SANTIAGO DE COMPOSTELA, hospital de Santo André de

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En esta ubicación de Rúa do Vilar en la ciudad de Santiago de Compostela (al sur de la catedral) estuvo ubicado el antiguo hospital de pobres fundado a mediados del siglo XV por el regidor Pedro Leyteiro, emplazamiento dentro del recinto amurallado de la ciudad.

Rúa do Vilar donde se encontraba el antiguo hospital de Santo André.

Historia

El hospital de Santo André fue fundado en 1448 por el mercader y regidor de la ciudad Pedro Leyteiro, junto con su mujer Constanza Ares, “en nosas casas de arcos que están en dita Rúa do Vilar en fronte das nosas casas de nosa morada”, con el objetivo de “acoller e recever os pobres de dita colaçon de Santo Andrés e das cofradías dos alfayates, plateiros e zapateiros da dita cidade”.

La mitad de las casas cedidas para el hospital las tenía Pedro Leyteiro por permuta con el cabildo efectuada en 1446, la otra mitad pertenecían a la familia de Constanza Ares. Los términos de la fundación marcaban claramente el orden de prioridades para seleccionar a los acogidos, “primeiramente freigueses pobres da dita colaçon de Sto. Andrés abendoos… e abendo lugar para maior que sejan doutros pobres vergonzosos da dita cidade, abendoos” y finalmente “en no nos abendo, y que entonces sejan pobres de nazón do Arzobispado de Santiago ou do Reyno de Galicia”.

Pedro Leyteiro presentó su último testamento en 1451 nombrando administrador del hospital a su cuñado Juan Ares, y si éste muriese sin haber tenido hijos legítimos, serían administradores los feligreses de San Andrés. En el testamento se dejó delimitado el empleo de las rentas por parte del administrador y se fijaron los emolumentos que correspondían a tal cargo. Además, el fundador dejó establecida la prohibición de la venta o hipoteca de los bienes del hospital, así como el arrendamiento de esos mismos bienes por más de nueve años. Cualquier excedente, producto del aumento de la renta, debía emplearse “para restoiramento do dito ospital e das cousas que lle fizieren mester e dos pobres da dita colación de Santo Andrés”. El testamento también recoge algunos bienes muebles que fueron donados al establecimiento hospitalario. Pedro Leyteiro murió en 1452, el mismo año en que se procedió a abrir el hospital al público.

Nos dice Barreiro Mallón que en las vistas e informes del año 1502 se puntualizan las rentas en dinero y especie que cobraba el establecimiento anualmente.

En 1547, tras reconocer el inmueble por orden del arzobispo de Santiago, el licenciado Alonso de Velasco constató que se acogía aquí a cuatro pobres acostados en “quatro lechos que estan en la pieça de abaxo que esta cercada con sus puertas y llabe todo biejo e mal tratado y desbaratado”. Allí dormía el ciego Juan Dolmedo en un colchón, con dos mantas y un cabezal de su propiedad, por haberse gastado la ropa que le había entregado la encargada y vivía, además, el pobre Ciprián Asturiano, que tenía una manta vieja y un “pedazo de capote”, también suyos. Así mismo, dormían dos mujeres, una era la lazarilla del ciego que disponía de dos mantas viejas propiedad de aquel, y otra era una vieja y pobre que dormía fuera de la sala común.

El informe del visitador arzobispal daba a entender que no se cumplía con las obligaciones asistenciales ya que “el dicho señor Vesitador pregunto a los dichos pobres si les daban sal leña y fuego y agua y otra cosa alguna dixeron todos juntos que no les dauan cosa ninguna en el dicho hospital salbo las limosnas que ellos alcançaban por la ciudad”. Sin embargo, Elvira Pérez, administradora del hospitalillo ni compartía ni comprendía la intromisión del arzobispado, pues el inmueble a su entender “no era hostal sino una casa con unas campanas e unos pobres que estaban allí y que era suyo, de ella, e su merçed no tenía que besitar en la dicha casa”.

Es también muy interesante la descripción que Alonso de Velasco hizo de la casa-hospital, como un edificio de doscientos pies de largo y veintidós de ancho, con “un sobrado que esta sobre la puerta principal”; “un altar de madera de nogal fijado y recio”; “tres escaleras de madera estantes con sus escalones de caxa”; “dos puertas sin cerraduras”; “medio sobradillo en el cual no hay nada”; y “otros dos sobrados encima del quarto baxo desbaratados y desentablados y todo biejo”. Lo único digno de mención era la puerta principal de la fachada, donde se disponía “un crucifixo de bulto puesto en la cruz e ymaxen de sancto Andres e de Nuestra Señora pequeñas y en la pared una cruz grande pintada de colorado e una lampara con su baso de bidrio colgada de su cordel”. Coronaba el frente “un campanario con dos campanas de metal y sus dientes con dos cuerdas la mitad de hierro en ellas y la otra mitad de cañamo”. Estas campanas pertenecían a “la parroquia de sancto Andres e tañen con ellas a misa e a los defuntos y a las fiestas solemnes e a las procesiones quando pasan por la dicha calle”. Alonso de Velasco concluye su inspección dictaminando que la casa “estaba muy maltratada subcia y desbaratada y que era berguença de ver y estar en ella”.

En 1571 se realizó una nueva visita al hospital promovida por el arzobispo, a la que igualmente se resistió el administrador heredero, Benito González del Villar. En ese año el administrador reconoce “que no les tiene señalada (a los pobres) ninguna renta, ni la gasta con ellos, ni les da cama de ropa, ni otro servicio alguno y la razón desto es por no entender a lo que está obligado”. Así mismo, se dice del inmueble que era por entonces “una casa con suelo sobrado sin otra pieça alguna mas de solo el casco del con una betana que sale a la calle de la rua del Villar y dos a otra calle trasera de la casa con unas tablas atrabesadas a una parte las paredes de piedra y el suelo de tabla y texado y en lo baxo de la casa e ceguan della con una pieça que sale a la trasera de la casa sin otra mas hedificio alguno ni camas ni otros bienes más de los que tiene una muger pobre”. Esta mujer, a la que solo le quedaban algunos harapos, declaraba que “nunca hubo camas en su tiempo aunque a veces se recogían allí pobres” y que la planta baja servía “para una escuela de muchachos, que un maestro iba allí para enseñarles a leer y escribir”.

En el año 1600 el arzobispo compostelano Juan de San Clemente dejó en su testamento una cama con sus ropas para este hospital. Poco después, en 1607, el cardenal Del Hoyo lo visitó diciendo de él: “Esta es una casa grande que está en la Rua del Villar y en ella estan las campanas de la iglesia parroquial de Santo Andrés. En él se recogen mugeres y pobres como en los demás. Dicen tiene la fundación don Diego del Villar, hijo del regidor Benito Gonçáles. Es menester pedírsela y, si no se la da, librar mandamiento para que la de. Hay en este hospital veinte y una camas. Dicen que alguna vez les hace alguna limosna don Diego del Villar, pero no save si es por obligación”.

Nos dice Fernández González que tras la visita realizada a este hospital en 1654, el canónigo Pedro Valdés dispuso que hubiese un número máximo de dieciseis pobres “por no haver capacidad ni casa para mas, quatro en el sotano de auajo y en cada alto a seis y que estos pobres ayan de ser mugeres de buen uiuir ancianas y que no se puedan sustentar siruiendo o de otro oficio, vezinas desta ciudad parroquianas de la parroquia de san Andres y de las cofradías de los plateros, sastres y çapateros hauiendolas, precisamente por ser asi la uoluntad del fundador y no hauiendolas sean de las demás parroquianas de la parroquia”. Las mujeres debían obedecer y colaborar en los trabajos de limpieza y enfermería, además de ser virtuosas y no alojar por su cuenta persona alguna en la casa “aunque sean parientes, sino que sea alguna muchacha guerfana de padres su parienta menor de ocho años”. También quedó establecido que los pobres más recientes se instalasen en el sótano de abajo, mientras que los más antiguos y los de “mas calidad” fuesen a los aposentos del piso de arriba, mejor acondicionados. Los internos, todos los domingos debían recibir una comida “y esta sea una olla de vaca tocino y verduras…” y en fiestas señaladas: “un ferrado de centeno, y un real en dinero para ayuda de su sustento para que rueguen a Dios por el alma del fundador y de los administradores”.

Además, quedaron establecidas otras obligaciones asistenciales: “Ytem que si tal pobre asi resciuido lo sea tanto que no tenga cama en que dormir le den una manta y has de paja para ella por quenta de la hazienda de dicho hospital […] Ytem se encarga y manda al administrador visite las mas veces que pudiere el dicho hospital y sus pobres […] para sauer si uiuen en paz y quietud y guardan hermandad y caridad entre si y al que no lo hiziere […] si no se enmendare asi amonestado se heche de dicho hospital […] Ytem que quando subcediere estar algun pobre enfermo el dicho administrador le uisite y de limosna a su arbitrio y sepa que enfermedad tiene para que si pasa adelante cuide de que se imbie al Hospital real […] y tenga cuidado de auisar al cura de la parroquia le uisite y administre los Santos Sacramentos y si muriese le entierre con decencia y le diga algunas misas por quenta de sus vienes si los tubiere y sino el dicho administrador ayude al gasto de entierro y misas con los que les paresciere por quenta de los vienes de dicho hospital […] lo que sobrare de la hazienda y vienes del dicho hospital despues de hechos estos gastos con los pobres y los demas necesarios en la administracion de los vienes, sea para adereço reparos y restauracion del dicho hospital”.

Se hizo también un reconocimiento del inmueble y se decidió hacer las reparaciones más necesarias y urgentes; entre otras cosas, enlosar el sótano, componer escaleras, puertas y desagües, hacer chimeneas, reparar la cocina y “hacer seis alcobas como las del quarto de auajo con sus puertas apartados fayados y cerraduras y lechos porque en dicho quarto no ai ninguna”.

Un incendio asoló completamente el hospital en el año 1742. Un lustro más tarde, Policarpo de Mendoza constató que “dicho hospital se alla del todo arruinado y con solo las paredes”.

En 1752 en el Catastro de Ensenada se dice que era uno de los “hospitalillos” de la ciudad de Santiago, que era de don Juan Abraldes.

En 1758 se firmó un contrato de reedificación del hospital y a comienzos del siglo XIX se hicieron nuevos proyectos para su inmueble, que incluían el campanario de la parroquia de Santo André.

En 1849 Pascual Madoz decía de este establecimiento que era albergue de pobres ancianas. No mucho después, concretamente en 1880, Fernández y Freire dan cuenta ya de que este hospital no funcionaba, diciendo que en otro tiempo estaba sito en el número 52 de la “Rúa del Villar” y que había tenido veinticinco camas.

Fuentes y bibliografía

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