En la parte más alta de lo que fue la antigua villa de Sarria, pasando el campo de la feria y el emplazamiento de la antigua fortaleza, se encuentra el monasterio da Madalena. Está situado sobre la margen del Camino Francés, dentro de los términos parroquiales de San Salvador de Sarria, provincia de Lugo.
Su origen se remonta al siglo XIII; al tiempo que se fundó el monasterio se construyó como parte del mismo complejo un hospital para refugio de los peregrinos, que ya ha desaparecido. En su lugar hay, hoy en día, una moderna hospedería en el propio convento.
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| Entrada a la actual hospedería del convento da Madalena de Sarria. |
Historia
De los orígenes del monasterio da Madalena de Sarria no queda otro rastro que lo dicho por Marcos Quesada en un protocolo que escribió hacia el año 1666. Este protocolo se perdió, pero algunas de sus noticias llegaron a nosotros a través de las Memorias Manuscritas de Piñeiro, canónigo de Lugo, que se guardaban en el archivo capitular de la catedral lucense; según las notas de Piñeiro este convento de Sarria fue fundado por dos religiosos italianos de la Congregación de la Penitencia de los Mártires de Cristo que fue creada a principios del siglo XIII, siendo una de las comunidades eremíticas que pocos años después integrarían la Orden de San Agustín. Estos monjes habrían tomado en Sarria la capilla llamada de San Blas de Villanueva, en donde fundaron su primera iglesia levantando también una casa para hospital de peregrinos, a quienes hospedaban y acompañaban en los caminos.
De las Memorias escritas por Piñeiro y del Libro de las Sepulturas del convento da Madalena de Sarria, extracta Vázquez Saco algunas noticias acerca del emplazamiento y carácter del primitivo hospital. Así se sabe que tenía sobre la puerta de entrada un nicho que albergaba la imagen pétrea de san Blas, esculpida en bulto redondo. En la puerta había un rótulo que rezaba: hospes fuit et collegistis me. Era “casa grande con su capilla terrena y coro alto, y debajo de este (dividido de la Capilla con Balaustrado de madera) avía sitio pª. las camas de los peregrinos bastante capaz; en dicha Capilla estaba la imagen de San Roque, en cuyo día se cantaba allí la Misa y se celebraba como Patrón de dicho Hospital […]. Avía también cuarto alto para el Hospitalero, con cocina baja y separada de este”.
El padre Risco dice que en una escritura hecha en el año 1219 por el obispo de Lugo Ordoño a favor del vecino de Sarria Vidal Pérez, encuentra fundamento para colegir que el hospital de dicha localidad era ya insigne, puesto que firman el documento Commendator Fernandus Cervarius, Petrus Michel, Hospitalarius, Fernandus Petri, frater Hospitalis. Sin embargo, algunos autores posteriores han venido a señalar que estos hospitalarios podrían ser en realidad de la encomienda de Portomarín perteneciente a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, por lo que no tendrían que ver, por tanto, con ningún establecimiento asistencial en Sarria.
Lo cierto es que la primera noticia que encontramos relativa a la edificación de un monasterio, que estaba en obras y que recibía mandas de los peregrinos en Villanueva Sarria, es del año 1251. En el correspondiente documento fray Abril, que se titula comendador de la casa que la Orden de los Deum laudatiun tenía en Vilanova de Sarria, prometía al obispo de Lugo obediencia y reverencia filial y además debía darle la tercera parte de las mandas de los peregrinos que se adquiriesen en ese lugar y también la décima parte de las limosnas que se recaudasen para las obras que allí se habían hecho y estaban por hacer; en el caso de que alguna vez aconteciese que los frailes dejasen la casa, por derecho hereditario esa casa y su iglesia deberían volver a la sede obispal de Lugo con todas sus pertenencias.
En el año 1332 el papa Juan XXII otorgó una bula a favor del convento da Madalena de los Padres de la Penitencia de los Bienaventurados Mártires de Cristo, Orden de San Agustín de Sarria, por la que se concedían indulgencias a los bienhechores del hospital de peregrinos fundado en ese convento, consignando que en él se daba limosna y cama a todos los peregrinos que iban a Santiago, así como sepultura a los que fallecían en el establecimiento.
Vázquez Saco recoge noticias acerca de las donaciones y legados que fueron entregados al hospital por parte de algunos particulares en la segunda mitad del siglo XV y primeras décadas del siglo XVI, que no solo incluían casas y heredades, sino también suministros y mantenimientos en especie como vino, pan, carne y leña. Acerca de esto el cronista de los condes de Lemos, fray Malaquías de la Vega, detalla que en el año 1512 el conde Rodrigo Osorio “hiço lymosna al Hospital de la Magdalena de la villa de Sarria de un pedaço de monte de mareado, que se diçe la Porquera, en el término de Sarria, que le avía goçado por merced del conde Gil de Zedrón. Dasele para quel Hospital tenga leña para su menester y el de los pobres, con condiçión que siempre le tengan para este effecto y no le puedan vender, sopena de que se vuelba a la Casa de Castro y condes de Lemos”.
De nuevo en el año 1531 el papa Clemente VII expidió otra bula otorgando todas las indulgencias que se ganaban en Roma y fuera de ella a las personas que visitaren dicho convento en determinadas festividades y a cuantos favoreciesen al hospital para socorro de los pobres y peregrinos de Santiago.
Cuando el peregrino Domenico Laffi pasó por Sarria camino de Compostela en el año 1670, señaló que era una tierra rica y muy bella, con hermosas viviendas y un convento de frailes vestidos de blanco, que daban la “passada” a los peregrinos.
Vázquez Saco nos dice que, ya en el siglo XVIII, en el Libro de las Sepulturas del convento queda registrado que la iglesia monasterial se había dividido en varias zonas; así los hospitaleros y sus familiares tenían reservadas para su enterramiento algunas hileras del cuerpo de iglesia, mientras que a los peregrinos se dedicaron las sepulturas de las capillas do Santo Cristo y de San Lourenzo.
En enero del año 1718, en su peregrinación a Santiago, el carmelita Antonio Naia llegó a dormir a Sarria, alojándose en la hospedería de ese monasterio. Dejó anotado en su diario de viaje: “Por la noche me hospedé donde los Padres de San Agustín, que son 12 y están extramuros, cerca de la bonita fortaleza: me recibieron con gran caridad y estuve muy bien por la comida, la bebida, una buena cama y un gran fuego para secarme. Por la mañana celebré por mis obligaciones y luego en el refectorio me dieron abundante desayuno con carne y una buena jarra de vino tinto, y me sobró parte de todo esto. Además, uno de aquellos religiosos me donó una tabaquera de tabaco fino y papel fino para escribir: en casi todos los conventos me regalaron cosas como estas, y otras… Di las gracias al Padre Prior y a los demás padres y continué el camino”.
En el año 1786 el antiguo establecimiento hospitalario fue definitivamente derribado. En el sitio donde estuvo su capilla se puso un crucero de cantería, quedando un amplio espacio abierto en el frente del monasterio atravesado por el Camino Francés.
Nueve años antes, en el año 1777 se habían hecho los hospitalillos nuevos, situados frente al hospital viejo. Los hospitalillos nuevos fueron también derribados en el último tercio del siglo XIX, de ellos tan solo resta una puerta de traza dieciochesca que daba acceso a la cocina del convento; sobre su dintel está esculpido el escudo de la orden agustina y una cartela con la leyenda Caritas aedificat.
Actualmente los mercedarios mantienen en funcionamiento un nuevo albergue que ofrece hospedaje y diversos servicios a los peregrinos y viajeros que van de paso.
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