© Archivo fotográfico del IEGPS
© Archivo fotográfico del IEGPS
© Archivo fotográfico del IEGPS
© Archivo fotográfico del IEGPS
© Archivo fotográfico del IEGPS
© Archivo fotográfico del IEGPS
© Archivo fotográfico del IEGPS
© Archivo fotográfico del IEGPS
© Archivo fotográfico del IEGPS
© Archivo fotográfico del IEGPS
El palacio arzobispal de Santiago de Compostela, situado junto al costado noroeste de la catedral, ocupa un amplio solar que, por el este, se abre a la Plaza da Acibechería (actualmente da Inmaculada) y, por el lado oeste, a la Plaza do Obradoiro. El conjunto reúne diversos edificios de carácter residencial que se complementan con patios y jardines que, en el transcurso de su devenir histórico, ha sufrido numerosas reformas, destrucciones y ampliaciones que han venido a determinar su configuración actual.
![]() |
| Fachada del palacio arzobispal que mira a la plaza da Inmaculada. |
El palacio se levantó en su actual emplazamiento en tiempos del obispo Gelmírez (1100-1140) y las estancias que hoy en día ocupan la posición central del cuerpo del palacio durante la altura de la segunda mitad del siglo XII (hoy se corresponden al cuerpo del palacio que se extiende junto al costado septentrional de la catedral). De estas dependencias conservadas, la más significativa es la cocina que, ubicada en el segundo piso, presenta planta rectangular cubierta con bóveda de medio punto de tosca mampostería. Al fondo, sobre dos cortas columnas adornadas con sendos capiteles, se asienta la bóveda perforada del hogar que daba salida a los humos, a su lado se abre una pequeña puerta con arco de medio punto. La estancia cuenta con una ventana geminada con dos arcos de medio punto sobre los que están esculpidos tres florones y una serie de pequeños arquitos. Varias conducciones practicadas en el espesor de los muros permitían deshacerse de aguas y quizá también de residuos.
A mediados del siglo XIII, durante el episcopado de Juan Arias (1238-1266), se hicieron importantes reformas que introdujeron los nuevos criterios del estilo gótico en la concepción de los diversos espacios, tomando como modelo a los palacios episcopales franceses. Entonces fue cuando se sumó al edificio una torre (hoy desaparecida) y dos salones superpuestos en distintos pisos, con una orientación norte-sur, que confirieron al conjunto residencial una planta en forma de T invertida.
El salón inferior es de planta rectangular, se divide en dos naves de cinco tramos desiguales cubiertos con bóvedas de arista sustentadas por arcos de medio punto, apoyándose en el centro de la sala sobre cuatro esbeltos soportes formados por haces de cuatro columnas con capiteles de rica decoración vegetal. En el muro oriental del salón se encuentra una chimenea cuya campana descarga sobre sendas columnillas con pequeños capiteles. Los muros se horadaron para abrir ventanas que iluminaban la habitación, pero, algunas de ellas en el muro este quedaron inutilizadas por la ampliación del edificio a partir del siglo XVI, lo que oscureció el interior. Adosado al extremo sur del salón se encuentra un vestíbulo que desemboca en el patio interior que media entre el palacio y la catedral. Este vestíbulo está cubierto con dos bóvedas de arista sustentadas por sendos juegos de tres columnas arrimadas a las paredes y a los ángulos de las que arrancan los nervios de las bóvedas. En el extremo contrario del lado norte del salón, un espacio igualmente cubierto por dos bóvedas nervadas da paso a un corredor abierto a la calle que comunica la plaza da Inmaculada con la plaza do Obradoiro; el corredor se conoce como arco do Pazo.
![]() |
| Corredor del palacio que comunica la Praza do Obradoiro con la da Inmaculada. |
Al salón de la planta baja se le sobrepone el salón grande o del refectorio, también llamado salón de fiestas, que se hizo bajo la dirección del maestro de obras Pedro Boneth. La estructura gótica de este salón, así como su decoración arquitectónica, entroncan con el Pórtico da Gloria de la catedral compostelana. Se trata de una amplia habitación que consta de una nave única con cinco tramos desiguales cubiertos con bóvedas de crucería cuadripartitas muy rebajadas, cuyos arcos cargan sobre ménsulas historiadas que se encastran en los muros laterales.
![]() |
| Refectorio, obra de Juan Arias. |
El programa iconográfico que se desarrolla en las ménsulas recoge escenas relativas a un banquete amenizado por músicos portando diferentes instrumentos, a los que se suman ángeles con cartelas, junto a otros personajes. Las nervaduras de los arcos de las bóvedas están molduradas con boceles y medias cañas que potencian su ornamentación con rosetas; mientras las claves de las bóvedas alternan las formas circulares y hexagonales, u hojas hasta el tercer tramo dispuestas a partir de un botón central. En las claves de los dos últimos tramos se representan ángeles de carácter apocalíptico que portan en las manos un creciente de luna (el del cuarto tramo) y el sol (el del quinto tramo). Ambos ángeles doblan las piernas para ceñirse mejor al perímetro de la pieza, tienen las alas extendidas, el rostro sonriente, la cabellera encaracolada y la ropa deja traslucir el cuerpo.
Para algunos autores, como López Ferreiro, lo que se quiso representar en este salón es un banquete de rito, que dice el autor se debía celebrar en Santiago con cierta frecuencia con motivo de la venida de un rey u otro personaje ilustre. Moralejo Álvarez va más allá y sostiene que las imágenes expresan la trascendencia de los actos y realidades materiales, de manera que los convites terrenales son ocasión para evocar el ágape celeste. Por su parte, Núñez Rodríguez ve en todo ello un contenido teológico-político determinado por las relaciones entre la monarquía y la iglesia, estando el rey supeditado a las leyes de Dios. Dice Yzquierdo Perrín que, sea como sea y sin excluir el carácter trascendente de las representaciones, lo que se expone en las ménsulas son episodios propios de la vida de los grandes personajes de entonces, de sus copiosos banquetes de variados manteles, ricas vajillas y numerosos sirvientes, todo ello como reflejo del poder temporal del prelado, sobre todo como señor de la ciudad que era.
![]() |
| Ménsula que preside el salón del refectorio de Juan Arias (arriba), ménsula Ménsula del refectorio con la representación de un banquete (abajo, izquierda) y clave de la bóveda con el ángel sosteniendo el sol (abajo, derecha). |
En el extremo norte del mismo salón se encuentra, a modo de cabecera, un último tramo, que se diferencia por estar dividido en dos naves. Están se separan mediante una columna central que sostiene dos arcos de medio punto, que comunican este último tramo, con el resto del salón. La columna central, que únicamente aparece decorada por una sencilla imposta, al ser reforzada en el siglo XVIII, encubrió un antiguo soporte que estaba formado por tres figuras humanas entrelazadas entre sí por los brazos, a la manera de las tres sirenas de las bases de los púlpitos de la catedral. Las dos naves de este último tramo se cubren con bóvedas de crucería —más bajas que las otras del salón—, cuyas nervaturas están decoradas con rosetas, hojas rizadas y boceles gruesos festonados de pequeños arcos de herradura, motivos que tienen su origen en el taller del maestro Mateo. La iluminación de este salón se realizaba a través de vanos abiertos en todos sus muros, excepto en el del lado sur, por coincidir con una de las torres de la catedral. Algunos de estos vanos se han visto muy alterados e incluso han sido inutilizados. Entre los que se conservan hay varios ricamente decorados, algunos geminados y con pequeños arquitos conopiales o lobulados.
En el siglo XIV se construyó en el extremo oriental del complejo arzobispal, el llamado Palacio dos Manrique, por los obispos Gómez Manrique (1351-1362) y García Manrique (1383-1388). Lo que queda de esta obra son dos grandes salas superpuestas: la correspondiente al piso inferior cuenta con un acceso por un vano de época anterior, coronada por un arco de medio punto con dintel apoyado sobre mochetas con cabezas humanas esculpidas. La sala está dividida en tramos paralelos separados por arcos apuntados dispuestos a pares; los arcos se apoyan sobre sencillas pilastras con impostas de sección cuadrangular. La sala de arriba es similar, estando igualmente dividida por arquerías apuntadas. Los arzobispos Lope de Mendoza (1399-1445) y Rodrigo de Luna (1451-1460), en el siglo XV, y Alfonso III de Fonseca (1507-1523), en el primer tercio del siglo XVI, fueron los artífices de diversas ampliaciones y reformas que se efectuaron en extremo noroeste del palacio, donde se levantaron nuevos edificios de aposentos, una torre y distintos patios, además de una huerta y jardín, todo desaparecido.
![]() |
| Fachada del palacio arzobispal que mira a la plaza do Obradoiro. |
A comienzos del siglo XVII el arzobispo Maximiliano de Austria rehízo la fachada occidental del palacio que actualmente mira hacia la plaza do Obradoiro, obra que sirvió para reforzar la estructura de los salones construidos por el arzobispo Arias. La fachada fue proyectada por Jácome Fernández y la levantó en 1611 el arquitecto Benito González de Araujo. Consta de un lienzo de cantería de granito sobre el que avanza el cuerpo de una torre cuadrangular, destacando como únicos los escudos y un balcón corrido de hierro en el último piso, cuyo primitivo aspecto fue transformado en el siglo XIX con una galería de madera con cristales, siendo sustituida posteriormente por una logia cerrada. Este balcón se hizo en consonancia con el que recorre la fachada del claustro catedralicio, que mira al mismo lado de la plaza. Dicho balcón servía además para abrir el palacio al espacio urbano, funcionando como tribuna desde donde se podían contemplar las escenografías barrocas de carácter efímero (fuentes de vino, máquinas de fuegos de artificio, cierres para corridas de toros etc.), que se montaban ante la catedral con motivo de la celebración de los principales eventos y festividades de la ciudad. El arzobispo Beltrán de Guevara (1615-1622) prolongó el complejo arzobispal hacia el extremo norte, levantando una nueva fachada frente al costado del hospital Real. En este lado acondicionó una biblioteca, que estaba abierta al público. Este mismo arzobispo dotó al palacio de un amueblamiento suntuoso, conforme a los nuevos gustos del barroco.
En el siglo XVIII arzobispo Gil Taboada hizo la cámara arzobispal (1749), que se ubica en la primera planta del palacio nuevo, cuyo cuerpo se adosó al extremo oriental de la antigua fábrica medieval. La cámara tiene una portada monumental de estilo barroco, que muy posiblemente es obra del arquitecto Ferro Caaveiro. Labrada en piedra de granito, presenta columnas pareadas de orden toscano que se elevan sobre podios, contando además con un entablamento partido por el escudo de armas del arzobispo. Poco después, el prelado Bartolomé Rajoy Losada (1751-1752) construyó los dos cuerpos salientes del palacio que miran hacia la plaza da Inmaculada y, como ilustrado que era, organizó el archivo de la mitra.
A mediados del siglo XIX, concretamente en 1854, fue el cardenal García Cuesta quien emprendió nuevas obras realizando la portada y la escalinata principal del palacio nuevo. Ya en el siglo XX, el cardenal Martín de Herrera (1889-1923) reorganizó los espacios barrocos y las antesalas anexas sobre el palacio gelmiriano, haciendo el salón del trono y el llamado salón amarillo. En todo ello se puede suponer la intervención del arquitecto de la diócesis Hernández y Álvarez Reyero. La decoración de arabescos, que cubren las paredes y los techos de estas estancias, son obra de E. Villar. Por último, el arzobispo Alcolea (1925-1927) promovió la construcción del comedor de gala, dirigido por García Guereta.
La galería de retratos, puesta de moda a finales del siglo XIX, fue completada con la colección seriada de Manuel Fernández, que hizo los retratos de los prelados Miguel Payá y Rico y de Victoriano Guisasola, en 1888. El retrato del cardenal Martín de Herrera de 1922 es posiblemente de Ricardo González del Blanco, que además pintó los de Manuel Lago González en 1925 y de Diego García de Alcolea en 1928. De Sotomayor es el retrato de Zacarías Martínez Núñez; de Elvira Santiso, el de Muñiz de Pablos y de Felipe Criado, con fecha de 1971, el del cardenal Quiroga Palacios.Historia
López Alsina nos dice que desde sus primeros tiempos la Iglesia del Apóstol y el palacio episcopal constituían el núcleo rector desde donde se dirigía la tierra de Santiago, simbolizando el poder señorial y atrayendo a la ciudad los beneficios materiales derivados de su ejercicio.
La primera mención relativa a un palacio episcopal en Santiago de Compostela se encuentra en una donación del obispo Sisnando I al monasterio de San Martiño Pinario, datada el 19 de junio del año 912. Dicho palacio se situaba al sudoeste del sepulcro apostólico, en los alrededores de la basílica que levantó el rey Alfonso III, probablemente donde hoy se encuentra la escalinata de la plaza de Praterías. López Alsina dice que esta primera ubicación se cambió en tiempos del arzobispo Gelmírez, hacia los años 1119-1120, siendo trasladado el palacio a un nuevo emplazamiento localizado al noroeste de la catedral, donde se encuentra todavía hoy.
En el Códice Calixtino, escrito por entonces, se dice que al palacio se accedía por el pórtico de la escuela de gramáticos, que era el séptimo de los más pequeños que tenía la iglesia de Santiago; esta escuela estaba dentro del palacio y en ella los clérigos y canónigos recibían una adecuada formación que era impartida por maestros de reconocida reputación, algunos de origen francés.
Más información contiene la Historia Compostelana, obra de la misma época, en cuyo libro primero se narra cómo el arzobispo Gelmírez, después de alcanzar la cima de su episcopado, no pudo encontrar en su iglesia casa digna y apropiada para un prelado, por ello “comenzó oportunamente con su admirable talento un palacio episcopal de triple bóveda con una torre y más oportunamente se apresuró a terminarlo, entre la muralla de la ciudad y la obra de la iglesia de Santiago, iniciada no hacía mucho”. En el libro segundo de la misma crónica se vuelve a hablar de la construcción del nuevo palacio: “puesto que el palacio en que vivía en Compostela no era suficientemente idóneo, y allí se reunían reyes, cónsules y otras personalidades que acudían de todas partes a la ciudad de Compostela, convenía tener un palacio adecuado e incluso propio de un rey, como correspondía a un arzobispo de Santiago y legado de la Santa Iglesia romana. Y así construyó un palacio junto a la iglesia de Santiago, amplio y elevado, apropiado y regio, suficiente para acoger, a un gran número de príncipes y gentes. También ordenó edificar en el ángulo del mismo palacio un pozo de gran profundidad con admirable técnica, como la obra pone de manifiesto. Pues es costumbre que en los palacios reales se tenga agua, que pueda ser extraída con prontitud para múltiples usos. […] Y puesto que el coro de la iglesia de Santiago estaba lejos de este palacio y era muy incómodo ir allí y volver bajando y subiendo continuamente, construyó arriba, sobre el pórtico, su capilla, ante la cual se acuña la moneda, en frente de la iglesia de Santiago, a la derecha según se sale de la misma iglesia del Apóstol. Finalmente consagró esta capilla en honor del apóstol San Pablo, de San Gregorio, de San Benito y de San Antonino”.
En el nuevo palacio sufrió Gelmírez, en el año 1136, un intento de asesinato, salvándose gracias al aviso de sus criados y clérigos. Los atacantes no lograron derribar “la puerta inferior del palacio”, por lo que rompieron con hachas y espadas las puertas de arriba y al bajar a las galerías resonaron los pisos superiores “por el gran peso y muchedumbre”. El arzobispo huyó por el estrecho patio que había entre el palacio y la catedral, refugiándose tras las rejas del altar mayor. Los asaltantes se tuvieron que contentar con robarle las vestimentas. Los estragos en el edificio no debieron ser importantes, ya que al retirarse los asaltantes, los ciudadanos compostelanos “llevaron honoríficamente al arzobispo a su curia”.
A pesar del énfasis con que describe la Historia Compostela el palacio de Gelmírez, éste no debía ser tan bueno cuando hacia el año 1180 el arzobispo Pedro Suárez de Deza tuvo que hacer obras para mejorar los servicios. No mucho después fue notablemente ampliado y reformado por el arzobispo Juan Arias (1238-1266) y más tarde por los arzobispos Gómez Manrique (1351-1362) y García Manrique (1383-1388). Estas dos últimas intervenciones supusieron la práctica destrucción de la fábrica palaciega original.
La siguiente gran ampliación la efectuó el arzobispo Lope de Mendoza (1399-1445) quién comenzó a levantar, al noreste del viejo palacio medieval, cuatro nuevas edificaciones residenciales. En ese mismo lado, su sucesor Rodrigo de Luna (1452-1460) levantó una torre, que fue derribada en el siglo XV, durante las Revueltas Irmandiñas</em>; esta torre tenía tres pisos, estaba almenada y disponía de matacán corrido. De todo ello hoy no quedan más que las descripciones aportadas por el Pleito Tabera-Fonseca, en cuyo expediente se refieren al palacio arzobispal no solo como sede y residencia de los arzobispos compostelanos, sino también como alcázar fortificado que estaba integrado en el recinto amurallado de la ciudad y a cuyo cargo se encontraba un teniente de “alcaide”.
Dentro del complejo arzobispal, distinguen en el mismo pleito lo que era el primitivo palacio que se encontraba hacia la parte de la catedral, de los “palaçios viejos” o “hedefiçios biejos arçobispales”, que habían sido construidos por “don Lope” y que se extendían en dirección al monasterio de San Francisco, ubicándose entre el Hospital Real por un lado y el Hospital Vello y la iglesia de San Martiño Pinario por el otro lado; es así que se habla de la reedificación de los “palaçios viejos” que llevó a cabo Alfonso de Fonseca III (1507-1523) y de las nuevas edificaciones que el mismo Alfonso levantó hacia la parte del Hospital Real y de la plaza do Obradoiro. Uno de los testigos llamados a declarar en el susodicho pleito dice que, después de ser derrocada la torre que levantó el obispo Rodrigo, “el dicho señor Patriarca no osaba posar en los dichos palaçios [viejos] por temor de los caballeros y con los de la çiudad por diferençias que con ellos tenia […] e que a esta causa por no los abitar los dichos palaçios se cayeron y el testigo no sabe de ninguno que los derrocase […] y que los palacios […] no se abitavan porque fueran quemados de todo punto […] y ansi estuvieron mas de çincoenta años hasta quel dicho señor arzobispo [Alfonso de Fonseca III] los labro”.
La intervención de Fonseca III en los “palacios viejos de don Lope” consistió en reedificar las casas que todavía conservaban los entresuelos, y en lo que restaba del solar hizo una huerta de naranjos con sus “carreras de azulejos muy bien puestos”. Al mismo tiempo restauró la torre del arzobispo Rodrigo, donde habilitó una sala grande con chimenea y cámara adyacente con su retrete, e hizo junto a esta torre un patio que tenía una fuente y un cenadero con los suelos de azulejos y las paredes artísticamente “pintadas de muchas figuras” y en el mismo patio, levantó una capilla que estaba igualmente “ladrillada de azulejos” y que, además, tenía las maderas doradas.
Las nuevas edificaciones construidas por Fonseca III se adosaron a la fachada occidental del viejo palacio medieval, alineándolas con la fachada principal de la propia catedral, estaban “en muy mejor parte que lo estaban los palaçios viejos […] porque tienen mejor vista para fuera de la ciudad e están sobre la plaça del Hospital e por estar como están mas allegados e junto a la Iglesia”. En los distintos pisos del nuevo palacio y también en la parte reedificada se habilitaron salas, comedores y aposentos principales con sus muros, suelos y techos ricamente decorados con azulejos, pinturas y maderas nobles; entre todo ello destacaba una sala artesonada, que erigió el maestro Fadrique y pintó Francisco López en 1520. Mirando a la plaza do Obradoiro se abrió una solana y corredor con antepechos y arcos de piedra sobre los que se apoyaban los artesonados de madera de la cubierta. Se hicieron además otros corredores, cámaras menores y estancias de servicio como la cocina, que disponía de horno, paneras, despensa, bodega y botillería; las caballerizas, con sus rastrilleros y pesebreras, dicen en el pleito que fueron aderezadas para doscientas bestias.
La obra de Fonseca III afectó a las estructuras abovedadas de los salones construidos por Juan Arias; así, tras las visitas que se hicieron en los años 1544 y 1547 con el fin de tasar las posibles reparaciones que hubieran de efectuarse, se informó de que, en tiempos del arzobispo Alfonso de Fonseca III, en la sala baja según se entraba subiendo por la puerta de la plaza do Obradoiro, se empezaron a abrir y cimbrear las bóvedas con sus arcos perpiaños y que más tarde se abrieron y dañaron todavía más, teniendo que ser sostenidas con postes.
En la segunda mitad del siglo XVI se arreglaron las estancias levantadas por los Manrique en el extremo oriental del palacio. En ese lado se construyó, en el último tercio de esa misma centuria, una portada de estilo renacentista que se abría a la plaza da Inmaculada, junto a la entrada norte de la catedral, donde desembocaba la Vía Francígena. Esa portada fue demolida a mediados del siglo XIX, sin embargo, sabemos cómo era gracias a un dibujo realizado por Ramón Rey Gil en 1838; tenía arco de medio punto enmarcado por estípites elevados sobre podios, sobre el entablamento campaba el escudo arzobispal flanqueado por dos pináculos piramidales y sobre el escudo se abría una ventana adintelada con frontón triangular. La fachada en la que se abría esta portada fue obra de Juan de Lemos, Jácome García y Alonso de Gontín, que trabajaron en la construcción del Hospital Real, aunque hubiese en ella algunos elementos tardo góticos propios de Enrique Egas.
En el siglo XVII los arzobispos Maximiliano de Austria y Beltrán de Guevara edificaron nuevas construcciones sobre la vieja fábrica levantada por Fonseca III y ya entre los siglos XVIII y XIX se hizo el llamado palacio nuevo, que constituye la última ampliación y reforma que afectó a la parte norte y este del complejo palaciego.
Fuentes y Bibliografía
BARRAL IGLESIAS, Alejandro, “Outras obras arquitectónicas promovidas polo Arcebispado e o Cabido. Dende 1900”, en José Manuel García Iglesias (dir.), Santiago de Compostela, Laracha (A Coruña), Xuntanza, 1993, pp. 512-516 (Patrimonio Histórico Galego, I. Cidades, 2).
BONET CORREA, Antonio, La arquitectura en Galicia durante el siglo XVII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1984.
CAAMAÑO MARTÍNEZ, Jesús María, “Pervivencia y ecos del Pórtico de la Gloria en el gótico gallego”, en Actas [do] simposio internacional sobre “O Pórtico da Gloria e a Arte do seu Tempo”, Santiago de Compostela, 3-8 de outubro de 1988, [Santiago de Compostela], Xunta de Galicia, D.L. 1991, pp. 439-456 (Colección de difusión cultural, 6).
CARRERO SANTAMARÍA, Eduardo, “Santiago de Compostela. El entorno de la Catedral: Claustro, Palacio episcopal e iglesia de Santa María de la Corticela”, en José María Pérez González (dir.), José Carlos Valle Pérez (coord.), Enciclopedia del Románico en Galicia, t. 4 (A Coruña), vol. II [Maianca – Zas de Rei], Aguilar de Campoo [Palencia], Fundación Santa María la Real, Centro de Estudios del Románico, 2013, pp. 1018-1034.
FALQUE REY, Emma, Historia Compostelana, Madrid, Akal, D.L. 1994 (Clásicos latinos medievales, 3).
FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, José María, FREIRE BARREIRO, Francisco, Santiago, Jerusalén, Roma: diario de una peregrinación á estos y otros santos lugares de España, Francia, Egipto, Palestina, Siria é Italia, en el año del Jubileo Universal de 1875, t. 1, Santiago [de Compostela], Imp. del Boletín Eclesiástico, 1880.
FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, José María, FREIRE BARREIRO, Francisco, Guía de Santiago y sus alrededores, Santiago [de Compostela], Imprenta del Seminario Conciliar, 1885.
FILGUEIRA VALVERDE, José, Santiago de Compostela: guía de sus monumentos e itinerarios, Santiago de Compostela, Porto y Cía., 1950.
GONZÁLEZ PAZ, Carlos Andrés, “Vitae, res gestae et memoriae: Diego Xelmírez e Santiago de Compostela na Historia Compostelana”, Encrucillada, 36, 176 (2012), pp. 5-25.
HUIDOBRO Y SERNA, Luciano, Las peregrinaciones jacobeas, t. 3, Madrid, Instituto de España, 1951.
LAMPÉREZ Y ROMEA, Vicente, El Antiguo Palacio Episcopal de Santiago de Compostela: papeleta para una “Historia de la arquitectura civil española”, Madrid, Fototipia de Hauser y Menet, 1913.
LÓPEZ ALSINA, Fernando, La ciudad de Santiago de Compostela en la Alta Edad Media, Santiago de Compostela, Consorcio de Santiago, Universidade de Santiago de Compostela, 2013.
LÓPEZ FERREIRO, Antonio, Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela, vol. 5, Santiago [de Compostela], Imp. y Enc. del Seminario Conciliar Central, 1902.
LÓPEZ Y LÓPEZ, Román, Santiago de Compostela: guía del peregrino y del turista, Santiago [de Compostela], Tip. de “El Eco Franciscano”, 1928.
MORALEJO ÁLVAREZ, Serafín, “Refectorio del Palacio Arzobispal”, en O Pórtico da Gloria e o seu tempo: Catálogo da exposición conmemorativa do VIII centenario da colocación dos dinteis do Pórtico da Gloria da catedral de Santiago de Compostela. Santiago, do 16 de setembro ó 17 de novembro de 1988, [Santiago de Compostela], Xunta de Galicia, D.L. 1988, pp. 182-183.
MORALEJO LASO, Abelardo, TORRES RODRÍGUEZ, Casimiro, FEO GARCÍA, Julio, Liber Sancti Jacobi: “Codex Calixtinus”, [Santiago de Compostela], Xunta de Galicia, D.L. 1992.
NÚÑEZ RODRÍGUEZ, Manuel, El refectorio del palacio de Gelmírez: el espejo moral de un espacio para “yantar”, [Santiago de Compostela], Consorcio de Santiago, D.L. 1996.
OLIVERA SERRANO, César, El ocaso de las fortalezas compostelanas: visitas y tasaciones (1535-1547), Santiago de Compostela, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, 2000 (Monografías de Cuadernos de Estudios Gallegos, 5).
PITA GALÁN, Paula, El manuscrito de fray Bernardo Foyo y el plano de fray Plácido Caamiña (1768): una reconstrucción pionera del núcleo altomedieval de la ciudad de Santiago, Vigo, Nigratrea, Santiago de Compostela, Consorcio de Santiago, 2007.
RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Ángel, Las fortalezas de la Mitra Compostelana y los “Irmandiños”: Pleito Tabera-Fonseca, 2 ts., [La Coruña], Fundación Pedro Barrié de la Maza, Conde de Fenosa, 1984.
SENRA GABRIEL Y GALÁN, José Luis, “O pazo episcopal”, en Santiago, A Esperanza, Colexio de Fonseca, Pazo de Xelmírez, Santiago de Compostela, 27 de maio-31 de outubro de 1999, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, Consellería de Cultura, Comunicación Social e Turismo, D.L. 1999, vol. 2 (Pazo de Xelmírez), pp. 73-78.
SINGUL LORENZO, Francisco, DOMÍNGUEZ ROMÁN, Belén, Palacio de Xelmírez (Santiago de Compostela), [Santiago de Compostela], Xunta de Galicia, S.A. de Xestión do Plan Xacobeo, 2001.
SORALUCE BLOND, José Ramón, FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Xosé, Arquitecturas da provincia da Coruña, vol. 11 (Santiago de Compostela), A Coruña, Deputación Provincial da Coruña, D.L. 1997.
YZQUIERDO PERRÍN, Ramón, Santiago de Compostela en la Edad Media, Madrid, Edilupa, 2002.
YZQUIERDO PERRÍN, Ramón, “El mecenazgo del arzobispo compostelano don Lope de Mendoza en Santiago y Padrón”, Abrente, 38-39 (2006-2007), pp. 117-172.
YZQUIERDO PERRÍN, Ramón, “Aspectos de la vida cotidiana en el románico y gótico de Galicia”, en María del Carmen Lacarra Ducay (coord.), Arte y vida cotidiana en época medieval, Zaragoza, Institución “Fernando el Católico” (C.S.I.C), Diputación de Zaragoza, 2008, pp. 133-176.
YZQUIERDO PERRÍN, Ramón, MANSO PORTO, Carmen, Arte Medieval II, Francisco Rodríguez Iglesias (dir.), A Coruña, Hércules, D.L. 1993 (Galicia. Arte, 11).