está situada entre las parroquias de San Pedro de Portomarín y Santiago de Ribas de Miño, al norte, San Salvador das Cortes, al este, San Martiño de Castro, al sur y San Nicolao de Portomarín, al oeste. Comprende una sola entidad de población, Loio, por la que no pasa el Camino.
El valle del río Miño y su confluencia con el río Loio han sido modificados por el embalse de Belasar, que ha inundado gran parte del término de la parroquia.
Tenía censados veinte habitantes en 2019. La mayoría de la población está empleada en el sector servicios.
Sabemos que en los términos que conforman esta feligresía existió un monasterio altomedieval; así, en un documento del tumbo del monasterio de Samos del año 969, se dice que dicho monasterio estaba emplazado en la villa de San Xoán, en el territorio de Páramo, sobre la vertiente del monte Vulturaria y en el curso del río Loio; a este monasterio se ofreció el presbítero Vermudo Peláez, junto con todos sus bienes.
Los caballeros de la Orden de Santiago se implantaron aquí en el siglo XII. Así en la bula de confirmación del papa Alejandro III del año 1175 otorgada a la Orden de Santiago a instancia de los reyes de León, Castilla y Portugal se detallan las posesiones que por entonces y de un tiempo atrás habían logrado reunir los santiaguistas en tierras gallegas, figurando entre ellas el monasterio de Lodium (Loio) con su coto y el burgo de Ponte Minei (Portomarín) contra la parte de Lodium, con todas sus pertenencias (este monasterio era el de Santa María de Loio sito en la vecina parroquia de San Salvador das Cortes, que fue fundado a finales del siglo IX por el abad Quintila y restaurado por el conde Gutier Menéndez en el año 927); estas mismas posesiones fueron confirmadas posteriormente por el rey Fernando II (1181) y por los papas Lucio III (1184) y Urbano II (1187).
Los santiaguistas crearon la encomienda de Loio, manteniéndose al frente de su administración y gobierno hasta el año 1254, fecha en que cedieron todo lo de Loio a la Iglesia de Santiago de Compostela a cambio de la mitad de Mérida.
Gracias a la documentación del monasterio de Ferreira de Pallares (Guntín, Lugo) sabemos que un poco antes, concretamente en el año 1230, era prelado de San Xoán de Loio Fernando Pérez y que el presbítero Pedro Iáñez era su capellán. Así mismo consta que en 1281 otro Pedro Iañez era clérigo del mismo lugar.
Por otra parte, en los documentos de la catedral de Lugo se menciona en el año 1321 el casal de Outeiro, que estaba sub aula de San Xoán de Loio y era del arcediano de Abeancos.
Ya en la primera mitad del siglo XV en el llamado Tumbo Vermello de don Lope de Mendoza consta que la villa y burgo de Portomarín era del arzobispo de Santiago, “desde la ponte alende contra Sarria, con o couto de Loyo que he çeleiro da Mesa do Arzobispo”. Dentro de estos términos el prelado compostelano tenía numerosas rentas, fueros y derechos, estando sujetos a su señorío todos los hombres que moraban entre otras feligresías en la de San Xoán de Loio. Se dice en el mismo tumbo, que en la feligresía de “San Juan de Loyo” había dos casares y de ellos le daban al arzobispo el tercio “en salvo” y de fueros le daban en un casar 8 maravedíes y en el otro 2. En la iglesia de esta misma feligresía tenía el arzobispo 5 maravedís y se los negaba Lope Rodríguez de Paradela, que no se los quería pagar.
En plena Edad Moderna, se dice en el Catastro del Marqués de la Ensenada (1753) que la feligresía de “San Juan de Loio” era de la jurisdicción de San Pedro de Portomarín, señorío perteneciente al marqués de Bóveda y Limia (del Pazo de los Berbetoros en San Pedro de Portomarín), quien nombraba juez en el término. Por entonces la mitad de los diezmos de lo que se producía en la parroquia lo percibía el cura párroco y la otra mitad Froilán Francisco Pallares, vecino de la ciudad de Lugo; lo que cada vecino pagaba por esta razón ascendía a 1 real y 14 maravedís de vellón al año. Por derecho de primicia, entre todos los vecinos pagaban a la fábrica de la iglesia parroquial 15 ferrados de centeno al año y por razón del “Voto” el cabildo de la catedral de Santiago recibía de cada labrador que tenía una yunta de bueyes medio ferrado de centeno anuales y de los que tenían vino, la cuarta parte de un caño.
Consta en el mismo catastro que en total estaban censados en esta parroquia 11 vecinos; entre los que desempeñaban algún oficio se encontraba un zapatero y curtidor. Había en el pueblo 40 casas, siendo 11 las habitables, 25 servían de bodegas y cuadras y otras cuatro estaban arruinadas. No había ni tiendas, ni tabernas, ni mesón, ni hospital alguno; tampoco había puentes, ni barcas. Existían en el término tres molinos harineros de agua corriente en el río Loio, dos de ellos dotados con dos ruedas que trabajaban 6 meses al año, tributando cada uno 135 reales de vellón; el otro molino tenía una sola rueda, funcionando cuatro meses y tributando por ello 45 reales de vellón anuales. En el río Miño había tres canales para pesquerías, uno en el sitio de la “Boca del Loyo” que tributaba 200 reales, otro en el sitio del “Rego do Bao” que tributaba igualmente 200 reales y un tercero en la “Chouziña”, que tributaba 100 reales. Además se explotaban en el término 4 colmenas.
En la relación de los beneficios parroquiales contenida en el libro titulado Razón Universal de todas las piezas eclesiásticas de este obispado de Lugo. Año 1755, que se guarda en el Archivo Diocesano, figura en el arciprestazgo de Paradela, “San Juan de Loyo”, laical del conde de Amarante. Contribuía con 500 reales.
En 1826 Sebastián Miñano anotó en su Diccionario que la feligresía de “San Juan de Loyo”, en la provincia y obispado de Lugo, era de la jurisdicción de San Pedro de “Puerto Marin”. Dice que tenía 17 vecinos y 86 habitantes que se repartían en las aldeas de “Outeiro y Campo de Loyo”. Tenía un puente de madera muy malo sobre el río Loio, estando al otro lado (entre ese río y el Miño) la mayoría de los vecinos. El centro del término era como una “taza ú hoyo”, pues por todos los lados había tierra bastante quebrada. Se daban vino, castañas, mucha cebolla, maíz y lino. Contribuía con 719 reales.
En 1850 dice Pascual Madoz que esta misma feligresía era del partido judicial de Sarria, ayuntamiento de Paradela, en la margen del río “Loyo”. Comprendía por entonces los lugares y casales de “Cabo de Vila, Campo, Outeiro y Seoane”, que reunían 18 casas. La iglesia parroquial era única; el curato de entrada y el patronato lego. Los caminos que atravesaban el término se encontraban abandonados, incluido el que desde Portomarín se dirigía a Monforte. La industria era la agrícola, produciéndose centeno, maíz, patatas, nabos, algunas legumbres, lino, frutas, hortalizas y vino de mala calidad y buenos pastos; se criaba ganado vacuno, lanar y de cerda. Se disfrutaba de la pesca que proporcionaban el Loio y el Miño. Había telares de lienzo y molinos harineros. La población era de 24 vecinos y 128 almas.
En los años treinta del siglo XX, dice Amor Meilán que la parroquia de “San Juan de Loyo” era rural y de segunda clase, con los lugares de “Cabo de Vila, Campo, Cima de Vila, Outeiro y Seoane”.
En la década de los setenta de esta última centuria, figura en la Gran Enciclopedia Gallega que parte de la feligresía de “San Xoán de Loio” había quedado sumergida bajo las aguas del embalse de Belesar, teniendo por entonces 22 habitantes en la única aldea de Loio.
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