Hoy en día el único recuerdo que queda del antiguo hospital de Santa Cristina es el nombre de una pequeña callejuela que baja desde la rúa da Algalia de Arriba hasta la rúa da Pena, en el casco histórico de la ciudad de Santiago de Compostela, al norte de la catedral, dentro de lo que fue el antiguo núcleo amurallado de la ciudad.
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| Casa con el escudo de los Fonseca, en la rúa de Santa Cristina. |
Nos dice Atanasio López que la casa de esa callejuela que ostenta el escudo de los Fonseca es, según la tradición, donde estuvo el antiguo hospital y el monasterio de monjas terciarias de Santa Cristina da Pena.
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| Solar de la casa de Marina Fernández, junto a la iglesia de San Miguel. |
Historia
El hospital o casa de albergue para pobres de Santa Cristina fue fundado por Marina Fernández de Tudela en el año 1333. En su testamento Marina Fernández dejo a dicho hospital las casas que ella misma había edificado en la “cortiña de dom giao” sita en la villa de Santiago, entre las que se encontraba su propia morada. Del contenido del testamento se deduce que todas esas casas, dotadas con sus correspondientes parcelas de terreno, estaban comprendidas dentro de una misma propiedad delimitada por una pared de cierre que de norte a sur se extendía desde la muralla de la ciudad (en el tramo donde hoy se sitúa la plaza da Atalaya), hasta la iglesia de San Miguel y de este a oeste, desde la rúa da Algalia de Arriba hasta la rúa da Pena. El acceso se efectuaba por el pazo grande que tenía la puerta de entrada junto a “os tornos de sam miguel”, es decir junto a la cisterna de San Miguel que se encontraba en la confluencia de la plazuela del mismo nombre con la rúa da Pena; la “cabeça” de ese pazo estaba “contra a capella de sam migeel” y había en ella “outra cámara”. En la parte contraria de la propiedad, “escontra o muro do concello” había otro pazo; de él dispuso Marina Férnadez que se dividiese en dos mitades, una destinada para hacer una capilla, cuyo altar debería ser puesto a la honra e invocación de santa Cristina, y la otra mitad, para que sirviese de vivienda al capellán.
La testadora hizo constar expresamente que no quería hacer “iglesia nen moesteiro” y encomendó la ordenanza y el patronazgo de la fundación al arzobispo de Santiago, quién debería proveer perpetuamente la capilla de clérigos que celebrasen allí misas diarias. Así mismo, el arzobispo sería quién nombrase en un futuro a las sustitutas de las dos “freyras” que, junto con dos sirvientas, recibieron primeramente el encargo de atender el hospital y de asistir a los pobres; esas “freyras” debían vivir en el propio hospital y todo lo que tuviesen a la hora de su muerte quedaría en él. Para sostenimiento de todo ello asignó Marina Fernández rentas, bienes y propiedades provenientes de dentro y fuera de la ciudad, dejando dicho que si el arzobispo o sus vicarios deshiciesen ese lugar en algún tiempo, volviese todo a sus herederos.
En relación con esta fundación puntualizan Atanasio López y José García Oro que las “freiras” que cuidaban del hospital en sus inicios no profesaban vida regular, ni hacían votos religiosos y aunque muy probablemente perteneciesen a la orden franciscana no aparecen vinculadas a sus frailes.
Es en el año 1386 cuando las moradoras de la institución son nombradas ya como hermanas de la Tercera Orden de la Regla de San Francisco. En ese momento consta que Teresa Arias, Mayor Pérez y otras hermanas de dicha orden vivían en comunidad en las casas que fueron dadas para hospital, anexas a la capilla de Santa Cristina, sin que hubiese capellán que dijese misa continuadamente como había dicho la fundadora, por haberse dilapidado las rentas destinadas para ello. En esta situación el arzobispo de Santiago encomendó el asunto a su tesorero y vicario, Tomás González, a quien fray Alfonso, religioso de la Orden Tercera y administrador del Hospital de Santiago, requirió que se indagase sobre la certeza del estado de la fundación de Marina Fernández y que se entregase la administración de los bienes asignados, tanto a la capilla como al hospital, a las hermanas terciarias y que una parte de las rentas sirviesen para su propio mantenimiento. Esto último es lo que se resuelve, imponiéndoles a las hermanas la obligación de hacer celebrar una misa cada mes.
En clara contradicción con el deseo expreso de la fundadora, las encargadas de la institución de Santa Cristina fueron formando con el tiempo una comunidad religiosa bastante numerosa. En el siglo XV acabó por consolidarse como un verdadero monasterio donde se ejercitaba la vida regular y de clausura, con una vicaria y una procuradora al frente de la administración y con sujeción a la jurisdicción de los ministros de la Tercera Orden y a la vigilancia de los arzobispos compostelanos.
Sobre la labor hospitalaria desarrollada por las monjas del entonces llamado monasterio de Santa Cristina da Pena, nos dice Atanasio López que, entre las notas del notario compostelano Fernán Eans, halló algunos documentos referentes al hospital de San Antón da Ponte de Ribadiso que estaba administrado por las Terciarias Franciscanas de dicho monasterio. Al parecer en el año 1425 figuraba María Eanes como su administradora. Este hospital, que se encontraba en el Camino Francés cerca de la villa de Arzúa, pasó años más tarde a manos de la cofradía de los plateros compostelanos de san Eloy.
Hacia 1556 las monjas de Santa Cristina da Pena se trasladaron al convento de Santa María A Nova sito en la misma ciudad, junto la puerta de Mazarelos; este convento había sido de Terciarios Regulares. En 1577 fue vendido al arzobispo Francisco Blanco, incorporándose la comunidad de las religiosas que lo integraban al monasterio de Santa Clara la Real, ubicado extramuros sobre la margen del camino da Coruña.
En 1607 el visitador del obispo San Clemente, Jerónimo del Hoyo, hizo el siguiente informe sobre la ermita de Santa Cristina de la ciudad de Santiago: “Esta hermita solía ser monasterio de monjas terceras y tiene bestigios de haberlo sido. Pasáronse a Santa Clara y quedó este monasterio echo hermita con obligación de que en ella se digan cada año misas. Está esta hermita a las espaldas de la casa del cánonigo Ponte”. Nada dice con respecto al hospital, que tampoco figura entre los que visitó por esas mismas fechas.
Por lo que respecta al pazo construido en el siglo XIV por Marina Fernández de Tudela junto a la iglesia de San Miguel dos Agros, quedan algunos restos. En su solar se levanta ahora el edificio de la sede administrativa del Museo das Peregrinacións, que conserva una serie de antiguos canecillos bajo el tejaroz y en una de sus paredes laterales una ventanita geminada de estilo gótico que pudo ser del viejo pazo; otros elementos arquitectónicos del mismo estilo fueron incorporados al edificio después de ser rehabilitado en el siglo XX.
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