SAMOS, capilla de San Salvador o do Ciprés de

Se trata de Capilla prerrománica emplazada en el Camino Francés, lugar de Samos, (parroquia de Santa Xertrude de Samos, municipio de Samos, provincia de Lugo) entre las entidades de población de San Martiño do Real, al noreste y Foxos, al suroeste. Sobre el ramal del camino que entre Triacastela y Sarria da un rodeo por este lugar.

Se calcula su construcción entre los siglos IX y X y su relevancia fue reconocida con su declaración como Monumento Nacional en el año 1944. Su ubicación también es significativa, ya que está próxima al monasterio de San Xiao y Santa Basilisa de Samos y a orillas del río Oribio. Hasta la exclaustración del siglo XIX, esta capilla se hallaba integrada dentro de los términos de la clausura de dicho monasterio.

La capilla del Salvador y su entorno.

Los muros de la capilla son de lajas de pizarra, propias de la zona, antes enlucidas con argamasa blanca —mismo sistema que se puede ver en el interior—, fueron restauradas en los años setenta del siglo XX y, por lo tanto, limpiado su piedra para dejarla vista tras la intervención. La intervención en el exterior de la capilla es mínima, de forma que tan solo se pueden advertir los pequeños vanos para la iluminación interior, en el muro del testero y también en la cabecera, a ambos lados y en el muro este.

El acceso se abre en el muro sur, una suerte de arco de medio punto ligeramente rebajado y apoyado sobre el muro. La forma del arco muda en el interior, donde además de rebajarse se ensancha, pudiéndose comparar a un arco de herradura. A la puerta la antecede una escalinata de piedra sencilla descendiente, que da paso al interior de la nave. Ambos cuerpos se techan con cubierta de pizarra con estructura de madera a dos aguas.

Portada de acceso a la capilla en el muro sur.

La capilla cuenta con una sola nave de planta irregular a la que se añade una cabecera, que será de menores dimensiones en planta y altura que la primera. Los muros, de consistente espesor, permiten la apertura puntual de vanos de pequeñas dimensiones, siendo estos abocinados, en los muros norte y sur, también en el oeste y oeste, igual que en muro sur de la cabecera, en este caso dos vanos consecutivos y un tercero en el muro este. Las dimensiones del interior son curiosas y dan al edificio la singularidad que defiende, tanto es así que a los ocho metros de largo por poco más de cuatro metros de ancho conviven con una altura en la nave principal de casi cinco metros. Por lo que, a pesar de la extensión longitudinal del edificio en planta, en el interior y en volumen predomina la verticalidad.

Planta de la capilla (izquierda) y sección transversal de la capilla donde se pueden ver las proporciones de anchura y altura de la nave (derecha). Ambas en: (José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).

En el interior, un banco corrido recorre su perímetro y las paredes conservan los restos de pinturas murales que simulan un paramento distinto al original formando un entramado de líneas de sillares relativamente regulares con un zócalo alto que alterna el patrón de listones azules con otros de azulejo dispuesto en diagonal que construyen un dibujo diferente. El acceso entre este espacio de la nave se resuelve a través de un arco

Sección longitudinal de la capilla. (José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).

La nave se comunica con el ábside a través de un arco de características formales a las descritas en el correspondiente a la puerta, pareciéndose más a la forma de herradura que a un arco de medio punto rebajado. La ornamentación de tipo arquitectónico dibuja la simulación de una portada alrededor del citado arco, carente de perspectiva, decorado con rosáceas de cuatro pétalos en aspa sobre un entablamento sencillo decorado con cruces patadas inscritas en círculos y unas columnas sin capitel ni basa. Coronan con una sucesión de decoración en forma de círculos coronada por una cruz. La decoración pictórica se extiende al intradós del arco y a las jambas del vano, donde además de las mismas cruces patadas, vemos círculos concéntricos enmarcados en recuadros rectangulares.

Muro del testero con decoración arquitectónica (izquierda) y vista desde el interior de la cabecera hacia la nave (derecha).

El espacio interior de la cabecera apenas se puede entrever desde la nave ya que estaba reservado exclusivamente a los sacerdotes, que oficiaban el culto de espalda a los fieles. Por lo tanto, ambos espacios fueron concebidos como yuxtapuestos sin necesidad de continuidad entre ellos.

Altar de la capilla de San Salvador de Samos.

La capilla tuvo un pequeño retablo barroco que fue retirado tras la restauración de 1977 y trasladado posteriormente al oratorio que hoy tiene la comunidad del monasterio. Se trata de un pequeño conjunto de madera vivamente policromada con predominancia del dorado. Consta de un único cuerpo flanqueado por pares de columnas de doble tambor acanalados en distintas direcciones que, junto a la policromía intensa de azules petróleos y rojos, resulta destellante gracias a los dorados aplicados a toda la base. Las líneas ondulantes y la decoración de estilización vegetal enmarcan al conjunto, que es rematado por un frontón partido cuyo centro abierto acoge un crucifijo y sus partes rematan en roleos. La figura principal se corresponde al Salvador, que porta el orbe en la mano izquierda, mientras alza la otra mano en actitud de bendecir.

Retablo de San Salvador de Samos.

Historia

Se cree que pudo ser a finales de siglo IX o comienzos del X cuando se edificó la capilla prerrománica del Salvador, cuya historia está estrechamente ligada a los primeros tiempos del monasterio de San Xiao y Santa Basilisa de Samos. Tanto su funcionalidad como el papel que jugaba dentro del conjunto monástico han sido muy discutidos, sin que se haya llegado a conclusiones definitivas.

Villaamil y Castro dice que era ésta una capilla cementerial. Lo mismo opinan Chamoso Lamas y Pedro de la Portilla; éste último dice que también podría haber sido una capilla devocional. Maximino Arias piensa que en la misma zona donde está capilla se levantaría la fábrica del primitivo monasterio samonense, que en origen consistiría en un conjunto de cellas agrupadas en torno a un oratorio al que únicamente accederían los religiosos de la comunidad. Por el contrario, Núñez Rodríguez estima que la capilla era esencialmente un lugar de culto autónomo y distinto del monasterio, relacionado con los forasteros y personas de paso en la abadía, que al hacer uso de él no interferirían en la vida monástica.

Sea como fuere, lo que consta en la documentación de la época es que, en el año 853 el rey Ordoño I de Asturias confirmó al monasterio de Samos y al abad Fatalis que había llegado de al-Ándalus, la donación que le había hecho su padre, el rey Ramiro I de Asturias. Poco después, en el 857, el mismo Ordoño cedió el monasterio a los monjes Vicente y Audofredo, ambos venidos de Córdoba, y en el año 861 hizo lo propio con el abad Ofilón.

Al parecer, después de la muerte Ofilón se llegó a tal grado de destrucción y decadencia, que el rey Ordoño II de León decidió encargar al abad de Penamaior, Berila, la restauración de la vida monacal en Samos. De modo que Berila envió allí a varios monjes de su propia comunidad, designando a Sinderico como abad de Samos. En abril del año 922 Ordoño II otorgó a Sinderico la posesión del monasterio samonense.

Tras la restauración efectuada por los monjes de Penamaior, el monasterio entró ya en una fase de estabilidad y expansión, que vendría a prolongarse por largo tiempo.

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