CORTES, parroquia de San Salvador das

Feligresía del Camino Francés en el municipio de Paradela, provincia de Lugo. Está situada entre las parroquias de Santiago de Ribas de Miño, al norte, Santo Estevo de Grallás, al noreste, Santiago da Laxe, al este, San Lourenzo de Suar, al sudeste, San Martiño y San Mamede do Castro, al sur y San Xoán de Loio, al oeste. Consta de seis entidades de población, dos jacobeas: A Parrocha y Vilachá y cuatro por donde no transcurre el Camino: As Cortes, Loio, Pacios y A Tellada.

Su término se localiza en las estribaciones de la sierra do Páramo con cotas que llegan a los 566 metros de altitud máxima en el alto da Castiñeira; las pendientes -con desniveles que en algunos puntos superan los 150 metros- descienden de norte a sur hacia el río Loio, que en este tramo transcurre muy encajado hasta desembocar en la margen derecha del río Miño.

En el año 2019 estaban censados en esta parroquia 102 habitantes. La agricultura y la ganadería son las principales ocupaciones de sus vecinos.

El primer domingo de agosto se celebra fiesta y romería.

Historia

Ángel del Castillo y otros autores posteriores sitúan en la feligresía de San Salvador das Cortes, junto a la ribera del río Loio y en el entorno de la capilla de Santa María de Loio, un monasterio altomedieval que se documenta en tumbo de Celanova.

Así, en el año 927 consta que el conde Gutier Menéndez junto con todos los mayores del reino y en la presencia de los príncipes Sancho y Alfonso, restauró la vida regular en el monasterio que en honor a Santa María había sido fundado por el abad Quintila junto al monte Páramo, entre los ríos Miño y Loio. En el correspondiente documento (cuya autenticidad ha sido cuestionada por algunos autores) se interpoló después de la data el texto de una donación posterior que hicieron la viuda y los hijos del conde Gutier a favor de los frailes y de las hermanas de los monasterios de San Salvador y Santa María, en la ribera del Loio, para que llevasen una vida santa bajo la observancia regular. Según esto último, parece que lo que aquí había eran dos comunidades independientes y separadas: una masculina y otra femenina.

En otro documento del tumbo del monasterio de Samos fechado en el año 1009 se hace referencia a la donación que había hecho Vermudo Sunilani a sanctam Mariam de Logio, cediéndole una parte de la villa e iglesia de Celmán (actualmente en la parroquia San Lourenzo de Suar). Igualmente consta en la documentación de Samos, que en 1102 la infanta Urraca era la dueña de los monasterios de Santa María de Loio y de Santa María de Portomarín.

En la bula de confirmación del papa Alejandro III del año 1175, otorgada a la Orden de Santiago a instancia de los reyes de León, Castilla y Portugal, se detallan las posesiones que por entonces y de un tiempo atrás habían logrado reunir los santiaguistas en tierras gallegas, figurando entre ellas el monasterio de Lodium (que no era otro que el de Santa María) con su coto y el burgo de Ponte Minei contra la parte de Lodium, con todas sus pertenencias. Estas mismas posesiones fueron confirmadas más tarde por el rey Fernando II de León en 1181 y por los papas Lucio III en 1184, Urbano II en 1187 e Inocencio III en 1210.

Después de la entrega de Loio a los santiaguistas es posible que se instalase una pequeña comunidad clerical que de haber existido seguiría la norma agustina, elegida por la orden. Aunque también es posible que desde un principio hayan residido allí solamente caballeros que dirigiesen la casa y sus bienes sin presencia clerical alguna.

Loio aparece de forma inequívoca como sede de una encomienda santiaguista en 1230, cuando Alfonso IX de León ordenó que se hiciese justicia al commendatori de Loyo; así mismo en 1240 y 1243 figuran, en sendos documentos de la colección diplomática de Ferreira de Pallares, Suero Díaz y García Pérez como comendadores de Loio. Los santiaguistas se mantuvieron al frente del gobierno y administración de dicha encomienda hasta el año 1254, fecha en que cedieron todo lo de Loio a la Iglesia de Santiago de Compostela a cambio de la mitad de Mérida.

En la primera mitad del siglo XV, en el llamado Tumbo Vermello de don Lope de Mendoza, se dice que la villa y burgo de Portomarín era del arzobispo de Santiago, “desde la ponte alende contra Sarria, con o couto de Loyo que he çeleiro da Mesa do Arzobispo”. Dentro de estos términos el prelado compostelano tenía numerosas rentas, fueros y derechos, estando sujetos a su señorío todos los hombres que moraban en las feligresías de San Pedro de Portomarín, San Xoán de Loio, San Mamede y San Martiño do Castro, San Salvador das Cortes, San Pedro da Cova (suprimida antes del arreglo parroquial de 1890, fue aneja das Cortes comprendiendo el lugar da Tellada), Santa María de Francos y Sesmonde (en la actual parroquia de Santiago da Laxe). Todas estas feligresías estaban atravesadas por el Camino Francés, excepto las de San Mamede y San Martiño do Castro.

En San Salvador das Cortes la presentación de la iglesia era toda del arzobispo y le daban por ella once maravedís y un cuarto. Había dentro de sus términos cuatro casares, uno de ellos en yermo y dos en campos labrados.

En 1371 consta que el arzobispo había hecho merced a Gonsalvo Rodríguez de Portomarín para toda su vida del casal llamado de Cortes con todo sus heredamientos y cierres, teniendo la obligación de hacer una casa en dicho lugar, poblarlo, labrarlo y dotarlo de dos bueyes, dos vacas y cinco cabezas de ganado lanar, debía construir, además, un molino en el sitio da Devesa que era heredamiento de dicho casal, y por reconocimiento debía dar al arzobispo cada año una octava parte de pan. A su muerte el casal y el molino quedarían libres y desembargados.

Se dice también en el Tumbo Vermello que en “Santa María de Cortes” había tres casares, uno de ellos era de “seara”. De ellos le daban al arzobispo el tercio “en salvo” y de fueros le daban ocho maravedíes en cada uno. Había otros tres casares sitos en campos que estaban sin labrar desde hacía cincuenta años.

En los años 1584 y 1600 Castellá Ferrer visitó el monasterio de “Nuestra Señora de Loyo” que ya estaba en ruinas, aunque todavía pudo ver en el coro y en el cementerio que rodeaba la iglesia “las veneras y hábitos de la Orden de Santiago”. Dice Castellá que este monasterio estaba sobre una “montañuela” a media milla del “Río Loyo” y que a su pie, cerca del río, se encontraba otra iglesia antiquísima que llamaban de “Santa Cruz de Loyo” y añade más adelante: “Es tierra adonde está este Monasterio del Cabildo de la Apostolica Yglesia de Santiago, y lo mismo las Yglesias que están junto. También el Monasterio es Yglesia parroquial de tres o, o quatro vecinos que allí ay, y el Capellan, o Cura que sirve otra que está allí junto los hazia yr a ella, si algún Visitador no lo remedió después”.

Ya a mediados del siglo XVIII consta en el Catastro de Ensenada que la feligresía de “San Salvador de las Cortes” era de la jurisdicción de San Pedro de Portomarín, señorío perteneciente a José Pimentel, marqués de Bóveda de Limia (dueño del pazo de Berbetoros), quien nombraba en el término juez y escribano de número sin percibir por el dicho señorío cosa alguna.

Los diezmos de lo que se producía en la parroquia los percibía enteramente el cura párroco, a excepción de lo que correspondía a los diecisiete vecinos de los lugares de Pacios y Vilachá que le pagaban tan solo la mitad, dándole la otra mitad al cabildo de la iglesia de Santiago de Compostela. Así mismo los cinco vecinos que componían los lugares de Loio y Cortes pagaban los diezmos por entero al referido cabildo. Por derecho de ofrenda, el mismo párroco recibía de cada vecino un real y veinte maravedís de vellón al año. Por derecho de primicia, pagaban a la fábrica de la iglesia parroquial entre todos los vecinos treinta y dos ferrados de centeno al año y por razón del “Voto” el cabildo de la catedral de Santiago recibía de cada labrador medio ferrado de centeno anuales y de los que recogían vino cuatro azumbres y un cuartillo de cada uno.

En total estaban censados treinta y ocho vecinos (cabezas de familia). Entre los que desempeñaban algún oficio se encontraba un zapatero. Las casas habitables eran treinta y ocho. Moraban en el término tres clérigos, incluido el referido párroco. Las tierras que pertenecían a los eclesiásticos se reducían a unas cortas porciones pertenecientes unas al presbítero Eugenio López, que las poseía por sí mismo y las otras pertenecían al iglesario, que las traía arrendadas a renta fija de centeno el mismo párroco.

Funcionaban en el término dos molinos harineros de agua corriente con una sola rueda en río Loio, en los sitios de Veguenga y Bao, que podían trabajar todo el año pero que solo se consideraban cuatro meses, puesto que cuando había abundancia de agua los vecinos concurrían a otros molinos más inmediatos. Se explotaban trece colmenas.

Poco después, en la relación de los beneficios parroquiales del obispado de Lugo del año 1755, figura en el arciprestazgo de Paradela, “El Salvador de Cortes”, con “San Martín de Castro y San Pedro de Coba”, de su majestad y el obispo de Lugo.

En 1826 Sebastián Miñano anotó en su Diccionario que la feligresía de “San Salvador das Cortes”, en la provincia y obispado de Lugo, era de la jurisdicción de San Pedro de Portomarín. Era toda tierra quebrada compuesta de monte y ribera con algunos prados. Había 310 habitantes que se repartían en las aldeas de “Vilacha, Pacios, Loyo, Parrocha y Vilar de Cucos”. Tenía por anejo a San Martiño do Castro. Confinaba con el pueblo de Cortes una “Beetria” del cabildo de Santiago, compuesta por seis vecinos, con una capilla intitulada de “Nuestra Señora de Loyo”. Producía vino, centeno, cebada, trigo, maíz, habas, legumbres, lino, patatas, nabiza y castañas.

En 1847 dice Pascual Madoz que esta misma feligresía era del partido judicial de Sarria, ayuntamiento de Paradela. Comprendía por entonces los lugares y casales de “Cortes, Loyo, Pacios, Parrocha, Porto-caneiro, Tellada y Vilachá” que reunían cincuenta y dos casas de pocas comodidades; en el lugar de Loyo había una ermita con la advocación de Santa María. Había una escuela de primera educación, a la que asistían unos cuarenta niños. La iglesia parroquial era matriz de San Martiño do Castro, el curato de primer ascenso y el patronato real y eclesiástico. Los caminos vecinales eran malos. La industria era la agrícola, produciéndose centeno, maíz, patatas, lino, nabos, castañas, vino flojo, yerbas y pastos. Se criaba ganado vacuno, de cerda y lanar. Había telares caseros y molinos harineros. La población total era de 121 habitantes.

En los años treinta del siglo XX Amor Meilán registra los mismos lugares en esta parroquia y añade que en Cortes estaban las capillas de San José y la Asunción.

En la década de los setenta de esta última centuria, figura en la Gran Enciclopedia Gallega que “San Salvador de Cortes” tenía en sus términos 226 habitantes.

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