SANTIAGO DE COMPOSTELA, hospital de San Roque de

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Este edificio fue el antiguo hospital de beneficencia para enfermos de males contagiosos, exceptuando la lepra. Está emplazado en las proximidades de lo que fue el antiguo recinto amurallado de Santiago de Compostela, alzándose extramuros entre la puerta do Camiño y la puerta da Pena, en la zona norte de la ciudad sobre la salida del llamado Camino Inglés que conducía a la ciudad da Coruña y a otros puertos del norte de la provincia.

Además del hospital, el conjunto incluía a la capilla anexa y la huerta trasera que estuvo cercada por un muro perimetral. Las obras de construcción se extendieron entre el año 1520, fecha en que se comenzó la capilla y el año 1584, momento en que el arquitecto, Gaspar Arce, recibió el último pago por la traza y dirección de la obra del hospital. A partir del año 1758 se llevaron a cabo diversas reformas que no modificaron de forma sustancial la planta primitiva y las fachadas originales. Sí se mejoraron los sobrios alzados exteriores abriendo un mayor número de vanos, en correspondencia con la reestructuración del espacio interior, ya que se rehabilitaron e las salas de los enfermos y las estancias y oficinas del personal de la administración y servicios.

Alzado frontal de la capilla y del hospital de San Roque. (José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).

La fachada principal se compone como un gran lienzo mural horizontal interrumpido por la sucesión de los vanos rectangulares que iluminan los espacios interiores. Los muros se presentan enlucidos, con canterías vistas de granito, realzando las partes nobles: dinteles de puertas y ventanas, cornisa y esquinas. En estas se presentan sendos escudos del arzobispo Francisco Blanco, fundador del establecimiento. En la parte intermedia se encuentra la portada, único elemento original de la fábrica renacentista.

Fachada del antiguo hospital.

Esta es obra de Gaspar de Arce y se organiza a partir de una estructura adintelada enmarcada por dos pilastras toscanas elevadas sobre alto plinto y basa que presentan aristas molduradas y cuentan con motivos circulares en resalte. Sobre las pilastras se eleva un entablamento que sostiene en su centro un conjunto escultórico de doble vano de arco de medio punto abovedado rematado por un frontón. En sendas hornacinas se ubican las esculturas pétreas en bulto redondo de San Cosme y San Damián, los hermanos gemelos que practicaban la medicina de forma gratuita cuya factura se relaciona con el taller de Gregorio Español. Dos jarrones ornamentales esculpidos en medio bulto rematan la decoración del entablamento.

Portada en la fachada principal del edificio.

El edificio del hospital destaca por su gran sobriedad y sus líneas sencillas que conectan los espacios. Tiene planta cuadrangular con un patio porticado central alrededor del cual se distribuyen las estancias en el piso bajo. Dispone de planta baja con un piso alto y un sótano construido en el levante, aprovechando el desnivel del terreno, que en su momento albergó las caballerizas. Las crujías del edificio tienen cubiertas de teja a dos aguas.

Planta de la capilla y del antiguo hospital de San Roque. (José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).

En el interior del edificio destaca el patio porticado de planta cuadrada al que se abrían todas las dependencias, este espacio se realizó entre los años 1758 y 1793 siendo reedificado más tarde, entre 1818 y 1820. El patio está porticado en sus cuatro lados por arcos de medio punto sostenidos por columnas de orden toscano sobre plinto. En el espacio entre los arcos sobresalen unas molduras con placas decorativas. Sobre los arcos discurre un entablamento que señala la división con el piso de arriba, donde se disponen cuatro ventanas por tramo enmarcadas entre molduras verticales marcadas por las ubicadas entre los arcos en el registro inferior.

Patio claustrado del hospital de San Roque.
Sección del lado este del hospital de San Roque. (José Antonio Franco Taboada, Santiago Tarrío Carrodeguas (dirs.), A arquitectura do Camiño de Santiago: descrición gráfica do Camiño Francés en Galicia, Santiago [de Compostela], Xunta de Galicia, A Coruña, Universidade da Coruña, D.L. 2000).

Historia

El hospital de San Roque tuvo su origen en los continuos golpes de peste que sufrió Santiago en el siglo XVI, lo que determinó que en 1517 el cabildo de la catedral y los regidores de la ciudad acordasen antes que nada hacer una capilla “porque Dios Nuestro señor tuviese por bien de quitar e llebantar esta pestilencia que en esta cibdad e arçobispado anda ay mas de ocho meses, de haser un aermita junto desta cibdad a honrra e adocación de Señor san Roque”.

El contrato para la construcción del pequeño templo se firmó con el arquitecto Martín de Blas en 1520, aunque muy pronto se abandonaron las obras. Tuvieron que transcurrir 50 años hasta que una nueva epidemia recordó el antiguo voto, firmándose un nuevo contrato entre los canteros Alonso Rodríguez y Pedro Núñez y el mayordomo de la iglesia Francisco Pereira, para hacer 150 varas de piedra para “dicha obra de San Roque que ahora se edifica”.

En 1571 los canteros Gregorio Fernández y Antonio Pérez se comprometieron a hacer obras de cantería en la capilla, que serían supervisadas por Juan de Herrera. La capilla se acabó en 1576 y un año más tarde el arzobispo Blanco funda el hospital en un terreno contiguo “entendiendo la gran necesidad que ay en nuestro arçobispado de un hospital en el qual se puedan curar y procurar remedio los pobres enfermos de las bubas y otros males contagiosos, ecetuados los enfermos de las hórdenes de S. Lázaro”; se cubría así la atención a quienes hasta entonces eran excluidos y expulsados. El arzobispo dio 10.000 ducados para que se hiciese el edificio que quedó terminado a los tres años.

El hospital abrió en 1583 y en opinión del maestro de obras que realizaba las “trazas” se esperaban grandes beneficios de la nueva institución: “en el cual dicho hospital de San Roque se han de curar todas cualquier personas, ansí hombres como mujeres que tengan enfermedades de bubas y otras contagiosas; y (…) han de venir y ocurrir a él gran número de enfermos de dichas enfermedades, por ser como son muy ordinarias y corrompidas en esta ciudad y Reino de Galicia, y en él, conforme a las constituciones del fundador, ha de haber muchos servientes, botica y médicos asalariados, de lo cual (…) resulta un beneficio general público e provechosísimo a esta ciudad y a todo el Reino de Galicia y a otras muchas partes y reinos de donde a la dicha ciudad y glorioso apóstol Señor Santiago vienen en romería; que muy de ordinario se ve que acontece veniren enfermos de las dichas enfermedades que, a no hallar remedio y cura para ello gratis, seria morir y echarse a perder y contaminar a otras muchas personas sanas”.

Antes de abrir el hospital fue preciso dotarlo, lo que se hizo entre 1579 y 1582. Los réditos de los juros se emplearon en la obra de edificación y el desfase de los gastos respecto a los ingresos fue cubierto por donativos posteriores y por la herencia del propio arzobispo. Concluida la obra de cantería, se compraron lienzo y estopa para sábanas, lana de Castilla para colchones, 132 mantas, madera para 62 camas, medicinas y ajuar muy diverso; además se confeccionaron puertas, ventanas, corredores, escaleras, etc. La contabilidad no se normalizó hasta 1584 y desde entonces la estructura de los gastos mantuvo prácticamente el mismo esquema hasta el siglo XIX. Los capítulos fundamentales eran los correspondientes a los salarios, el consumo alimentario, el combustible, la botica y el ajuar.

En 1752 consta en el Catastro de Ensenada que el personal de San Roque se mantenía en dieciocho sanitarios y servidores, además del administrador y el mayordomo; se dice que el hospital estaba “destinado sólo para la curación de mal gálico, y se admiten peregrinos y otros de dentro y fuera del Reino, tiene Administrador que nombra el Cavildo de esta Santa Yglesia y se mantiene de limosnas y algunas rentas que goza”.

Un inventario del año 1764 nos informa de que el edificio contaba con dos salas de enfermería: la de San Cosme, para hombres, con treinta y tres camas, más otras dos preparadas para los enfermeros, y la de San Damián de mujeres con otras treinta y dos camas, más las de las enfermeras. Contaba también con cuatro salas de convalecencia, las de San Roque y Santiago para varones, con veintinueve y veintiocho camas respectivamente y las de San Sebastián y San Bartolomé para mujeres, con treinta y cuatro y treinta y dos en cada caso. El edificio se completaba con áreas de respeto como la sala principal con su antesala y un gabinete decorados con cuadros y tapices, la mayordomía concebida como una especie de almacén, y la cocina, además, de una panera. El mobiliario se restringía a lo imprescindible, guardándose una parte del ajuar en arcas distribuidas por los pasillos. En cada sala poco más había que los lechos de los enfermos o la vajilla elemental para darles alimentos o medicinas. Cuando en 1832 se hizo un nuevo inventario constaba la existencia de cuatro salas; solo había 135 camas, frente a las 188 con las que se contaba en 1764.

La evolución de la cantidad de atendidos en el hospital de San Roque, estudiada por Baudilio Barreiro y Ofelia Rey, pone de manifiesto que un número significativo y creciente de personas se acercaban cada año a la institución. De un promedio de 210 por año en el siglo XVII, se pasó a más de 300 en la primera mitad del siglo XVIII, y se aproximaron a los 4.550 entre 1790 y 1829. Se traba a los enfermos de sífilis con tisanas de palo santo, sándalo y zarzaparrilla, además de suministrarles preparados de mercurio por diversas vías. Las curas mediante los “sudores” se realizaban habitualmente tres veces por año, desde primavera a otoño, épocas en las que el hospital permanecía abierto. La estancia media era de quince días. El mercurio acababa por intoxicar a los pacientes y no era raro que muchos de ellos muriesen al poco tiempo deambulando por la ciudad como pobres. Desde la década de 1760, a raíz de una donación de 12.000 ducados que el arzobispo Rajoy le hizo al centro, la atención a los enfermos adquirió un carácter más personalizado, con estancias más prolongadas y mayores cuidados a los convalecientes.

En 1768 se produjo la fusión entre este hospital y el de San Miguel, de la misma ciudad de Santiago, que atendía también a algunos sifilíticos. Desde entonces el hospital de San Roque se encargaba de repartir las mesnadas entre los residentes y de administrar las rentas, yendo a parar a éste, todos los remanentes de San Miguel. Esta adición de rentas, más la reacción de los donantes y benefactores, salvaron por entonces al hospital de las dificultades de liquidez.

Entre 1805 y 1820 se produjeron los efectos negativos de la Guerra de la Independencia y los de un fuerte robo en las arcas de mayordomía, a pesar de lo cual se pudo abordar una considerable obra de ampliación y mejora de las instalaciones del centro que reseña Pascual Madoz refiriéndose tanto a la parte material, como a la asistencia de los enfermos que a él concurrían de todos los pueblos del arzobispado.

En 1880 Fernández Sánchez y Freire Barreiro redundan en lo mismo, comentando que tanto el administrador del hospital, como el médico de la casa no escatimaban esfuerzos para mantener el establecimiento a la altura de los mejores de su clase, y para que los enfermos encontrasen alivio y buen trato. Señalan, además, que por entonces las salas eran largas, altas de techo y muy ventiladas; estaban unidas dos a dos en forma de T. En el fondo había un altar donde los domingos y días festivos se decía misa que podían oír cómodamente todos los enfermos, sin excluir los de pago que ocupaban un departamento especial.

Hasta la década de los años veinte del pasado siglo, el hospital continuó atendiendo a los sifilíticos. En los años cincuenta de esa misma centuria el establecimiento hospitalario había dejado de funcionar y en su edificio se instaló el seminario menor de la diócesis, que continuó estando en este emplazamiento hasta el año 1957. En los años noventa se firmó un convenio entre el Arzobispado y la Xunta de Galicia, rehabilitándose el interior del edificio confiriéndole una nueva distribución. En la actualidad está ocupado por oficinas, despachos y dependencias de diversos organismos de la administración autonómica e instituciones científicas y culturales.

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