Municipio de la provincia de Lugo atravesado de este a oeste por el Camino Francés. Limita al este con el municipio das Nogais, al sureste con el de Pedrafita do Cebreiro, al sur y al oeste con el de Samos y al noroeste con los de Láncara y Becerreá.
Consta de ocho parroquias, cuatro de ellas atravesadas por los distintos ramales del Camino Francés: San Breixo da Balsa, San Isidro de Lamas do Biduedo, Santiago de Triacastela y Santa María de Vilavella. Las otras parroquias son Santalla de Alfoz, San Cristovo de Cancelo, Santa María do Monte y San Salvador de Toldaos.
Su superficie es de 51,2 km2. Tenía 641 habitantes en 2019 y su densidad era entonces de 12,5 hab./km2.
Caracteres ecológicos
El término municipal está situado entre bloques levantados y bloques hundidos que forman valles y montañas; está más cerca de las sierras del oriente galaico, que de las depresiones interiores de la provincia de Lugo. Consta de dos claras unidades geomorfológicas: la primera es una orla montañosa que encierra casi por completo el interior del municipio; es el límite del bloque denominado do Cebreiro con altitudes entre los 1.000 y 1.500 metros. Comprende al noroeste los Montes de Albela, al sureste las sierras do Rañadoiro y de Caldeirón y al sur la de Oribio, posee numerosas formas, entre ellas glaciares, circos (pequeñas depresiones), valles en cuna, morrenas (materiales trasportados por el glaciar), tills (materiales depositados por el glaciar) y depósitos fluvioglaciares. La segunda unidad es la central, que constituye un área hundida denominado bloque de Triacastela-Samos; está surcada por varios riachuelos que desaguan al río Santalla, vía natural de comunicación hacia el exterior; ese río, unido a movimientos tectónicos, ha originado valles encajados separados por angostas áreas.
Los arroyos del municipio pertenecen a la cuenca fluvial del río Santalla (aguas abajo es denominado Oribio-Sarria).
Su clima es oceánico de montaña de dominio húmedo: pese a que es de inviernos severos y dilatados y de veranos secos y reducidos, las diferencias altitudinales determinan los caracteres climáticos: son distintas las temperaturas, las precipitaciones y las sensaciones térmicas en las sierras que, en los valles, a más de que asomen influencias mediterráneas durante el estío. En todo caso, las precipitaciones anuales son copiosas: entre 1.200 y 1.700 mm, inferiores a las de Pedrafita do Cebreiro. El invierno es pluvioso: entre tres y cuatro décimas partes, con frecuencia en forma de nieve; le siguen a cierta distancia la primavera y el otoño y el verano recibe cerca de una décima parte, habiendo sequedad, cuando no sensible aridez. La temperatura media anual oscila entre 8 y 10º C; la temperatura media del mes más frío es cercana a los 4º C y la temperatura media del mes más caluroso ronda los 17º C.
Elementos humanos y económicos
Los asentamientos del municipio son concentrados e idénticos a los de Pedrafita do Cebreiro: en general se podría decir que son pequeñas entidades cercanas entre sí, emplazadas en las solanas para sobrellevar los efectos de ciertos fenómenos meteorológicos y agrupadas para administrar la explotación comunal del monte y los sistemas de ayuda mutua. En ocasiones, si el relieve lo permite, los asentamientos son de composición compacta.
Por otra parte, el despoblamiento de los tres últimos cuartos de siglo ha sido tan extraordinario, como grave. Se trata de un área montañosa, mal comunicada y en cierta medida olvidada. Su población ha disminuido tres cuartas partes desde 1940, en principio por una fuerte emigración, después por un marcado envejecimiento. Ese proceso de despoblamiento continuará: en el 2017 los habitantes menores de quince años eran 47, mientras que los mayores de sesenta y cinco años eran 215. Estos hechos han modificado el hábitat, muchas casas e incluso aldeas enteras, han sido abandonadas y las vías de comunicación se han convertido, en parte, en focos de atracción erigiendo asentamientos lineales y laxos.
La principal vía de comunicación es actualmente la carretera LU-634 que comunica Samos y Pedrafita do Cebreiro, que en su mayor parte sigue el trazado del Camino Francés.
Hasta el año 2007 la población dedicada a la agricultura predominaba con claridad. Diez años más tarde, este sector sumaba 105 afiliados en alta laboral, los ocupados en la industria y la construcción eran 27 y los empleados en los servicios eran 132, siendo este último el sector predominante.
Al igual que en los montañosos municipios orientales, la explotación tradicional, la economía y los modos de vida fueron mantenidos, pese a haber habido periodos de laxitud y de cierta ruptura, desde el medioevo hasta mediados del siglo pasado. En efecto, las actividades agrarias estaban destinadas hacia el autoconsumo, con una economía basada en un sistema agro-silvo-pastoril. Las vegas y las laderas menos abruptas eran aprovechadas de manera intensa; los huertos de legumbres y de patatas se hallaban entre las casas y el resto de construcciones de los asentamientos poblados. En los sotos había castaños, en los campos centeno y los pastos se hallaban en las laderas y en las vegas. En las cumbres el ganado pacía en las brañas de primavera a otoño; era resguardado durante el invierno en majadas y en cuadras. Las mejores crías y parte de las cosechas eran vendidas en las ferias y en los mercados cercanos. Por otro lado, el fuego poseía un papel primordial dentro del cultivo por sistema de rozas. En todo caso, ese sistema intervenía de manera negativa en los caracteres ecológicos: disminución de la humedad y difusión de plantas amantes del fuego y de la aridez; provocaba, además, que la erosión tuviera mayor repercusión en los suelos.
El sistema tradicional y la agricultura de autoconsumo han evolucionado hacía una agricultura de mercado, siendo de gran relevancia la aparición explotaciones de nueva orientación centradas en la cría de ganado bovino y en la producción de carne, leche y sus derivados. La cabaña bovina se ha triplicado desde comienzos de los años ochenta del siglo pasado; del resto de ganados sobresale sólo el porcino En el mismo período, el número de explotaciones agrarias ha disminuido en cerca de cuatro décimas partes, mientras que las tierras labradas destinadas a la alimentación del ganado se han triplicado. También en los últimos tiempos, se viene produciendo la recolonización -al principio vegetal y luego forestal- de los campos, montes y tierras abandonadas (entre los siglos XVII y XIX se produjo la tala sistemática de los bosques, a causa de las herrerías que fueron instaladas en las sierras cercanas). A finales del siglo pasado, un quinto de la superficie estaba ocupada por especies forestales.
Las industrias del sistema antiguo eran la transformadora, la elaboración de quesos, la fabricación de telas, las citadas herrerías, las instalaciones para obtener harina y los llamados artesanos de primera necesidad. Entre tanto, más ciento sesenta años después, en 2016, había 149 empresas: 93 vinculadas a la agricultura, 4 a la industria, 3 a la construcción y 49 a los servicios; solo 3 de ellas tenían de 6 a 9 asalariados, mientras que las que no pasaban de 2 eran 140.
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