Municipio de la provincia de Lugo atravesado de este a oeste por el Camino Francés. Limita al norte con el ayuntamiento do Páramo, al este con el de Sarria, al sureste con el do Incio y con el de Bóveda, al suroeste con el do Saviñao y al oeste con el de Taboada y el de Portomarín.

Comprende dieciocho parroquias, cinco jacobeas: San Salvador das Cortes, Santa María de Ferreiros, Santa María de Francos, Santiago da Laxe y San Xoán de Loio. Las parroquias que no son atravesadas por el Camino Jacobeo son: Santiago de Aldosende, Santiago de Andreade, San Pedro de Barán, San Mamede de Castro, San Martiño de Castro, Santa María de Castro de Rei de Lemos, San Miguel de Paradela, San Vicente de Paradela, Santa Cristina de Paradela, Santalla de Paradela, San Facundo de Ribas de Miño, San Lourenzo de Suar y Santa María de Vilaragunte.

Su superficie es de 121,1 km2. Tenía 1.779 habitantes en 2019 y su densidad era entonces de 14,6 hab./km2.

La principal vía de comunicación es la carretera C-535 que comunica Portomarín con Sarria.

Caracteres ecológicos

El término, sito entre depresiones y áreas levantadas de roquedos antiguos, es de mediana altitud. Consta de dos unidades geomorfológicas y un sector menor. La primera unidad es la más extensa, está constituida por una superficie de aplanamiento conformada por materiales viejos; su altitud oscila entre los 500 y 600 metros. La segunda unidad reúne dos áreas de mayor altitud, que tienen su origen en la diferente resistencia de los materiales litológicos frente a la erosión; una de ellas, que corresponde a las estribaciones de la sierra do Páramo, se localiza en el extremo nororiental, mientras que la otra comprende los montes de la mitad meridional, con cimas como las de Acevedo, O Outeiro, Veitureira y Penas Altas que sobrepasan los 800 metros de altura. El sector geomorfológico menor lo compone el valle del río Miño con sus terrazas fluviales.

En la cuenca del Miño desaguan la mayor parte de los ríos y arroyos del municipio, unos directamente y otros a través de su afluente de la margen izquierda, el río Loio. El extremo suroriental del término pertenece a la cabecera de la cuenca del río Cabe, afluente del río Sil.

El clima es oceánico, de dominio seco-templado, con fuertes influjos continentales. Las precipitaciones medias anuales se establecen en torno a 1.400 mm; la estación más lluviosa no es la invernal, sino el otoño con poco más de un tercio, le siguen el invierno con un tercio y la primavera con cerca de un quinto; los meses estivales no recogen siquiera una duodécima parte de las precipitaciones, habiendo sequedad. La temperatura media anual es de 10º C; el mes más frío ronda por término medio los 5º C y el mes más cálido los 18º C.

Elementos humanos y económicos

La población de este ayuntamiento se asienta en pequeñas entidades concentradas, que mayormente se emplazan en zonas de solana y en las áreas altas. La despoblación ha sido severa y continuada desde el decenio de los años treinta del siglo XX; ubicado entre tierras olvidadas y sin grandes núcleos urbanos, el municipio ha perdido cerca de dos tercios de sus habitantes, en un principio como consecuencia de la emigración y más tarde por cuestiones de envejecimiento. En 2017 las personas mayores de 65 años eran 727, frente a las 97 que tenían menos de 15 años, estando establecida la media de edad en 55,31 años y siendo muy superior el número de las defunciones al de los nacimientos, con un saldo vegetativo negativo de menos 32. La baja demográfica ha causado diversos efectos en el hábitat provocando el abandono de casas, propiedades y explotaciones. Al mismo tiempo, la población se ha venido desplazando tendiendo a agruparse en los lugares mejor comunicados edificando ex novo a lo largo de las carreteras.

Al igual que en el resto de municipios jacobeos, varios factores han transformado sus caracteres agrarios y sus modos de vida. A mediados del siglo XIX las industrias más notorias eran la transformadora y la pecuaria; existían artesanos denominados de primera necesidad que trabajaban por ciertos períodos de tiempo. Desde los años sesenta del siglo XX se ha pasado progresivamente de una economía autárquica a una de mercado con una clara especialización: el ganado bovino que, si antes se criaba preferentemente para la producción de carne, hoy se hace para la obtención de leche, siendo sustituida por ello la rubia gallega por la raza frisona. Tradicionalmente las mejores crías se vendían en las ferias y en los mercados cercanos, comprando a cambio otros productos y manufacturas de primera necesidad. Ahora hay rutas ganaderas que recogen la leche en las vaquerías. Mientras que el ganado porcino ha decrecido notoriamente en las últimas décadas, el ganado bovino ha estado cerca de cuadruplicarse; en el año 2014 su número se situaba en 13.572 cabezas, que estaban repartidas en 285 granjas. Este aumento ha alterado el paisaje de modo que las antiguas tenadas y cuadras, si no han sido rehabilitadas, han sido sustituidas por establos adaptados a las nuevas exigencias. Si la economía anterior incluía variedad de cultivos como los cereales, el lino, las legumbres, las patatas, las hortalizas y las frutas, además de la producción de castañas, ahora hay mayormente plantas forrajeras y pasto, disminuyendo las explotaciones agrícolas cerca cuatro décimas partes desde mediados del pasado siglo. Por otro lado, aunque la superficie dedicada al viñedo ha sido siempre exigua, ha descendido cerca de cuatro quintas partes.

En el 2016 había 381 de empresas registradas en el término de Paradela: 16 relacionadas con la industria, 19 con la construcción, 285 con el sector agropecuario y 61 con el sector servicios; lo cierto es que la mayor parte de estas empresas no tenían asalariados y solo 3 de ellas empleaba entre 10 y 19 asalariados.

En total en el último trimestre del año 2017 estaban en alta laboral 710 trabajadores: 305 en el sector agropecuario, 63 en la industria, 36 en la construcción y 306 en los servicios y en la administración, siendo este último sector el que reunía el mayor número de parados.

Fuentes y bibliografía

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